Capitulo 8

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Capítulo 8

-Pero... ¿Ha pasado algo?

No podía apartar la vista de Alba, preguntó aquello con miedo, dejó de sonreír cuando Ana le dijo aquello, y yo, yo dejé de sentir nada más. Solo noté como mi amiga me quitaba las fotografías que había sacado yo misma del sobre y se las daba a Alba, las miró tan sorprendida como yo.

-¿Qué crees que ha pasado Alba?
-No... no lo sé... (Miró a Ana) Yo no...
-Vamos Alba, sé que Vanesa te contó su historia... y solo nosotras sabemos que fue a Sevilla... y solo tú, Alba, sabias que iba a hablar con ella.
-No, no. Eso no es cierto. Yo no sabía que Malú iba a hablar con ella.. No. ¡Vanesa!

Noté como me miraba, e hice lo mismo. No podía creerme que Alba fuera capaz de eso.

-Vanesa dile que yo no... no sabía nada de esto. (Miró de nuevo a Ana) Nunca les iba a hacer algo así.
-Lo siento Alba... pero...

Me dejó de nuevo el sobre cerrado en mis manos, me miró triste cuando cogió su bolso y se fue hasta la puerta. Se giró de nuevo y clavó su mirada en la mía.

-Tiene razón Malú... Eres una cobarde.

Dio un portazo y volvía mirar el sobre. Lo abrí de nuevo, y observé una y otra vez lo que contenía. Fotos realizadas en el puente de Triana, sola paseando, cuando llegó Malú, cuando discutíamos y cuando nos besamos. Paré en la última, donde Malú tenia apoyada su cabeza en mi pecho y yo besaba su cabeza. Una lágrima cayó por mi mejilla. Por ella, por aquella noche, por todas las veces que había huido, miré de nuevo a Ana, estaba sentada en su silla con las manos en la cara.

-Ana... (Me miró) Yo...
-No, Vanesa, tu nada... No te preocupes... (Volvió a sentarse recta y cogió el móvil) Esta todo parado, y la bronca de Rosa ya me la he llevado yo.
-¿Ha llamado la manager de Malú?
-Así es. Me ha ayudado a parar todo esto, como en los viejos tiempo.
-Ya... (Dejé de mirarla, y volví a las foto
-Pero por favor, que sea la última vez.

Asentí sin apenas escucharla. Nunca le había hecho caso, me lo había dicho tantas veces que ya me daba igual. Siempre volvían a salir fotos y ella junto a Rosa volvían a comprarlas y a escondernos en un cajón. Observé bien las fotos, había la hora en ellas, no me cuadraba nada de lo que estaba pasando allí.

-Pero Ana... ¿Cómo sabes que ha sido Alba?
-Bueno, es fácil. Ella lo sabía todo, ella estaba contigo...
-Si... pero, mira las horas... (Le di una de las fotos, cuando yo me despedí de Malú) Alba estaba en el hotel...
-O quizás no Vanesa (Me miró), todo el mundo tiene contactos, también ha podido llamar a un fotógrafo.

Dejé las fotos en la mesa y Ana las cogió para guardarlas, menos una. La que había mirado más rato, esa que besaba la cabeza de Malú, como si quisiese protegerla de todo lo malo. La guardé en mi bolso, y salí de la oficina. Caminé hasta casa, y pensé si en algún momento del viaje a Sevilla Alba había hecho algo extraño, pero no había nada malo en ella, no podía ser. En tan poco tiempo me había demostrado tanto, era tan clara que no podía hacer eso. 'Eres una cobarde'. La última grase que me ha dedicado. Y si... tiene razón. Amanecía en el templo de Debod, me senté en uno de los bancos de sus jardines, saqué el móvil, tenía un mensaje de Alba, lo abrí mientras un nudo en la garganta había llegado para quedarse, en ese mensaje solo había una frase, corta, precisa, valiente. 'Fuerza y honor'. No le contesté, lo entendí perfectamente, tenía que ser fuerte y tenerme honor a mí misma antes que a los demás. Incluso no estando allí, Alba me ayudaba. Honor para ser valiente. Fuerza para atreverse hacer locuras. Y la locura se convirtió en realidad cuando minutos después, y gracias a un mensaje de José, me encontraba en la puerta de RLM. Entré en las oficinas, más decidida que nunca, y me dirigí a la sala donde siempre estaban reunidos antes de cerrar algún concierto. José me comentó que Malú también estaría allí. Tenía que volver a hablar con ella. Aunque no sería nada fácil. Toqué en la puerta, recibí la contestación y entré.
-Buenos días...

Dije dando un paso adelante, hice un barrido a las caras, José y los músicos estaban ahí, un poco sorprendidos por mi aparición, miré a Malú y le sonreí, no podía contenerme, y menos cuando le brillaban los ojos tanto como lo habían hecho al verme. Y por último miré a Rosa, estaba sería, y allí sentí que me había metido en la boca del lobo, o mejor dicho, de la loba.

Arañando el destinoWhere stories live. Discover now