Él sabía que el hogar de sus tíos no es como el suyo. Las reglas no eran las mismas, los días no eran iguales, los almuerzos y cenas eran más ricas y el trato era diferente. Sus primos casi se parecían hijos de la realeza y él es solo se sentía como un callejero con una familia rota. Tan rota que hasta a veces se pensaba que es la persona más sola e inútil del mundo.

Si tan solo pudiera ser Bastian y no él, si tan solo cambiaran de lugar por unas horas…

Omar suspiró luego de probar un trago de su café y con una mueca de asco, intentó arreglar las cosas.

—¿Qué es lo que tanto te molesta? Es mi vida y hago lo que quiero.

“¡No! ¿Por qué le dijiste eso? Mira su cara, está más enojada” pensó.

—No me banco tu careta, Omar. Le vivís mintiendo a la tía Susana, a nosotros no nos querés decir por qué venís en ese estado a casa… ¿Qué te pasó? Estás peor que antes, eh.

—Me divierto con la gente, ¿Sí? A vos no te tendría por qué importar lo que hago.

—Eso no me importa. El problema es que vos nos involucrás a nosotros para que te cubramos, y no siempre vamos a mentir por vos, ¿Lo sabías?

—¡Dios mío, esta mujer es insoportable! —Exclamó—. Menos mal que hoy después de visitar a la tía Laia me voy con mamá a su departamento. No soportaría verte un día más.

—Bueno, te informo que vas a tener que verme de lunes a viernes en el colegio y los domingos en casa.

—¿Ves, ves que me hacés la vida imposible? Bastian, ¿no ves que tu hermana me odia y hace lo imposible para que la pase bien?

—Y… por algo Nanny te trata de esta forma, ¿No? —acotó Bastian al terminar su bebida fría.

—¿Yo? ¿Yo le hice algo? —bufó—. Me parece que le falla algo, necesita ir a un psicólogo. —Bufó su primo.

—Vos sos el que necesita ir a un psicólogo Omar. —gritó ella, con un nudo en la garganta.

—Sí, y lo necesito desde que Nicolás se fue y mamá nunca me ayudó. Vos fuiste la única que tuvo suerte. —Escupió furioso.

—¡Basta, ey! —exclamó Bastian, nervioso.

A Nanny se le nubló la vista. Nadie dijo nada.

Ella tragó su último sorbo de crema, su puso de pie, acomodó su abrigo, y con impotencia clavó su dedo índice en el pecho de su primo y dijo:—Vos y Susana llegaron para joder todo.

Tras esto, la joven de cabello rizado salió a paso rápido de Starbucks, y mientras las lágrimas le caían de los ojos, deseó no volverlo a ver.

Y pensó que todo sería mejor si Nicolás no se hubiera ido… si ella no se hubiera familiarizado con el Tamagotchi, si su tía no los hubiera dejado solos, si ella hubiera sido más valiente en correr y salvarlo. 

Si todo hubiese sido distinto, hoy ella podría estar sonriendo.

Pero no, la realidad era esta.

Su hermano salió corriendo tras ella mientras su primo, totalmente relajado y despreocupado, lo siguió con las manos dentro de los bolsillos de su chaqueta negra. Los minutos corrían mientras los jóvenes intentaron calmarla.

—¡Tía Laia, llegamos! —exclamó Bastian, abriendo la puerta con la llave de repuesto.

Una mujer con un pañuelo en la cabeza, cabello negro y lacio, sudadera y shorts manchados con pintura roja se acercó corriendo hacia ellos. Su vista se encendió al ver a su sobrino Omar, quien no veía hace varios años.

Pájaros en el techo (basada en hechos reales)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora