39. Alejo

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Yo: Alguna novedad?

Sebas: Nop. No nos deja pasar

Yo: fuck.

Estoy desesperado. No sé qué más hacer. Necesito saber que está bien. Puedo aguantar cualquier cosa, puedo esperarlo hasta la eternidad, puedo pelearme con quien sea, siempre y cuando sepa que Damien está bien.

Ahora entiendo el terror. Lo entiendo a él, aunque me duela.

Dejar a alguien atrás, saber que las consecuencias de tus actos recaerán sobre la persona que amás... Esa es la única razón por la que no derribo su puerta y esa es la razón por la que Damien se aleja de mí.

Lo amo. Lo admiro. Lo extraño. Lo necesito. Pero, ¡Mierda!, me estoy muriendo.

Mi familia me mira preocupada. Intentan levantarme el ánimo y yo finjo por ellos.

Es nochebuena y vino toda la parentela. Mi mamá puso su mix de cumbias viejas, suena Gilda, Tambó-Tambó, Ráfaga... No me gusta la cumbia, salvo en navidad. Todos los años me divierto con esos temas, me río cuando Ema baila con su abuela, cuando mi tía canta y se equivoca la letra, cuando mi tío cuenta la misma anécdota mil veces...

Esta vez es distinto.

—¿Más vitel toné? —pregunta mi mamá y no contesto. Mi mente divaga.

Estas fiestas las iba a pasar con Damien. ¡Ay, Dios! Estaba tan feliz. Su remera está envuelta bajo el arbolito, con una tarjeta que, como imaginarán, dice: «te amo». Miro el envoltorio.

—¿Alejo? —Mi mamá esta con la fuente frente a mí.

—Perdón... Eh, permiso. —Me levanto de la mesa y voy al baño. Bajo la tapa del inodoro y me siento a llorar.

Dejo que salga el dolor que me oprime el pecho. Soy como un dique en temporada de lluvia, necesito largar mis lágrimas para aflojar la presión de mi corazón y volver a estar fuerte y firme para cuando Damien me necesite.

No pierdo las esperanzas de que llegue el día en que me llame. No puedo perderlas, es lo único que me mantiene en pie.

Vuelvo a la mesa y mi mamá me mira preocupada.

—¿Estás bien? —pregunta por lo bajo.

Asiento e intento comer. No tengo éxito.

Cuando vamos al patio a comer turrón y seguir tomando, siento que tengo que huir. Volví a fumar mis Lucky, casi los había dejado el último tiempo, porque bueno, tenía los besos de Damien que son más adictivos y saben mejor.

Ahora fumo, fumo y lloro, y pataleo y puteo y vuelvo a llorar.

Me voy al garaje, lejos de la vista de los que me quieren. Los hago sufrir, lo sé. Sufren conmigo, sufren porque ya no sonrío, ni hablo pavadas de mi sobrina —sí, sigo pensando que va a ser nena—, ni dibujo, ni escucho música. Es que todo es una mierda sin Damien. Posta. Mis canciones preferidas me recuerdan a él, cuando dibujo pienso en si a él le gustarían...

Caigo de cuclillas y vuelvo a llorar. Lo hago conteniendo los gemidos para que nadie me escuche, para que nadie sepa que no soy tan fuerte como parezco.

Unos brazos me rodean.

—Tenías razón —dice Emanuel y me trae un pedazo de pan dulce—, ahora te tengo que alimentar por una semana. Así que, comé.

—Ema...

—Comé. Perdí mi apuesta, vos ganaste. Comé —me ordena.

—¿Estás con Martina? —pregunto e intento secarme las lágrimas. Es al pedo, me salen mil más.

—Sí. Y tenías razón, está en una situación de mierda, tal y como vos me dijiste. Así que, mismo consejo que me diste, hay que ser fuerte para enfrentar lo que viene.

—¿Qué pasó?

—Ahora vos. ¿Te lo debo o no te lo debo? Sin vos, hubiese aflojado antes, ahora me toca a mí darte fuerza.

—No tengo más, Ema. No tengo más fuerzas, boludo —le digo y dejo que me abrace mientras lloro.

—¿Cómo no? Damien te lee, seguro. Sabe que estás acá para él, no dejes de remarla, Alejo.

—Necesito saber cómo está. Si Damien está bien, entonces yo puedo seguir. Puedo seguir el resto de mi vida, pero si él está mal... Dios, si todo esto es al pedo... ¿Qué sentido tiene? No... No quiero seguir —confieso con la voz quebrada.

Si a Damien le pasa algo, nada más me va a importar. Nunca. ¿Cómo se vuelve de eso?

—¿Creés en los milagros de navidad? —pregunto cuando dejo de llorar y me prendo otro pucho.

—Creo en todo lo que nos dé esperanzas —contesta y recuesto mi cabeza en su hombro.

Empiezan a sonar los fuegos artificiales y vamos al frente. Mi familia está en el patio, se escuchan sus gritos y risas felices.

—Feliz Navidad —le digo a Ema y a Damien a la distancia.

Casi puedo sentir su respuesta en el corazón.

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¿Maratón de sábado por la noche?

Gracias por las lecturas, estrellitas y comentarios.

Yo lloro con mis chicos, así que ando emocional :P

Entonces, me besó (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora