15.

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Liam corrió hasta llegar a mí y se arrodilló en el suelo tomándome de los brazos y empujándome hacia él. Yo no dudé ni un segundo en abrazarlo, refugiándome en sus brazos y descargando toda mi impotencia contra su pecho.

—Ya... ya está —decía mientras me mecía de un lado a otro—, no ha pasado nada, estoy aquí, contigo...

Sus palabras sólo me hicieron querer aferrarme aún más a él sin dejarle casi respirar. Quería tenerlo a mi lado, quería tenerlo sujeto a mí y sentir que nunca se iría... quería que nunca me dejara sola.

—Eh, vamos, no llores —susurró alzando mi barbilla y limpiándome las lágrimas con delicadeza—. No me gusta verte así.

—Yo... es que... no puedo —dije arrastrando las palabras mientras me derrumbaba, teniendo que volver a abrazarme desesperada a él—. Gracias por ayudarme, pensé que... que me iba a... —musité con la voz temblorosa.

—Shh, ya está. No lo pienses más —me pidió acunando y acariciando mi cabeza sobre su hombro

Cuando vio que ya estaba más calmada, me separó de él y me levantó con especial cuidado del suelo.

—Tengo frío —dije cubriendo mi cuerpo casi desnudo con mis brazos. 

Él enseguida se quitó su sudadera, quedándose tan sólo con una camiseta de tirantes puesta, y me hizo un gesto para que levantara los brazos. Yo me negué e intenté quitársela de las manos, pero él la apartó.

 —Déjame a mí.

A regañadientes, levanté mis brazos con reparo y permití que me vistiera como si fuera una niña indefensa. En otra ocasión o con otra persona distinta, esa misma situación hubiera sido incómoda e incluso vergonzosa, pero con él se sentía diferente.

Mi piel se erizó en el instante en que sus tibias manos entraron en contacto con mi cuerpo. A cada roce que teníamos sentía pequeños escalofríos que obviamente intentaba de todas las maneras posibles ocultar delante suya. Fue extraño, pero a pesar de todo no me sonrojé.

La sudadera era grande, por lo que me resguardaba bastante del frío. Él pasó un brazo por encima de mis hombros y me acercó a a su cuerpo cobijándome mientras me guiaba hasta el interior de su edificio.

—¿Mejor ahora? —preguntó estrechándome con seguridad. Yo asentí— ¿Te apetece subir a casa? 

Esta vez volví a asentir con la cabeza, pero de una forma más tímida. Era realmente increíble lo rápido que podías llegar a sentir vulnerabilidad estando entre unos brazos tan anchos y confortables como los de él.

Al llegar al rellano del quinto piso —donde él vivía—, me extrañó el hecho de que se acercara al timbre y llamara un par de veces. Se suponía que a esas horas él estaría solo en casa, y al salir por última vez del piso debió haber cogido sus llaves. Pero fue cuando escuché movimientos tras la puerta que comprendí que no seríamos nuestra única compañía esa noche.

Antes de que la puerta se abriera, me separé de Liam bruscamente y froté mis manos por mi cara tratando de borrar cualquier rastro de llanto.

—¡Por fin llegas! —exclamó Katy asomándose por la puerta y dirigiéndose a él, pensando que estaba solo, hasta que giró la cabeza y me vio. Sus ojos se abrieron como platos y no tardó en volver a manifestarse alegremente— ¡_____, viniste!

Ella se abalanzó sobre mí con ansias y agilidad, pero tardó muy poco en separarse cuando pareció ser consciente del estado en el que me encontraba, porque aunque tanteé la posibilidad de pasar desapercibida, era imposible que mis ojos no reflejaran la angustia propia de aquel susto que me había llevado.

Te NecesitoWhere stories live. Discover now