Capítulo 11: ¡Odio el alcohol!

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Si veinticinco minutos nos había tomado llegar, habíamos estado diez buscando un lugar donde aparcar el Jeep

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Si veinticinco minutos nos había tomado llegar, habíamos estado diez buscando un lugar donde aparcar el Jeep.

—¡Al fin! —exclamó Melody al retirar la llave del vehículo para bajarse de un salto—. Creí que no nos bajaríamos nunca. 

—Bueno, supongo que llegamos en pleno auge de la fiesta —comenté intentando no sonar desganada. La idea de que  todo el instituto estuviera allí, bailando y bebiendo mientras las luces centellaban una y otra vez, me inquietaba muchísimo.

—Entonces hay que entrar antes de que sea demasiado tarde.

—Creí que llamarías a Ethan —advertí cuando Melody me tomó del brazo para llevarme dentro.

—Oh. —Se detuvo de golpe—. Tienes razón. Tú entra primero, consigue algo para beber y yo te busco, ¿está bien?

—Está bien —acepté y encaminé hacia la casa.

La música resonaba con la intención de destruir mis tímpanos con cada paso que daba hacia la inmensa propiedad que se alzaba en un estilo rustico y moderno. Era como si el lujo se hubiese enlazado con la calidez de una cabaña pérdida en el bosque. 

Espabilando, subí los escalones y toqué el timbre. 

En el pasado las fiestas eran mis pasatiempos favoritos. Adoraba salir, beber y bailar como si el mundo estuviera por acabarse, sin embargo, el tiempo me había cambiado y ahora únicamente pensaba en darme la vuelta e irme. En el fondo, sabía que no podía hacer eso por tres razones: la primera era que no quería arruinarle la fiesta a Melody. La segunda porque quedaría mal con Liz —lo que me importaba poco y nada, pero si quería seguir manteniendo mi reputación, al menos ese día tendría que importarme— y  la tercera...

—¡Ay! —me quejé cuando la puerta se abrió de golpe y un chico obeso me llevó puesta. 

El chico de cabellos pelirrojos tenía un olor horrible a alcohol y apenas se muto de mi presencia, y tal como si fuera un poste que se había topado en su camino, me esquivó con dificultad, bajó los peldaños de la casa para tropezar con una piedra y cayó al suelo.

Molesta lo ignoré e ingresé a la casa, no iba a preguntarle cómo estaba. Dentro, el aroma a alcohol y a cigarrillo me abordó junto a las luces y la música. De cualquier forma, fui incapaz de detenerme en más porque unas femeninas manos me rodearon por la cintura, haciendo que me sobresaltara cuando la respiración caliente y el hedor a cerveza que emanó de ella me rozó el cuello.

—Hueles delicioso —susurró una voz melosa en mi oído.

Incómoda, me giré para quedar frente a unos hermosos ojos celestes que me observaban con curiosidad.  Era Liz, con sus labios de color carmín y sus mejillas sonrosadas por el alcohol. La miré entre curiosa y desconcertada, deteniéndome en el corto vestido rojo que se ceñía a su cuerpo y dejaba poco a la imaginación. Definitivamente Liz tenía un cuerpo de infarto y una hermosa cabellera que caía en cascada sobre su espalda. 

Escondiendo mi otro yo. [COMPLETA. EN EDICIÓN]Where stories live. Discover now