Capítulo 53: Cenicienta.

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En las puertas del sueño, el repetitivo llamado de mi compañero se oyó como un murmullo molesto, sin embargo, no fue hasta que sacudió ligeramente mi cuerpo que me giré y pronuncié palabra:

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En las puertas del sueño, el repetitivo llamado de mi compañero se oyó como un murmullo molesto, sin embargo, no fue hasta que sacudió ligeramente mi cuerpo que me giré y pronuncié palabra:

—¿Qué? —pregunté somnolienta, arrastrando las palabras.

Aún con los ojos cerrados, apoyé mi rostro en su pecho. No quería levantarme. Tampoco quería estar lejos de él. Entre sus brazos, resguardada por su calidez y su olor, no había tenido pesadillas. Estar junto a él, dormida o no, me hacía sentir a salvo y me sometía a una tranquilidad de la que no quería alejarme.

—En lo absoluto me molesta tenerte así, Hada —observó él. Su mano acariciaba dulcemente mis cabellos—, pero, mis padres se levantarán en cualquier momento y...

—¿Y? —refunfuñé. Solo quería volver a los brazos del sueño.

¿Por qué tenía que despertarme cuando aún era tan temprano?

Lo noté sonreír.

—Tienes una piel muy suave. —Una de sus manos recorrió mi espalda desnuda y ronroneé ante el contacto. La aspereza de sus dedos no resultó molesta, sino gentil—. ¿Recuerdas que estás sobre mí en ropa interior?

Estaba tan adormecida que tardé algunos segundos en entender lo que me había dicho. Cuando lo hice, me tomó un par más medir las consecuencias. «Ropa interior...», sí, la noche anterior me había desnudado antes de meterme a la cama y, al despertarme, ahogada por la pesadilla, ni siquiera había pensando en vestirme, solo había ido con Matthew...

Abrí los ojos de par en par al caer en ello y di tal brinco que mi cuerpo se estrelló contra el suelo junto con las sabanas que nos habían estado cubriendo.

—¡Idiota! —Rápidamente me puso de pie y le señalé con el dedo —. ¿Qué pensarían tus padres si entran a la sala y nos ven así? ¡Seguro creen que soy una zorra o algo similar! —Cubrí mi cuerpo con las sabanas ante su mirada perpleja y regresé a su habitación, dejándolo atónito. 

Al cerrar la puerta detrás de mí, me dejé caer al suelo sonriente. No me molestaba que Matthew me viera en ropa interior, sin embargo, la posibilidad de que sus padres nos hubiesen visto en aquella situación, me avergonzó terriblemente. Realmente quería dejarles una buena impresión a todos, quería que me dejasen volver... Aunque, debía admitir que, de haber ocurrido, habría sido de película. Una embarazosa, sí, pero divertida película. 

Durante un instante me quedé así, en el suelo, con las manos sobre mi pecho y una sonrisa tonta en los labios. Luego, me puse de pie y me vestí con el vestido de la noche anterior. Recogí mi cabello en una alta coleta de caballo —intentando que la misma quedara lo más decente posible sin la ayuda de un espejo— y salí en busca de mi compañero tras haber hecho la cama. 

Cuando mis pies descalzos regresaron al comedor, un fuerte aroma a café me envolvió por completo. Saboreándolo, supe enseguida que no era café instantáneo —del que tomaba todas las mañanas—, sino café de grano. 

Escondiendo mi otro yo. [COMPLETA. EN EDICIÓN]Where stories live. Discover now