Capítulo 1 {Solo se vive una vez}

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Si te importa el que dirán
Y te quieren controlar
Recuérdalo bien
Solo se vive una vez

-Azúcar Moreno




Ciudad de México.

    Acurrucada en uno de los estrechos asientos de la clase turista, Carolina miraba a través de su ventanilla. Desde ahí podía admirar, con fascinación, la magnitud de la Ciudad de México mientras el avión comenzaba el descenso. Recordó con nostalgia los años que vivió en ella.

No iba a negarlo, Carolina la encontraba refrescante, era embriagante el ambiente de libertad que podía respirar. Probablemente era contaminación más que nada. Sin embargo, ya no sentía que estuviese hecha para vivir en una ciudad donde sus habitantes vivían deprisa perpetuamente, le gustaba la tranquilidad que los cimientos prehispánicos y paisajes gloriosos encerraba su ciudad, San Luis Potosí.

El viaje le había parecido más corto de lo usual y era porque Carolina tenía la habilidad de perderse entre los sutiles trazos que dibujaba en su libreta roja que la acompañaba a todos lados. Entre el colorido mundo imaginario donde las horas eran insuficientes. Sabía que el dibujo era el único refugio capaz de salvarla de ella misma. De sus inesperadas ocurrencias y de sus alocados impulsos que, por lo general, terminaban metiéndola en problemas. Sabía que cuando sostenía un lápiz o un pincel entre sus dedos podía ser arrebatada y audaz todo lo que quisiera. Entre más lo fuese mejor.

En cuanto se abrieron las puertas automáticas que guiaban a la salida del aeropuerto, sintió alivio al ver a su hermano parado con una sonrisa torcida, esperándola. Carolina corrió entre el mar de gente en su dirección y lo abrazó. Desesperadamente necesitaba de sus brazos fuertes para reconfortarla y decirle sin palabras que todo iba a estar bien.

—Te extrañé, chino —dijo Carolina efusivamente.

—Yo también, pequeña —respondió Manuel al tiempo que la envolvía con sus brazos protectoramente.

Sin darse cuenta la noche había aparecido. Múltiples reflectores giratorios lanzaban su luz hacia el cielo carente de luna. La cúpula de la arena estaba totalmente iluminada y le daba la bienvenida a los fanáticos de la agrupación inglesa: Muse.

«Ni hablar, ya estoy aquí», pensó Carolina, nerviosa mientras se cerraba su chamarra de mezclilla para no dejar al aire frío colarse por debajo de su ropa. Fue en ese instante cuando lamentó estar vistiendo una falda. Minifalda, de hecho. Por lo menos tuvo la precaución de ponerse botas y dejó al descubierto sólo un poco de piel.

—¿De verdad no quieres que te acompañe mientras llega tu novio? —preguntó Manuel sin ocultar preocupación en su tono.

Siempre le ha molestado su sobreprotección, en ocasiones, era excesiva. Pero esta vez él tenía una razón para preocuparse. Su novio jamás llegaría. Fernando, sin preámbulo de ninguna especie, había roto con ella hacía un mes, y no había tenido el valor para confesárselo a su hermano porque sabía cómo reaccionaría cuando supiera que había decidido asistir sola a un concierto de rock. Le enumeraría los peligros de un lugar como este y, sobre todo, le impediría asistir sola. Odiaba tener que mentirle, además de ser su hermano, era su mejor amigo.

Ella quería gritar, quería cantar hasta que le dolieran los pulmones para desahogar su dolor y su frustración. Qué mejor lugar para hacer eso que un concierto, y tenerlo de acompañante significaba arruinarle por completo sus planes. Cuando adquirió los boletos del concierto para asistir con Fer, Carolina había reservado también un fin de semana en un lujoso hotel para complementar la sorpresa. Había gastado un fortuna para dejar que todo se perdiera. Ni Fernando ni Manuel le impedirían pasar dos días dedicados exclusivamente a ella.

Ahora, entonces y siempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora