Capítulo 32 » (Parte I)

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—¿Qué te pasa?

Dirigió la mirada hasta la mancha de sangre en la arena que llevaba unos segundos observando.

—¿Estás herido? —Pregunté.

Isaac negó con la cabeza. Por un momento habiamos creido que estábamos a salvo, ambos habiamos olvidado el verdadero motivo de esto, la isla solo era un reflejo de mi mente pero ahora teníamos que salir de aquí, cuanto antes, o el Isaac del mundo real se debilitaría demasiado.

—Sigamoslo. —Indiqué.

Parecía como si alguien hubiera estado arrastrando un cuerpo, dejababa una linea ancha de sangre en la arena que se perdía detrás de unas rocas de la playa.

Nos acercamos lentamente, a medida que avanzabamos un olor desagradable empezó a inundar mis pulmones y una bandada de gaviotas sobrevolaban esa zona. Isaac iba unos pasos por delante. Pero en un punto se detuvo y me miró, pude distinguir el horror en sus ojos.

Me acerqué a paso rápido y observé lo que había aterrorizado a Isaac, la arena teñida de sangre y más de una docena de cadaveres, todos caras conocidas. De Irlanda y de Beacon Hills. Vi a viejos amigos, a Rachel, Adam, Scott, Lydia y el resto de la manda, Karen también estaba allí, junto con Blanca. Todos muertos, los pajaros les sobrevolaban y picoteaban sus heridas, entre ellos pude distinguir a mi padre, inmovil, una camiseta blanca escondía las heridas que sabía que yo había causado.

Había una mujer, una mujer que aun parecía respirar, yacía a su lado. Me acerqué corriendo y la miré, no la recordaba en persona pero si era igual a las fotografías, Eileen Escalan, mi madre. Me acerqué a ella corriendo y observé su rostro unos momentos, su boca entreabiarta y sus labios y dientes tenidos de sangre, respiraba irregularmente, aferrandose a la vida. Sus ojos se dirigieron a mi y me miró con odio.

—Te di todo... —Susurró—.  Y tú me mataste... Mira el daño que nos has causado... No eres más que una asesina.

Entonces dejó de respirar.

Me alejé de espaldas, temblando, oía sus gritos en mi cabeza. Me llevé las manos a los oidos, había sido yo, había sido yo, lo recordaba.

Isaac se acercó a mi y me envolvió en sus brazos.

—No es real. —Repetía una y otra vez.

—Les he matado.

—Iris, no es real.

—Lo recuerdo, puedo sentir el calor de su sangre en mis manos.

Isaac me agarro de los brazos y me miró fijamente a los ojos. No podía respirar, era como una pesadilla, quería salir de allí.

—Esto no es real.

Giré la cabeza y me encontré conmigo misma, mirándome con una sonrísa de lado y un gesto de burla, el vestido blanco manchado de sangre, ojos negros como la noche, al igual que unas garras que chorreaban un líquido espeso rojo. Articuló una palabra silencio, pero yo la entendí.  Asesina.

A sus pies había otro cadaver, un par de ojos azules me miraban, vacíos, sin vida. Sentí un dolor agudo en el pecho. Era Isaac.

De nuevo sentí un zarandeó. Isaac estaba a mi lado, mirándome, un hilo de sangre descendía desde su nariz.

—Iris, no es real, tienes que creertelo, si no no saldremos de aquí.

Yo miré mis manos, mis uñas habían sido sustituidas por unas garras negras. Mire a mi alrededor, los cuerpos parecían multiplicarse, mi otro yo seguía sonriendo.

—Iris escuchame. —Me pidió Isaac. Llevó sus manos a mi rostro y me hizo mirarle—. Repite. Esto no es real.

—Esto... Es. —No me salían las palabras.

—Eso es, sigue. Esto no es real. Tienes miedo, lo entiendo, pero tenemos que salir de aquí.

—No es real. —Dije para mi misma.

—Repítelo.

—¡No es real! —Grité.

Mi otro yo dejó de sonreir, las gaviotas se fueron.

—No es real. —Dije de nuevo.

La otra Iris se desizo en una colonia de mariposas negras, al igual que el resto de cuerpos solo quedó un búho blanco, mirandome fijamente, era el búho que había pintado esa tarde.

La siguiente vez que pestañeé volvía a estar en la sala de fuente en la cabaña.  Catelyn se acercó a mi y cortó la cinta en mi muñeca que la unía con la de Isaac.

En mi regazo había una pluma blanca, era igual que las del búho, la metí en uno de los bolsillos de la falda y me puse en pie para ayudar a Isaac a sostenerse. Se quitó la mascara y se limpió la sangre de la nariz con la manga de la chaqueta.

—¿Estás bien? —Preguntó en voz baja. Isaac asintió y sonrió.

—Lo has hecho bien.

Pasé mi brazo por detrás de su espalda y coloque su brazo izquierdo para que se apoyara en mis hombros. Estaba bien, consciente, podía sostenerse en pie, con dificultad pero podría salir. Blanca y Leilah aun no habían terminado, ambas miraban al frente, sus ojos violetas brillaban más que nunca, y en el caso de Adam y el acompañante de Blanca un hilo de sangre descendía desde su nariz.

Unos segundos mas tarde Leilah despertó, con la respiración agitada, se llevó las manos al pecho presionandose como si le faltara el aire. Isaac y yo la miramos en silencio al igual que el resto de presentes en la sala.

Catelyn se acercó a ella y cortó la cinta. Adam tuvo que apoyarse en la silla para no caerse, pero no dijo nada,  en cuanto estuvo más o menos estable se enderezó y se quedó en silencio.

—¿Qué le pasa? —Susurró Isaac.

—No tiene conexión con Leilah, Robb tampoco con Blanca, han tenido que dejarles así para que hagan esto voluntariamente. Haran todo lo que les digan.

—¿Si yo le digo que corra lo hará? —Yo le miré y asentí, después volví la vista a Blanca que seguía en trance. Su acompañante parecía más debil. Otro hilo de sangre descendía también de sus labios. Estaba tardando demasiado.

Leilah se puso en pie y se quedó mirando a Blanca, una araña negra con una mancha roja ascendía por su cuello, había leido sobre ellas lo suficiente como para saber que su picadura era mortal. Sin inmutarse la chica rubia la cogió con dos dedos y la machacó.

—Mira a Leilah. —Me dijo Isaac—. El vestido, era el que llevabas en mi sueño.

Yo volví la vista hacia ella, recordaba las noches en las que Isaac me había hablado de lo que soñaba, era cierto que me había descrito un vestido así, pero no tenía ni la menor idea de que podía significar.

—Esto no me gusta. —Susurré.

Leilah miró en mi dirección y sonrió maliciosamente, como si supiera algo que yo desconocía.

De pronto un destello me llamó la atención, la cinta que unía las manos de blanca y su acompañante se había prendido fuego, Blanca acababa de despertar, en cuanto la cuerda se hubo consumido Robb cayó al suelo, con un golpe sordo, inconsciente. Blanca se arrodilló a su lado y me miró preocupada, no podría salir por su propio pie.

Sinners. 《Isaac Lahey》[1]Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu