Escondiendo mi otro yo. [COMPLETA. EN EDICIÓN]

Capítulo 36: ¿Celosa?

¿Cuánto tiempo ha pasado? Si me lo preguntaran, no lo sabría con exactitud. Mientras Matthew, retrataba mi figura, me dejé arrastrar por las sensaciones del entorno. Dejé que la brisa susurrara en mis oídos y acariciara mis cabellos, al tiempo que observaba, secretamente fascinada, los movimientos que mi compañero realizaba. Ágil y experimentada, su mano guiaba el lápiz sobre la hoja, dejando trazos seguros que me resultaban envidiables. Ojalá pudiese yo ser tan confiada al momento de construir líneas, seguramente, si así fuera, podría llegar a un resultado mucho mejor del que había obtenido la última vez. De todos modos, pasé de ese pensamiento y volví mi atención a Matthew, quien había levantado la mirada de su boceto para observarme. Al hacerlo y fijarse en mis ojos, me sonrió de forma encantadora antes de continuar dibujando. 

—No me falta mucho —advirtió y yo asentí. 

Realmente no me importaba continuar allí sentada si eso a él le servía y es que, a pesar de que el silencio siempre me había resultado algo molesto, con Matthew eso no sucedía. El silencio, con él, no era un peso, sino, al contrario, resultaba agradable. De hecho, estando así, fue que me di cuenta de que estar con Matthew me gustaba..., un poco. 

—Terminé. —La voz de mi compañero hizo que me apartara de aquella idea—. Lamento si tarde más de lo que esperabas.

—No —contesté moviendo un poco mi cuello. Noté unos leves tirones a los lados, causados por la perpetua inclinación en la que había tenido que mantenerlo—. No tienes que lamentar nada.

Él asintió aliviado y se dispuso a guardar sus cosas dentro de su morral, inclusive aquel cuaderno que tenía sobre el regazo y en él cual me había retratado. ¿Acaso no iba a mostrarme el resultado final? Sí, eso era lo que efectivamente tenía pensado hacer, y claro, no es que muriera por verlo, pero la curiosidad siempre daba su primer paso cuando se trataba de mí. Así que, teniendo presente que por voluntad Matthew no actuaría, di un salto en busca de incorporarme, sin embargo, no me di cuenta de que mis piernas se hallaban dormidas por la quietud y  en el momento en el que mis pies tocaron el suelo, mis rodillas se doblaron bajo mi peso. Cerré mis ojos al ser consciente del golpe que se avecinaba, no obstante, el impacto nunca llegó porque las manos de Matthew se mostraron más veloces y me tomaron justo antes de que algo fatal sucediera. 

Cuando un cosquilleo nació en la base de mis pies y trepó molesto por mis rodillas, me sujeté a sus brazos en busca de estabilidad; y al abrir los ojos, con una expresión de disgusto por la sensación, me encontré con una sonrisa tranquilizadora.

—Sabes, creo que se está volviendo una costumbre el sostenerte, Hada —bromeó sin malicia y sin parecer querer alejarme.

Yo no respondí. Sentía mi corazón demasiado acelerado ante el recuerdo de la noche anterior porque, estando así, tal y como estábamos ahora, es que aquel beso había sucedido. Inevitablemente, mi mirada descendió a sus labios y mi mente me trasportó al preciso momento en el cual fui testigo del sabor de su boca y de lo apasionado del encuentro. Relamí mis labios al volver a sus ojos y noté la fogosidad en ellos. ¿Acaso estás pensando lo mismo que yo? Quise preguntar, pero mi boca permaneció sellada al tiempo que él me observaba. Por la forma en la que lo hizo y por la manera en la que sus manos se afirmaron a mis caderas, supe lo que deseaba..., algo que yo también quería, pero no podía hacerlo. Matthew era un chico con intenciones sinceras, y yo no quería, ni podía, confundirlo con mis sentimientos... Sentimientos que eran un caos y que solo nos destruirían. Además, estaba James, él chico que a mí me gustaba, con él que quería iniciar algo y con el cual mi mentira podía seguir en pie.