Capítulo XIX

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Ainhoa.

Entré al castillo con las piernas temblando por el encuentro con Ethan. Definitivamente fue intenso y excitante.
Me dirigía silenciosamente a mi cuarto, no quería cruzarme con nadie, aunque dudo que alguien este despierto a las 4 a.m .
Los pasillos del castillo a estas horas eran realmente espeluznantes, era un laberinto de terror donde vez sombras en cada esquina.

Un ruido en la dependencia de la cocina me llamo la atención,  detuve mi paso para poder escuchar mejor y efectivamente de oían unos pasos muy delicados.
Me acerqué sigilosamente, al entrar a la enorme cocina donde había una mujer de mediana edad regordeta que rebuscaba en la enorme alacena.
Me paré detrás de ella y le toque el hombro provocando que pegará un salto y tirará los cereales que estaba comiendo a escondidas.

- Tais, no te asustes.

- Perdón señorita, tenia hambre el señor Viktor no me permite alimentarme. Por favor no diga que estoy comiendo. - Me dijo ella asustada tomando mis manos, el maldito de Viktor no la dejaba alimentarse por tener sangre de brujas.
Tais era sirvienta de mi madre, era su confidente y amiga, una hija de mago y una humana que no tenia poderes pero si tenia apercibimiento de sangre mágica.

- Puedes comer lo que quieras mientras yo este cerca. - Le dije tomando su mano , a ella se le llenaron los ojos de lágrimas y no pude contenerme de abrazarla.

-¡Gracias señorita Ainhoa!

- Pero necesito un favor tuyo...

- Dígame señorita. -Me dijo mientras tomaba un bocado de cereales para calmar su hambre.

- Necesitó que me lleves a los calabozos donde están los magos.

Ella me miró con duda, había tocado un tema tabú. Si ella me llevaba allí y alguien nos descubría ambas moriríamos a manos de Viktor.

- Voy a llevarla señorita.  - Dijo con determinación y salió de la cocina.
La seguí sin hacer ni un solo ruido, ambas nos desplazabamos silenciosamente por los pasillos interminables del castillo, estábamos caminando demasiado realmente, pasamos los cuartos, las salas de entrenamiento,  las salas comunes.
Solo se detuvo cuando llegó al final de un corredor que tenía una puerta vieja y con llave, ella me miró dudosa, sabía que no tenia la llave.

No la necesitaba, recité el conjuro que ya sabia de memoria para Está situación y ante la incrédula mirada de Tais, la puerta cedió de su cerradura.

Detrás de esa puerta se encontraban los magos y brujas de Eratra, se encontraba mi familia.

Miré para ambos lados y verificar que no hubiera nadie alrededor y me adentré al calabozo.
Baje por la húmeda y sucia escalera y haciendo un hechizo pude formar una bola de luz que nos sirvió para urgar en el asqueroso lugar.

Barrotes y celdas adornaban cada centímetro del lugar, por cada celda habían cinco personas que dormían en el suelo.
Tanto lujo en el castillo para vampiros inmortales y mi gente estaba de esta manera  infrahumana.

Tais tomó mi mano y me llevó por el pasillo angosto hasta una celda más alejada, una celda donde dormía un anciano con ropas sucias, Tais golpeó levemente los Barrotes y el anciano se despertó.

Al levantar la vista y enfocarla en mi se acercó lentamente, sin saber que esperar de este encuentro a altas horas de la madrugada. Su cara estaba deteriorada por las condiciones de vida pero aún así se podía apreciar que en su juventud fue un joven muy apuesto.

-Ainhoa, el es Marcus. - Me dijo Tais y yo inmediatamente me tapé la boca para reprimir un sollozo, mi abuelo estaba frente a mi.

- Ainhoa... ¿Tu eres? - Me dijo en susurro con voz melodiosa. La duda tenía su rostro y cuando asentí suavemente, el lloró y tomó mi mano por el hueco libre de la celda.

- Si, soy la hija de Rachel, soy tu nieta. - Le dije con la voz quebrada por las lágrimas,  el lloró más fuerte y yo solo pude apretar su mano e imitarlo.

- Mi niña ¿Qué haces aqui?, Debes irte. -Me dijo con dolor,el partía el corazón verlo en esas condiciones y aun así se preocupaba por mi seguridad.

- Vine al castillo para liberarlos, debes decirles a todos que pronto vendrá una guerra y deben estar preparados.

Estaba segura de mi decisión,  no flaquearia en esto,  mis dudas quedaron en el pasado cuando entre en este calabozo.

El asintió con la cabeza y besó los nudillos de mis manos.

- Eres una mujer muy valiente, Reina de Eratra.

Sus palabras me causaron un escalofrío pero también es llenaron de orgullo, levante la cabeza y sequé sus lágrimas.

Salimos del calabozo con Tais sin hacer ni un solo ruido, volví a cerrar la puerta con el hechizo y nos dispusimos a salir .

- ¿Qué hacen aqui?

Una voz gruesa a nuestras espaldas hizo que nos quedáramos heladas en nuestro lugar.

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El TestigoTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon