Capítulo 2

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Todos los Guardianes estaban listos para que la luna diera el inicio a la purificación de las gemelas Lyanna y Nayra, las hijas del duque de Lykanna. Nada iba a interrumpir esa noche aquel sagrado ritual en el que cada Guardián se encontraba con Kanna y ella les regalaba a su propio Guardián. 

Los siete, Ganon, Cataline, Brenn, Kemin, Freya, Janus y Kaya esperaban pacientemente en el círculo del Templo de los Dioses, esperando que sus Guardianes les avisaran cuando era el momento exacto en el que las gemelas deberían salir al encuentro de la luna y caminar hacia el templo, antes de empezar con lo que, sin duda alguna, cambiaría sus vidas.

Y aunque para los siete, la mañana transcurriera con calma, teniéndolos en meditación, para Lyanna, la mañana se estaba volviendo un infierno, pues su hermana no aparecía por ningún lugar. 

Empezaba a temer lo peor.

Se sentó al borde de la cama de su hermana intentando recordar algo que pudiese llevarla a comprender los motivos por los que Nayra había decidido irse. Sabía que ella había huido, decidida a no aceptar el verdadero destino, convencida que sus pensamientos sobre la existencia de sus capacidades elementales eran los correctos. Nayra estaba segura de que era la llave para la destrucción de Lykanna.

Recordó que ella había mencionado haber hablado con alguien ajeno a Lykanna la noche en la que los Códigos asesinaron a Farora, quien murió guardando el más preciado secreto de su vida solamente para proteger a su familia. Lyanna no sabía con quién había hablado Nayra esa noche, y por ende, no pudo atribuirlo a que su hermana hubiese escapado durante la noche.

Empezaba a comprender los sueños que durante meses se habían presentado por sus noches. Sueños en los que caminaba en una cueva un tanto iluminada, sobre flores completamente marchitas. De un lado de la cueva estaba ella, iluminada por la luz más brillante que jamás había visto. Del otro lado estaba Nayra, quien se podía ver si Lyanna esforzaba la vista. Estaba cubierta de una oscuridad que no era normal. Se podía detectar maldad emerger de aquel lado de la cueva. Y aunque Lyanna caminara, atrayendo la luz hacia ella, aún estando frente a Nayra, no se veía iluminada.

Sabía que significaba algo malo, y en ese momento no quiso atribuirlo a que Nayra había caído en las garras del mal. Solamente esperaba que no fuera tan terrible como debía temer que lo fuera, aunque parte de ella aceptara que su hermana ya se veía perdida.

A pesar de lo mucho que le preocupaba el paradero de su hermana y que ninguno de los habitantes del pueblo la había visto, debía mantenerse enfocada para esa noche. 

Dejaría de ser una persona común y corriente con poderes extraordinarios para pasar a ser una Guardiana del Elemento y adentrarse a una lucha constante con todo aquello que amenazara el sagrario de Kanna.

Los Guardianes, dentro del templo, estaban listos para darle la bienvenida a sus dos nuevas integrantes. Solamente quedaba esperar a que la luna se avecinara. Por alguna razón, Kanna había escogido nueve Guardianes para el siglo, y ellos no pensaban negar las órdenes de su diosa, la fundadora de Lykanna.

Algo hacía que todos los Guardianes tuviesen un mal presentimiento. No pudieron deducir lo que sucedía en realidad hasta que, buscando entre el movimiento de las llamas, el tigre de bengala, Kane, el Guardián de Freya, le transmitió a la joven lo que sucedía.

—No puede ser... —exclamó la chica de cabellos naranjas mientras negaba con la cabeza viendo hacia su Guardián, quien mantuvo la mirada fija en la de ella, asegurándole que lo que las llamas le decían, era la verdad.

—¿Qué sucede? —preguntó Ganon, el líder de los siete, quien mantenía la mirada fija en la chica, para luego llevarla a la mirada del león blanco, Roushe, que Kanna le había dado por Guardián.

Sueños entre flores marchitasWhere stories live. Discover now