-Pensé que hoy era tu día libre -exclamó Jane con aburrimiento mientras seguía cambiando de canal.

Me senté a su lado en el sofá.

-Ya, hubo una emergencia, pero ya está solucionado ¿y tú? ¿qué tal en el trabajo?

-Bien, de hecho quería hablarte de eso, van a enviarnos a África para ayudar a todas esas familias que han perdido su casa, así que estaré ausente por allá por tiempo indefinido -me explicó mientras apagaba la tele-. También están buscando médicos que estén dispuestos a colaborar con la ONG y te mencionaron, me dijeron que te preguntara si podías venirte con nosotros, te necesitan, acepté por ti, espero que no te importe.

Sonreí.

-Claro que no, estaré encantada de ayudar, pero tendré que pedir permiso en el trabajo, aunque no creo que se nieguen -más que nada porque con la ONG en la que Jane trabajaba era colaboradora del mismo hospital en el que yo ejercía, muchas veces la ONG pedía médicos y era el mismo hospital quienes los elegía para mandarlos con ellos (y yo ya me había convertido en un habitual de la ONG, aunque mi principal trabajo seguía siendo en el hospital), siempre y cuando los médicos aceptaran.

Además, en África necesitaban toda la ayuda posible, se había extendido un virus y muchos estaban muriendo en cuestión de días cuando enfermaban. Y si a eso le sumábamos el terremoto que había habido esa pobre gente no sólo estaba enferma, sino que se había quedado sin hogar.

Algunos médicos eran reacios a ir en estos momentos a África y no porque no quisieran colaborar, tampoco por miedo a contagiarse, sino porque en estas misiones en las que médicos iban a intentar combatir enfermedades desconocidas podía pasar mucho tiempo antes de poder regresar a casa y muchos de ellos tenían familias que no podían desatender por tanto tiempo.

Por lo que quienes iban allá sabían a lo que se arriesgaban y aún así nunca faltaban voluntarios, entre ellos Jane y yo. Y es que el mundo era un lugar lleno de crueldad y odio, pero eso era sólo una parte, la otra parte era buena y estaba llena de personas altruistas que daban su vida de ser necesario por ayudar a los demás.

Y gracias a mi nueva vida había conocido a algunas de esas personas, a las cuales había llegado a admirar profundamente.

Como el director del hospital en el que trabajaba. Un humano de sesenta años llamado Jeff Steffenson, todos en el hospital le admirábamos. Había consagrado toda su vida a la medicina, había hecho grandes avances en investigaciones médicas y era todo un altruista, siempre que no estaba trabajando colaboraba con ONGS. Y hacía cinco años le habían detectado un cáncer maligno y aún así no se rendía, seguía luchando. Había épocas en las que tenía que estar de baja por su enfermedad, pero cuando se sentía un poco mejor volvía a ponerse al cargo del hospital. Era su pasión. El trabajo lo era todo para él.

Pude ver en su mente que el motivo que le impulsó a dedicar toda su vida a la medicina fue tras la muerte por leucemia infantil de su hermana pequeña. Eso le destrozó y le marcó para siempre. Pero no se hundió, sino que luchó para intentar evitar que más gente pasara por lo que él tuvo que pasar.

Y habiéndome metido en su mente ese hombre seguía siendo una de las personas a las que más admiraba. Y no era fácil, por lo general cuando me metía en la mente de alguien ese alguien se caía del pedestal, porque la gente no aparenta a veces lo que es, pero con Steffenson era diferente.

De hecho no dudaba que, en cuanto supiera que la ONG iba a mandar médicos a África, él mismo se ofrecería a ir también.

-¿Y cuándo has dicho que nos mandarán para allá? -le pregunté para intentar cuadrar mi agenda y anular todas las citas que tuviera.

-Iban a enviarnos al próximo mes, pero no dan abasto allí y lo han adelantado a la próxima semana.

Me mordí el labio.

Vaya... eso significaría que no podría asistir a la boda de Emmett y Rosalie. Lástima, me apetecía verlos.

Pero bueno, ya habría otras oportunidades para asistir a sus bodas. Tendría que llamarles para avisarles.

º º º

2 semanas después...

-Ha sido tan triste... -me comentó Jane mientras se tumbaba en su saco de dormir, no porque estuviera cansada, sino porque había sido un día largo y todos habíamos vuelto a nuestras tiendas de campaña. Este lugar era sin duda el más pobre al que la ONG nos había mandado.

Antes nos enviaban a campamentos con cimientos, ahora ni eso, el terremoto lo había destrozado todo. A nosotras nos daba igual, pero que esa pobre gente no tuviera ni un triste techo firme donde resguardarse era horrible...

-Lo sé, pero la enfermedad ya la había consumido casi por completo antes de que la trajeran -hablábamos de una niña que nos habían traído esta mañana.

La había traído su familia desde una aldea lejana, pero ya había sido demasiado tarde. La enfermedad la había ido consumiendo poco a poco hasta que había muerto hacía un par de horas. Era sólo una niña de cinco años como mucho, a Jane y a mí nos había dolido perderla, pero no había nada que hubiéramos podido hacer.

Aún no sabíamos contra qué estábamos luchando, era una enfermedad nueva que aún estaban investigando para tratar de averiguar qué la producía.

Pero hasta que no supiéramos a qué nos enfrentábamos sólo podíamos intentar ayudar a esta pobre gente como pudiéramos. Si conseguiamos pillar la enfermedad a tiempo la podíamos paralizar con medicamentos, pero no eliminar.

Todos en el campamento esperábamos la llamada del centro de investigación, les habíamos mandado todo lo que sabíamos y estábamos a la espera de un diagnóstico y una solución.

Y hasta que esa solución llegara podían pasar semanas, meses o incluso años. Y hasta que eso sucediera nos quedaríamos aquí intentando ayudar en lo que pudiéramos.

º º º

Un mes después...

-¿De qué crees que quieran hablarnos? -me preguntó Jane mientras íbamos hacia la zona central del campamento, habían dado un aviso de que nos reuniéramos allí.

-Ni idea -contesté un poco ausente, mi cabeza aún seguía en el pobre hombre al que habíamos tenido que amputarle la pierna para que el cáncer no se siguiera extendiendo.

Ese hombre mantenía a una familia de ocho personas con su trabajo duro. ¿Cómo podría ahora mantenerla con sólo una pierna? Ya no podría. Esa familia se había quedado sin ninguna oportunidad de sobrevivir.

Y el caso de este hombre no era aislado. Esta pobre gente vivía en la más absoluta miseria y pobreza. Dolía ver tanto sufrimiento a mi alrededor.

Estaba tan distraída con todo eso que mis sentidos eran nulos, por eso tardé más de lo normal en reconocer ese aroma tan familiar.

Pero aunque no lo hubiera detectado por su aroma lo habría hecho cuando la responsable de la ONG, Bibiana Miller, dijo su nombre. Entonces no hubo duda alguna de que era él.

-Chicos, dadle la bienvenida al nuevo médico que se incorpora a nosotros. El doctor Edward Cullen.

Se empezaron a oír aplausos y palabras de bienvenida, pero yo sólo pude mirarle y cuando él me devolvió la mirada una cálida sensación me invadió.

La hija del diablo (terminada)Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang