Capítulo 41: Doy asco.

596 42 1
                                    

Si alguien en algún momento me lo preguntaba, podía decirle —con toda sinceridad— que había dado todo de mí para que el retrato de Matthew saliera bien

Oups ! Cette image n'est pas conforme à nos directives de contenu. Afin de continuer la publication, veuillez la retirer ou télécharger une autre image.

Si alguien en algún momento me lo preguntaba, podía decirle —con toda sinceridad— que había dado todo de mí para que el retrato de Matthew saliera bien. Había observado los finos rasgos de mi compañero por varios minutos y había analizando cada medida y tamaño, sin dejar pasar ni un solo detalle antes de disponerme a plasmarlos en la hoja con torpe determinación.

Había buscado hacer algo decente y el resultado había sido un Matthew nada encantador.

De cualquier forma, no podían culparme, nunca había tenido talento para dibujar y eso se manifestaba en mis calificaciones en el área. Además, no había sido solo culpa de mi falta de talento, sino que el saber que Matthew me observaba sin pronunciar palabra, no conseguía más que hacer temblar mis manos y dispersar mi concentración.

Aún así, no creía que mi dibujo estuviera tan mal. Quizá la mandíbula estaba un poco ancha y las mejillas demasiado rectas, sin mencionar la nariz deforme y los ojos pequeños a los que no había podido hacer pupilas por falta de tiempo, pero si entrecerraba mis ojos podía ser capaz de visualizar a mi compañero.

¿A quién quería engañar? Estaba horrible y había desperdiciado las dos horas de clases en eso.

Bufé transformando la hoja en una pelota de papel que arrojé al otro extremo de la mesa.

—¿Qué sucedió? —preguntó Matthew, confundido, estirando su mano para tomar mi desastre.

—Doy asco —me quejé dejándome caer en la mesa para ocultar mi rostro contra la superficie fría—. Si el proyecto fuera sobre hacer retratos desfigurados tendrían que ponerme la mayor nota.

—Es arte, Hada. El arte no tiene porque ser perfecto —observó condescendiente—. Simplemente tienes que dejar que tu mano exprese en el papel lo que tu corazón siente. No es tan difícil.

Resoplé moviendo mis cabellos como una niña caprichosa.

—Pues mi corazón debe estar en sus días —repliqué girando la cabeza para mirarle con el ceño fruncido.

Él rió gracias a mi patético comportamiento y mientras apoyaba su puño en su mejilla inclinó la cabeza sin apartar su mirada de la mía. En ese momento sentí que si era necesario fracasar una y otra vez en mis dibujos con tal de verle así, lo haría. Lo haría un millón de veces más si el resultado era una sonrisa suya. No obstante, cuando una media sonrisa se insinuó en mis labios, la suya desapareció.

La expresión de su rostro me recordó a mi madre poco antes de su muerte y es que, en sus ojos, al igual que en los de ella, pude vislumbrar palabras que sus labios no deseaban expresar. Con mi madre había sido demasiado tarde, después de todo, cuando por fin había juntado el coraje de preguntar qué sucedía sin miedo a sentirme una molestia, ella ya no estaba. 

No quería que sucediera lo mismo con Matthew. Sin embargo, cuando iba a pedirle que se quedara conmigo esa tarde con la excusa de que necesitaba ayuda, la campana sonó y todos se levantaron de sus asientos con desorden. Incluyéndolo a él, quien se marchó sin dedicarme siquiera un penoso gesto de cabeza.

Me levanté de mi asiento tras haber arrojado mis cosas dentro de mi bolso con fastidio hacia todo lo que se cruzaba por mi mente y cuando lo hice, me encontré cara a cara con que James. Al vernos, me sonrió con timidez.

Por un instante me llegué a cuestionar qué necesitaba, pero la memoria de nuestro beso me abofeteó y me obligó a sonreír como si todo estuviera bien. «Estoy con James» Me recordé, no obstante, me fue difícil espantar el ardor que se adueñaba de mi pecho cada que pensaba en Matthew. De cualquier forma, lo intenté y es que no podía permitirme ser fría o indiferente con el chico a quien había confesado mis sentimientos. 

—¿Disfrutaste el café? —me preguntó. 

—Estaba delicioso —admití. James había pedido exactamente el café que a mí me gustaba: extremadamente dulce—. ¿Llegaste muy tarde a tu clase por ello? 

El rascó su nuca en un gesto divertido. 

—No demasiado —confesó, causando que me sintiera avergonzada—. Así que no debes preocuparte. De hecho, estoy aquí porque quiero hacerte una invitación. 

—¿Sí? ¿Y qué invitación es esa? 

Él me sonrió emocionado. 

—¿Almorzarías conmigo?

Yo tardé unos segundos en responder. Sin embargo, no tardé en mover mi cabeza en un gesto afirmativo. 

—Claro —dije tomando mi bolso.

Ambos salimos de clase con dirección a la cafetería y atravesamos el pasillo infestado de estudiantes. Melody y Ethan no tardaron mucho en aparecer a nuestras espaladas y se sumaron a nuestra liviana conversación.  Aunque claro, Melody no demoró en empezar a parlotear sobre lo inútil y estúpida que era la protagonista de un libro que estaba leyendo y de cómo no era capaz de elegir entre dos chicos.

Por su parte, el joven de cabellos rubios intentaba explicarle su punto de vista.

—¿Entiendes? —me preguntó Melody con el ceño fruncido—. ¿Cómo es posible que una chica no pueda decidir entre un chico que daría la vida por ella, que le salvó la vida prácticamente, y uno que a pesar de que también la quiere mucho, no sabe ver lo que ella realmente necesita y quiere? —Suspiró irritada y agregó—: ¿No te parece patético?

—Muy patético —contesté condescendiente.

—¡No seas condescendiente conmigo! —reprochó dándome un codazo—. Dime tu punto de vista. Hasta ahora solo tengo la opinión de Ethan y no me convence.

Cuando iba a contestar que quizá la chica solo estaba confundida, alguien tocó mi hombro, provocando que me girara por inercia. Era David.

—Hola —saludó en general con su sonrisa coqueta y su postura despreocupada.

Mis acompañantes le devolvieron el saludo mientras que yo me abstuve de dárselo, aún estaba molesta por el incidente de la fiesta. De todos modos, no me sorprendía el trato normal que la pareja tenía con el mujeriego, ya que yo había decidido guardar silencio. Sabía que, si abría la boca, Melody le daría una paliza mientras que Ethan lo regañaría como a un niño pequeño que ha cometido una travesura. 

—¿Vienes a almorzar con nosotros? —preguntó Ethan con curiosidad.

—No, tengo práctica, pero nos vemos esta tarde, ¿verdad? —preguntó encogiéndose de hombros, a lo que el rubio asintió—. Además, quería hablar con Aylin —dijo centrando su mirada en mí.

—¿Con ella? —cuestionó James con cierta irritación en su voz. 

—Sí, con ella, niño bonito —se burló David a modo de respuesta—. Pero no te preocupes, no es un asunto... —Se detuvo para buscar la palabra adecuada acariciándose la barbilla modo de provocación—. Personal.

—¿De qué quieres hablar? —pregunté antes de que el ambiente estallara en alguna clase de pleito. Aunque no me lo creía del todo ya que James era demasiado pacífico y David era un idiota que probablemente se echaría para atrás. No por cobarde claro, sino por puro aburrimiento.

—Lo descubrirás si me acompañas —replicó haciendo un gesto hacia detrás de él.

—Está bien —acepté al no ser capaz de pensar una alternativa—. Ya regreso, chicos —avisé mirando a mis amigos—. Será rápido, ¿verdad?

—Eso depende de ti —bromeó mi solicitante con una sonrisa provocadora. Al ver que lo fulminé con la mirada, agregó—: sí, será rápido, preciosa.

Sin más nos separamos del resto y comenzamos a caminar por el pasillo en dirección opuesta.  

Escondiendo mi otro yo. [COMPLETA. EN EDICIÓN]Où les histoires vivent. Découvrez maintenant