Epilogo

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Epílogo

Narra Alba

-¿Estás nerviosa? (Asentí, y me cogió la mano)
-¿Porque está tan lejos Argentina? (Resoplé y apoyé mi cara en el hombro de Ana, se rio y sonreí)
-Ya llegamos... (Comentó en un susurro)
-Sí, menos mal... porque si no a una que yo sé (levanté mi cabeza y miré hacia los asientos que había a nuestro lado) le va a dar algo.

Me reí cuando sonrió mirando la pantalla de su móvil, miré por la ventana observando Buenos Aires a nuestros pies. Apenas faltaban unos minutos para bajar del avión, mi primera vez en este país, estaba emocionada. Volví a mirar a Vanesa, seguía sonriendo.

-¿Por qué cogimos un avión con wifi? (Ana me miró) Ha pasado de nosotras todo el rato...
-¡Oye! (Me dio un golpe en el brazo y me giré hacia ella) ¿No tienes suficiente conmigo? (Sonreí)
-No te pongas tontorrona... (Le di un beso en la mejilla y sonrió)
-Nunca la había visto así (dijo mientras se giraba viendo a Vanesa).
-Es una loca enamorada...

Nos miramos cómplices, hasta que una voz en off nos anunció que estábamos a punto de aterrizar, Vanesa nos miró.

-¡Por fin!

La miré a los ojos, le brillaban más que nunca. Tenía tantas ganas de llegar que no dejó apenas terminar de hablar a las azafatas que ya estaba tirando del brazo de Ana para que saliéramos de aquel avión. Yo me ocupe de nuestro equipaje de mano, menos mal que era poco. Estaríamos un par de semanas, Vanesa tenía promoción de 'Munay' en Argentina y dentro de unos días en Chile. Más adelante haríamos Colombia, Perú, incluso parte de Europa. Sería una locura. Tendríamos que coger el avión dos días después, pero claro, al estar aquí Malú, cambiamos parte de los planes y volamos antes. Habían sido días duros, sobre todo para ellas. Pero lo habían llevado lo mejor que podían, habían decidido que no les iban a quitar la felicidad que habían vuelto a tener. Y las ganas, las ganas de tenerse la una a la otra podía con todo lo demás. La prensa las perseguía a todos lados, pero no les importaba. Hacían vida normal, iban cogidas de la mano sin miedo al qué dirán, sonreían ante las preguntas de los periodistas y hacían oídos sordos a las entrevistas que Gonzalo estaba dando en televisión. Estaba cavando su propia tumba, y aun no se había dado ni cuenta. La tropa hacia muy bien su trabajo, las apoyaba al cien por cien. Sus amigos y familia estaban felices, no podían pedir más.
Estábamos a punto de salir por la puerta de embarque cuando Vanesa se puso a correr, dejando su mochil tirada a un lado, Ana la recogió mientras se reía y se ponía a mi lado. Y ahí, en medio del aeropuerto, Vanesa corrió hasta los brazos de Malú. No pude no emocionarme, Ana me besó la mejilla y nos dirigimos hasta la parada de taxi, dejándolas atrás, mientras se reían y besaban sin miedo a nada.

Narra Vanesa

Después de hacernos cientos de fotos en el aeropuerto, salíamos de allí, sonrientes con las manos entrelazadas. Cogimos un taxi y nos dirigimos a un pequeño apartamento que habíamos alquilado. Las cosas de Malú ya estaban allí, y mi maleta me la haría llegar Ana. Las habíamos enviado al hotel donde ella y Alba se hospedarían aquellos días. El camino hasta llegar se me hizo eterno, no nos escondíamos de nada, habíamos decidido ser una pareja normal y que la gente opinase de nosotras lo que quisiera. Pero lo que quería hacerle no podía ser detrás de un taxi. La observaba mientras ella sonreía mirando por la ventana, mientras nuestras manos seguían unidas. Las miré, y jugueteé con ellas.

-¿Qué haces? (Me miró y le sonreí)
-Nada... (Me acerqué a su oído y le susurré) Estoy deseando llegar a casa...

Noté como su piel se había erizado, me reí, me separé de ella y me senté en mi asiento mientras observaba Argentina. Sus calles me transportaban a un lugar mejor, a mil historias que contar, y esta vez lo haría con ella.

-Aquí es...
-Tome (dijo rápida Malú), quédese el cambio.

Me reí, salimos del taxi sin apenas despedirnos del conductor, cogí de nuevo su mano y me guio hasta el apartamento. Puerta cerrada, y por fin mis manos pudieron tocar su piel bajo aquella camiseta que ya me estaba molestando. Fui hasta su cuello y lo mordí, y de nuevo su piel reaccionó, ella y sus manos, que me cogieron de la cintura y me guiaron hasta la habitación. Sonreí cuando me desabrochó el pantalón, y fue directa con su mano debajo de mi vientre. Suspiré al sentir sus dedos fríos y la besé. Me despedí de su camiseta, de sujetador mientras besaba sus pechos. Me caí en la cama y Malú se rio, la miré y sin decir nada más la cogí de sus piernas e hice que se sentara encima, me di la vuelta y allí estaba. La mujer más maravillosa del mundo, toda para mí. Que suerte tenerla. Sonreí cuando la observe, desde su pelo alborotado hasta mis manos en su pantalón mientras lo quitaban. Llegué a sus pies y me puse en pie, la miré y se apoyó en la cama mientras se mordía el labio inferior. Me quité la camiseta y los pantalones bajó su atenta mirada, y volvía la cama, me puse encima de ella, y allí, en el centro de Argentina, en un pequeño estudio grité su nombre contra su oreja, gritó el mío contra mi cuello hasta llegar el amanecer.

-¿Qué haces despierta?

Me giré y sonreí al ver a Malú apoyada en el marco de la puerta del dormitorio, llevaba puesta mi camiseta, le tendí mi mano y la cogió, luego la estiré hasta a mí, y se sentó encima de mí, en una butaca que había en medio de aquel pequeño salón.

-Ana me ha enviado el equipaje, (dije mirando hacia un lado) y también la agenda... le estaba dando un vistazo.
-¿Mucho trabajo? (Asentí) Nos veremos poco, entontes... (Se entristeció)
-Ey... no pasa nada. Vamos a sacar tiempo, (Acaricié su cara) además, nos pasara aquí... y en España también... (Sonreí) Así que, (la abracé) vamos a disfrutar mientras estemos juntas.

Sonrió, nos besamos y la abracé fuerte. Me separé después de unos segundo, hice que se sentara en el aguanta brazos de aquella butaca, me pregunto dónde iba pero no le contesté, cogí mi mochila y saqué una pequeña caja. Volvía sentarme y se la enseñé, me reí porque sabía que miles de dudas le habían saltado en su cabecita. La abrí para que volviera a respirar, cuando lo vio aun entendía menos las cosas. No era un anillo, aún era temprano para todo aquello, no necesitaba nada de eso mientras estaba segura de que la tenía a mi lado. Eran unas llaves, las cogí.

-Abre la mano. (Lo hizo con miedo) No me mires así... (Volvió a reír) No te asustes, no son las llaves de mi casa, ni de una casa nueva... (La miré a los ojos mientras apretaba nuestras manos y las llaves que le había dejado en la palma) Son las llaves de nuestra casa. De... nuestro refugio... Lo compré para acordarme de ti, de nuestra historia, por la calma que me daba, o creía que lo hacia... Me he dado cuenta que aquel lugar no era el que me llenaba sino el pensar que algún día tu y yo lo llenaríamos a él. Imaginar todo lo que dijimos que haríamos. Juntas. Y ahora... por fin...

Sonreímos, no me dejó decir nada más. Me besó, sin dejar ni un solo rincón de mi boca por descubrir. Qué maravilla saber que ella está aquí, y que yo, yo estoy también. Por fin el destino caprichoso nos ha concedido el mejor de nuestros deseos, ahora toca cuidarlo, quererlo y agarrarlo fuerte. Dejemos las excusas y vivamos.




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Qué poco me gustan las despedidas... pero esta historia ha llegado a su final.
Gracias, gracias y gracias... por acompañarme, por ser cómplices de mi imaginación ❤️
¡Nos leemos muuuuy pronto!

Arañando el destinoWhere stories live. Discover now