—Sí claro, adelante.

—Creo que lo mejor es que yo me vaya ya – supuso mi compañera caminando hacia la puerta y cruzándose con _____ mientras tanto—. Hasta mañana, Liam.

Me dedicó una última sonrisa y se marchó, llevándose consigo aquel tintineo de tacones contra el suelo tan característico de ella.

—¿Qué... qué hacía Ainhoa aquí? —preguntó acercándose a la mesa cabizbaja después de asegurarse de que ya nadie nos escuhaba.

No pude evitar reír al imaginar los pensamientos que debían estar circulando a toda máquina por su cabecita, así que me levanté de mi sitio y me coloqué detrás de ella para rodearla por la cintura y poder hablarle al oído.

—No es nada de lo que piensas, celosilla —añadí con una sonrisa enorme. No me podía contener—. Ella me pidió que le diera unas cuantas clases particulares de música, y es lo que estaba haciendo.

—¿Sólo eso?

—Sólo eso —le aseguré besando su mejilla. La hice girar sobre sus talones y quedáramos cara a cara—, te lo prometo.

_____ me sonrió y se acercó aún más a mí para plantarme un tierno beso en la nariz.

—¿Te apetece ir ya a ver los resultados?

—¿Qué si me apetece? —preguntó con enfasis elevando el tono de voz. Parecía de pronto molesta—. ¡Todo el mundo se sabe la lista de memoria desde esta mañana de tantas veces que la ha leído, y yo ni un simple vistazo le he echado! Y todo porque querías que la viera contigo y fuera una sorpresa... —volvió a aseverar más calmada, adoptando un tono más cómico—. Más te vale que esa lista compense mi enfado, porque si no ya puedes estar rezando porque no te arranque uno a uno tus preciosos cabellos y te deje calvo.

Yo comencé a reír por su estado de histeria.

—Eh —me pegó en el hombro—, no te rías. No tienes ni idea de lo nerviosa que he estado hoy...

Esto ya sí que lo había dicho en serio, era obvio.

—Es cierto, tienes razón. Lo siento.

Después de que aceptara mis disculpas, puse mi vista sobre el pañuelo tan bonito que llevaba alrededor de su cuello y se me ocurrió una idea instantáneamente que implicaba su uso.

—¿Me lo prestas? —pregunté, tirando de un extremo y deslizándolo por su piel con lentitud.

—Depende —dijo. Ella me agarró la mano impidiéndome seguir y me miró a los ojos—. ¿Para qué lo quieres?

—Es una sorpresa.

Vi un atisbo de duda en sus ojos, pero sabía que no se negaría a nada de lo que le pidiera.

—Está bien —accedió soltándome y permitiéndome volver a reanudar mi tarea.

—Date la vuelta y cierra los ojos —le indiqué.

Sin rechistar, se volvió a girar y me permitió colocarle el pañuelo a modo de venda al rededor de sus ojos. Su mano buscó a tientas algo a lo que aferrarse, por lo que le tendí mi brazo. Me sujetó con fuerza y comenzamos a caminar. La guié por los pasillos del colegio hasta que llegamos frente al tablón de anuncios donde tan solo quedaba una lista de las cinco que había colgado Marcel por la mañana.

—¿Preparada?

—C-reo que sí —musitó insegura.

Mis dedos desataron con habilidad el nudo que anteriormente había realizado y aparté el pañuelo de su cara. Al no estar de frente, no pude apreciar el proceso por el cual pasaría su expresión facial antes de que pegara un grito que me dejara sordo, así que, echándole mucha imaginación, recreé el momento en mi mente. 

Te NecesitoWhere stories live. Discover now