Capítulo 7 {Nunca Nada}

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Antonio Villanueva escuchó a Elisa, su asistente, ofrecerle algo de tomar a la recién llegada y ésta negarse con un titubeante «No gracias».

—Elisa, no me pases llamadas. No quiero interrupciones —apuntó Antonio en un tono más severo del usual con la intención de hacerle ver a la joven quién estaba en control de la situación. Se enorgulleció de su acierto que la muchacha accedería sin problema a la cita imprevista que él le impuso.

—Sí, señor. —Elisa asintió con la cabeza, reafirmando la petición. Salió por la puerta cerrándola detrás de ella.

Por su postura insegura y hombros encogidos, Antonio tenía claro que la inesperada reunión había tomado desprevenida a la joven.

El hombre se levantó en silencio de su moderno escritorio e hizo un gesto con la mano para invitar a Carolina a tomar asiento en uno de los sillones de la pequeña sala que se encontraba en el extremo derecho. El atuendo de Antonio Villanueva consistía en un impecable y costoso traje negro, una camisa azul con los dos primeros botones desabrochados sin rastro de corbata, haciéndolo lucir relajado. Pese a su posición de director general, creía firmemente que portar una apariencia accesible lograría capturar la confianza de sus empleados y acercarse a él con nuevas ideas. Se había esforzado en crear un ambiente sano donde sus empleados se sintieran cómodos y pudieran desarrollar su potencial. Era un escenario ganar-ganar a su parecer.

Al mismo tiempo que ella se alejaba de la puerta, Antonio no pudo evitar observarla con severidad para tratar de controlar la melancolía que trataba de escapársele.

Carolina, sintiéndose intimidada desvió su mirada hacia el suelo con la intención de recomponerse. Se sentó lentamente antes de aclarar su garganta.

—¿Por qué decidió recibirme? —Antonio continuaba observándola de forma acusadora. Finalmente él exhaló, tratando de sacudir la tensión de sus hombros sin éxito alguno.

Dios, esta joven era la viva imagen de Julieta. Admitía que jamás se detuvo a contemplar en cómo sería su aspecto y el efecto que tendría éste sobre él. Estaba resultando más doloroso de lo que creyó. Antonio Villanueva se caracterizaba por no retractarse de sus decisiones y detestaba admitir que se había equivocado en invitarla. Lo único que lo detenía de echarla por la puerta era su necesidad de averiguar la verdadera razón por la cual lo contactó.

Hubo un largo silencio, y cada segundo que pasaba se volvía más y más incómodo. Era como un juego absurdo donde el perdedor sería quién rompiera primero el silencio que el aire sostenía con firmeza.

—¿Qué has venido a buscar? —contestó Antonio finalmente, su voz era grave y calmada mostrando una mezcla de irritación y pesar en sus palabras.

—Como le expliqué en la llamada que le hice ayer, solo quiero entregarle la carta que encontré entre las pertenencia de mi mamá. —Algo en su tono le dijo que se trataba de solo una excusa. Antonio se cruzó de brazos.

—Si esto es todo la puedes dejar sobre mi escritorio antes de salir. —Carolina se mordió su labio inferior al mismo tiempo que tomaba su bolsa. Deseaba alentarla para que revelara su verdadero objetivo—. Si tu intención era solo entregarme la carta pudiste dejarla en el mostrador y rechazar este encuentro.

—Tiene razón. Hay algo que no deja de darme vueltas en mi cabeza desde ayer y es el cómo supo quién era yo. No voy a mentirle diciendo que eso no me sorprendió.

—Lo mismo podría decir yo cuando me llamaste, Carolina. —Ella frunció el ceño al notar que el hombre no había contestado su pregunta, pero decidió que no tenía un motivo para ocultarle esa información—. Tu nombre lo conozco porque sé quiénes son tus padres. Fue fácil deducirlo.

Ahora, entonces y siempreWhere stories live. Discover now