Capítulo 11

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Ese momento fue el primero en el que Ghrim sintió una pizca de miedo. No comprendía de dónde había sacado Hiro aquella fuerza, pero estaba seguro que no sería la primera vez que sucedería. Para cualquier desastre por venir, debía estar listo.

Tenía que buscar una manera de controlar a Hiro, aunque esta fuese solamente temporal. Justo en el momento en el que el hombre sacó la katana de su pecho y casi la clava en el de Lowe, si éste no se hubiese movido, supo que lo peor no era eso. Lo peor estaba por venir. Él simplemente no podía estar del lado de Hiro, por lo que sabía que solamente habrían dos bandos. O estaba de su parte o en su contra. 

Utilizando todas sus fuerzas, los Códigos lograron llevarlo a la parte más profunda del Templo Oscuro, donde la luz no pegaba a ninguna hora. Esperaban que tarde o temprano, la misma oscuridad que lo iba a envolver, terminara por enloquecerlo. De esa manera, el mundo podría comenzar a ser como Ghrim y Lowe lo querían, y no como Hiro los manipulaba para quererlo.

Sus pensamientos fueron controlados por Hiro desde el primer instante, aunque quisieran hacer pensar al resto que no era así.

Ambos aún escuchaban las voces de aquel hombre, que terminaba culpándolos de todas las desgracias que hicieron en su nombre.

Ghrim nunca volvió a dormir tranquilo luego de obligar a Lowe a asesinar a Farora, por pedido de Hiro. Si había algo que seguramente no se iba a perdonar, era el hecho de haber causado la muerte de la primera y última que juró amar en su vida. 

La amó en silencio.

La amó en secreto.

En el fondo de su ser, aún la amaba.

Ella lo había sido todo para él en cierto punto de su vida. Ella le había ofrecido un cariño que él jamás iba a poder comparar con el de absolutamente nadie. Aún sabiendo que estaba prohibido querer algo con ella, la admiraba en el silencio y la amaba con su ser. 

Solamente buscaba afecto por parte de otra mujeres para llenar el vacío que la muerte de Farora le dejó. Por jugar con ellas, por lastimarlas y por no saber amar, iba a culpar siempre a Hiro.

Desde el primer instante, justo cuando la voz de Hiro se proyectó en su mente, obligándolo a asesinar a su familia y luego huir a Karkya, causando la muerte de su Celador, sabía que no sería el mismo. Sus pensamientos siempre fueron controlados por Hiro, quien no le daba importancia al sufrimiento ajeno y parecía alimentarse del mismo.

En el momento en el que Hiro le ordenó volver a Lykanna para asesinar a Farora, supo que no iba a poder hacerlo. Por ende, el que tuvo que hacerlo fue Lowe, aún con el dolor en su corazón por aquello que hizo, sin que le importara lo que pasara. Se fue del cuidado en Lykanna para huir de sus propios pensamientos, aunque éstos lo siguieran a cualquier lugar al que él fuera.

Hiro nunca iba a dejar que ellos olvidaran los errores que cometieron. Permitiría que todos ellos escucharan los gritos de dolor de aquella que muchas veces fue como una madre para ellos. Y más aún, los haría sentir que estaban completamente alejados de la protección de Kanna. Quien, en realidad, nunca iba a negar el amor hacia aquellos que en su momento, escogió como Guardianes.

¿Era en verdad necesario hacerlos sufrir de esa manera? Para Hiro, hacerlos sufrir era la manera de deshumanizarlos y tomar control sobre cada uno de ellos.

Aún había alguien que necesitaba en verdad más explicaciones de Hiro, pero que no podía buscarlo de nuevo, si no quería recibir los castigos a los que Ghrim y Lowe sometían a cualquiera que desobedeciera.

Nayra había podido ver las cicatrices de quemaduras, no solamente en Hiro, sino también en Laura, Alaia y Lowe. Estaba segura de que todas ellas eran parte de algún ataque de ira por parte de Ghrim. Había conocido unos cuántos, pero por el momento, no tenía ninguna cicatriz gracias a aquel que empezaba a desconocer.

Sueños entre flores marchitasWhere stories live. Discover now