Capítulo 12 {Tú}

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—No. ¿Por qué lo preguntas? —inquirió su amiga casualmente para ocultar lo nerviosa que la hizo sentir la pregunta.

—Pero te gusta.

—¿Tan obvio es?

—Yo no diría obvio, pero sí peculiar. Entonces sí te gusta.

La impresión que tenía de Claudia era de una mujer segura de sí misma, extrovertida y audaz que contrastaba con la mujer inquieta y vulnerable que ahora estaba frente a Carolina. Le causó una agradable sensación de satisfacción por haber logrado turbarla sin proponérselo. Jamás hubiera imaginado que un hombre era su punto débil.

Su amiga suspiró, bajando los hombros y sentándose en la orilla de la cama. Meditaba y por su silencio Carolina intuyó que no deseaba tocar el tema. Pero se equivocó.

—Cuando entré a trabajar como becaria, Álvaro ya tenía algún tiempo de estar ahí. Desde el primer día nos hicimos amigos, si es que la amistad es posible cuando existe atracción entre ambas partes, y creo que en este caso solo de mi parte. En una ocasión, como muchas otras, nos emborrachamos, pero esa vez una cosa llevó a la otra y terminamos besándonos dentro de su coche. La intensidad del momento comenzó a subir de tono considerablemente cuando metió su mano debajo de mi blusa. —Claudia se sonrojó, llevándose sus manos a sus mejillas cuando sintió el cambio de temperatura—. Era todo lo que deseaba desde la primera vez que lo vi, y aun, intoxicada me di cuenta que ésa no era la forma de obtenerlo. No sé de dónde saqué la fuerza para detenerlo, y jamás olvidaré cómo me miró.

—¿Cómo te miró? —preguntó Carolina intrigada, sintiéndose al mismo tiempo incómoda al imaginarse a sus amigos agasajándose como adolescentes en el asiento trasero de un coche.

—Con ojos de deseo, con hambre atroz, pero al mismo tiempo con decepción y un poco de enojo. Al sentir esa cruda mirada estuve a punto de sucumbir, y arrepentirme de mi decisión. Después de ese día decidí no volver a subirme sola a su coche. —Claudia cerró sus ojos, mordiéndose su labio inferior. Era como si tratase de revivir ese recuerdo agridulce.

—O sea que con él es todo o nada.

—Básicamente —dijo Claudia, mientras ensortijaba su dedo en uno de su rizos. Algo que su amiga hacía cuando se quedaba pensando para sí misma, y Carolina había notado que constantemente hacía al observarla trabajar—. Álvaro es un conquistador, tú misma lo has visto en acción. Yo no quiero ser una conquista más, la resaca del día siguiente. Yo ya lo escogí a él, ahora el tiene que escogerme a mí. Por el momento el único lujo que puedo permitirme es el de tener su amistad. Pero no todo es malo, una de las ventajas de tenerlo como amigo es cuando salimos de noche. Se comporta como un guardaespaldas y tengo la seguridad que si me emborracho voy a llegar sana y salva a mi casa.

—No lo ves, ¿verdad?

A Carolina le sorprendía cuando las personas no se daban cuenta de la venda que traían en los ojos.

—¿Qué cosa?

—Nada. —Carolina no creyó que éste era el momento conveniente para hacérselo saber. Por lo que continuó con otra pregunta—: Después de que se besaron, ¿qué hizo Álvaro al día siguiente?

—Por extraño que lo parezca actuó como si nada hubiera pasado. No sé si debí de haberme sentido ofendida o aliviada, creo que aliviada más qué nada. —Por la mirada entristecida de su amiga podría concluir que sí fue un golpe ofensivo, tratando de inútilmente de ocultarlo.

—¿Sabes? Los hombres no son conocidos por pensar con la cabeza que tienen sobre el cuello.

Las dos soltaron una fuerte carcajada al mismo tiempo.

Ahora, entonces y siempreWhere stories live. Discover now