C4

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Capítulo 4, Bella Cullen

Oficialmente ya formaba parte de la familia Cullen. Después de que les contara mi historia Carlisle me volvió a ofrecer que me quedara con ellos, como una más de la familia. Y obviamente acepté. Por primera vez en mi vida me sentía aceptada.

Carlisle dudó un poco sobre cómo proceder con la adopción. No sabía si sería mejor que yo volviera al orfanato de donde me escapé para organizar una adopción en regla, o si, por el contrario, sería mejor que Jasper falsificara mi adopción, al igual que había falsificado la de los demás en su momento.

Yo le supliqué que lo hiciéramos por falsificación, no soportaba la idea de volver a poner un pie en ese orfanato. Si alguien de ahí me volvía a ver seguramente llamarían corriendo al reverendo Greene o a mi madre para decirles que había vuelto, y no quería volver a pasar por otro exorcismo o cualquier otra locura de ese par de dementes.

Porque una adopción en regla llevaba su tiempo y obligatoriamente me tendría que quedar en el orfanato un poco y eso sí que no. Así que cuando le expliqué a Carlisle mis motivos se decidió. Así que ya era oficialmente una Cullen más.

Bella Cullen, para ser más exactos.

Aún me resultaba raro mi nuevo apellido, pero estaba segura que no tardaría en acostumbrarme.

Este lunes empezaba el instituto junto a los demás. El curso ya estaba empezado, pero Carlisle y Esme habían conseguido que me admitieran.

Aunque tenía miedo... miedo de que alguien me reconociera o viera mi marca. Si eso sucedía todo volvería a empezar.

Ahora mismo me encontraba instalándome en mi nueva habitación, Alice y las chicas me habían llevado de compras y era agradable estar colocando mis nuevas cosas en mi habitación. Por primera vez tenía cosas sin haber tenido que utilizar mi don.

Incluso me habían comprado libros. De pequeña me encantaba leer, pero estos últimos años no había tenido oportunidad de hacerlo.

Estaba colocando los libros en la estantería cuando alguien llamó a la puerta.

-Adelante -le dije a quien fuera.

Me giré y vi que era Carlisle.

Le sonreí.

-¿Qué tal vas? ¿necesitas ayuda para colocar todo?

Negué con la cabeza.

-No, que va. Además, así me mantengo distraída -le expliqué mientras seguía colocando los libros.

-Bella, me gustaría hablar contigo sobre una cosa -me dijo Carlisle con tono serio, pero a la misma vez con tristeza.

Me giré y le miré.

-Claro, ¿qué sucede?

Carlisle me indicó que me sentara y eso hice. Carlisle también se sentó en la silla del escritorio, enfrente mío.

-Bella, he estado hablando con un cirujano plástico y le he comentado tu caso. Él cree que podría quitarte la marca de la frente al completo.

Abrí los ojos sorprendida.

¿Carlisle se había tomado la molestia de hablar con un cirujano plástico para ayudarme? No me lo esperaba. Esa noticia me había pillado totalmente desprevenida. Lo que más quería era desprenderme de esa maldita marca que me había hecho mi madre, pero siempre había pensado que era imposible...

-Mmm...vaya, no sé qué decir. No me esperaba esto. ¿De verdad cree que podrá quitármela? -pregunté aún incrédula, incapaz de creer que de repente todo en mi vida se volvería tan rosa. Era tan bonito que costaba creérselo. No solo había encontrado a gente que me aceptaba, sino que ahora también se ofrecían a ayudarme a quitarme esa horrible marca.

Carlisle asintió.

Sin quererlo empecé a llorar emocionada.

¿Podría ser que a partir de ahora pudiera ser realmente feliz?

Carlisle se levantó de la silla y se sentó en la cama para abrazarme.

-Bella, ¿por qué lloras? ¿he hecho algo mal? -me preguntó desconcertado por mis lágrimas-. Tal vez debí consultarte a ti antes de hablar con el cirujano plástico.

Aún abrazada a él le contesté rápidamente.

-No, no, no es eso -le aclaré intentando controlar mis lágrimas-. Es sólo que me resulta increíble todo esto. Es tan bonito que cuesta creerlo. Por primera vez me siento aceptada y querida por alguien. Y, como si no fuera suficiente que Esme y tú me hayáis adoptado, ahora me ofreces la oportunidad de desprenderme de esa horrible marca...

Carlisle me abrazó más fuerte.

-Bella, tú te mereces esto y más. Tu vida ha sido muy difícil y lamento no haberte podido ayudar antes, pero ahora eres una más de mi familia y voy a encargarme personalmente de hacer todo lo que esté en mis manos para que seas feliz.

º º º

-¿Y que más podéis hacer? -le pregunté a Alice.

Ambas nos encontrábamos en mi cuarto. Yo, haciendo zapping en la tele, y ella, buscándome ropa para mi primer día de clase. Así que decidí aprovechar y preguntar más sobre su naturaleza.

Aún se me hacía raro, pero ya tenía asumido que era cierto.

Ella se giró e inclinó la cabeza hacia un lado confusa.

-¿A qué te refieres exactamente? -preguntó.

-Bueno, a los que son como tú... -y a pesar de que ya lo había asumido aún me resultaba difícil pronunciar la palabra "vampiro", era como si me hubiera metido de lleno en un libro de ciencia ficción-, ya sabes, vampiros.

La comprensión cruzó su rostro y se volvió a girar para rebuscar en el armario.

-Pues tenemos fuerza y velocidad sobrehumana. Nuestra vista también es mucho mayor, al igual que nuestro oído. Se podría decir que todos nuestros sentidos y reflejos están muy por encima de la media.

Me mordí el labio, indecisa sobre cómo plantearle la siguiente cuestión. Era un tema que hasta ahora no había tocado por miedo a la respuesta.

-Y... ¿qué coméis?

Alice dejó de rebuscar y se volvió a girar hacia mí.

Me miró con una pequeña sonrisa traviesa en los labios.

-Ya decía yo que estabas tardando demasiado en preguntar -se rió jovialmente, como si yo acabara de hacer el chiste del año-. Puedes relajarte, Bells. Sólo nos alimentamos de sangre animal.

La miré entrecerrando los ojos.

-¿De animal? ¿en serio? -y me quedé pensando en qué tipo de animales. ¿Sangre de perros? ¿de gatos? ¿de pájaros?-. ¿Y no os quedáis con hambre?

-No, por lo general solemos cazar una vez a la semana. Pero eso sí, cuando salimos a comer cazamos hasta estar totalmente satisfechos. Emmett, por ejemplo, si no caza a dos pumas y tres osos pardos no se da por satisfecho.

Vale. Eso respondía a mi pregunta no formulada. No cazaban a pequeños animales, sino a animales grandes. Muy grandes. Y peligrosos.

Y supe entonces que cuando decía que tenían fuerza sobrehumana no exageraba, porque ¿de qué otra forma iban a cazar a pumas y osos pardos salvajes en plena fauna?

Sin duda el mundo de los vampiros era fascinante.

º º º

-Deja de mirarme así, me pones nerviosa -le dije a Edward y es que desde hacía un rato no me quitaba la vista de encima, no parecía querer rendirse y seguía intentando leerme la mente. Parecía frustrado de no poder leerme la mente y es que, al parecer, yo era la única excepción a su don.

-Lo siento -se disculpó-, no pretendía incomodarte. Es que me resultas tan fascinante. Eres como un libro abierto en muchos sentidos, pero sin embargo tu mente está cerrada a cal y canto para mí.

Le miré.

-¿A qué te refieres con qué soy un libro abierto? -pregunté confusa mientras me acomodaba mejor en el sofá.

Edward y yo nos habíamos quedado solos, ya que los demás se habían ido a cazar. Edward, por lo visto, había cazado hacía menos, aunque no sabía el motivo por el que había cazado sin su familia, pero tampoco pregunté.

Así que yo me dispuse a pasar la tarde leyendo, pero Edward no dejaba de mirarme intentando leerme la mente y eso me estaba distrayendo.

-Tus expresiones siempre indican lo que piensas antes de que lo digas en voz alta. En ese sentido eres como un libro abierto. Pero cuando intento indagar más me encuentro con una barrera infranqueable -me explicó sencillamente y mientras le miraba no pude evitar notar, por primera vez, que era bastante atractivo.

Hasta ahora nunca me había fijado en ningún chico. En mi vida todo habían sido decepciones, pero ahora que todo parecía irme mejor me tomé la libertad de ser una chica normal por cinco minutos y noté que Edward Cullen era guapo. Muy guapo.

Ante ese pensamiento me sonrojé como un tomate. Y agradecí a diestra y siniestra que él no pudiera leerme la mente, de lo contrario no podría volver a mirarle a la cara.

Edward, al notar mi repentino sonrojo, frunció el ceño.

-¿Te sientes mal? Te has puesto roja, ¿tienes fiebre? -preguntó preocupado alargando la mano y cuando vi que iba a tocarme la frente giré el rostro, no quería que me tocara ahí, él pareció comprenderlo y bajó la mano.

-Estoy bien -respondí avergonzada sin mirarle a la cara.

Y se produjo un silencio incómodo entre ambos. Todos habían insistido en que no hacía falta que llevara la gorra en casa, que ante ellos no tenía que ocultar nada y por eso esa tarde tan sólo ocultaba la marca mi flequillo, pero aún así, esa marca me seguía acomplejando demasiado.

-Bella... -empezó a decir con dolor en su voz, pero se calló-. Lo siento, no quise interrumpirte, sigue leyendo -dijo y se marchó del salón, dejándome sola.

La hija del diablo (terminada)Where stories live. Discover now