Manifiesto: Capitulo once.

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Agramon tenia la costumbre de frotar su rostro con ambas manos cuando las cosas parecían salir de su control y, sabiendo que era lo que iba a hacer, me adelanté y sostuve sus manos. Lo conocía tanto como conocía a mi hermano, lo conocía incluso más que a Bastian.

Agramon no iba a elegir esos anillos.

—Agramon, ¿quieres que yo haga esto por ti? —Jamás había visto tanta inquietud en los ojos de ese oscuro, jamás había visto la inseguridad a segundos de ganarle—. Los conozco a los dos, sabré que es lo correcto para personas tan peculiares como ustedes.

—¿Qué pasa si elijo los incorrectos? —Nunca pensé que esos anillos tuvieran tanto valor para él—. ¿Qué pasa si solo la jodo más?

No me importó que la vendedora nos estuviera mirando, le di un leve apretón a sus manos y le sonreí intentando devolverle la seguridad que perdía con el pasar de los segundos. Jamás había visto a Agramon tan indeciso, tan poco determinado.

Jamás había visto a Agramon tan asustado por arruinar algo pero comprendí que, cuando tienes el poder de arruinar lo mejor de tu vida, así es como te ves.

—No hay manera en que amándola como la amas arruines esto tan especial que tienen, ¿queda claro? —Agramon solo enfocaba sus ojos en los míos, pero no había ninguna señal de que me hubiera escuchado—. Athan, ¿confías en mi?

—Si —respondió al instante.

Me sentí rebosar orgullo.

—Muy bien, entonces irás al coche y me esperarás ahí. Yo me encargaré de esto.

Lo vi dudar.

—¿Harías eso?

Le debía tanto a ellos, que hacer eso se sentía como una mínima parte que no me ayudaría a pagar aquella deuda infinita. Asentí y solté sus manos con una sonrisa socarrona que sabía, le fastidiaba.

—¿Por qué clase de persona me tomas? Anda, ve al coche. En diez minutos estaré ahí. —Ladeo la cabeza, aún indeciso—. ¡Dijiste que confiabas en mi!

—Y lo hago —se defendió—. Pero no quiero sumar una responsabilidad innecesaria a tu lista.

—Esta debe ser la mejor responsabilidad de mi vida, no lo dudes. —Apoyé mis manos en sus hombros, claramente después de estirarme, y lo obligué a voltear—. Ya vete.

Tenía mis manos en su espalda para empujarlo en dirección a la salida cuando sentí todos sus músculos perder la tensión segundos antes de que soltara una risa baja, relajada. Él pensaba tanto en Aria, y en lo que la haría feliz, que supe que no había mejor hombre para ella.

No había forma en el planeta en que yo pudiera permitir que ella lo rechazara, antes, la obligaba a aceptar.

Cuando Agramon estuvo fuera la encargada me esperó al lado de su escritorio con una sonrisa. No se molestó en mostrarme todos los anillos que seguramente, fueran perfectos para otras parejas, con solo ver la reacción de Agramon podía darse cuenta que ninguno de esos anillos serviría para ellos.

No era necesario conocer a Agramon a fondo para saber que ese hombre, debía ser el hombre más enamorado de toda nuestra galaxia, por no decir del universo entero.

Esa vendedora se ganó automáticamente mi respeto cuando, entre sonrisas cómplices, me preguntó que tenía en mente.

—¿Hacen anillos por encargue? —Asintió con emoción, me pregunté cuantas veces en su vida había atendido un pedido tan particular como el que yo le daría—. ¿Cuanto tiempo demorarán?

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