31. Damien

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Me siento en la cama y largo una risa nerviosa.

El espejo de mi ropero me devuelve mi imagen y niego con la cabeza, frustrado. Me puse una chomba Lacoste, unas bermudas de gabardina y los zapatos náuticos. Parece que voy a jugar al golf en lugar de a conocer a mis suegros.

—Muy formal —digo para mí—. Se nota que me estoy esforzando.

Bueno, un poco se tiene que notar ¿no? Tengo que dejar que mi imagen transmita que me importa generar una buena impresión, pero tampoco tiene que parecer que soy falso. Y ese del espejo no es Damien.

Chau, náuticos; bienvenidas, zapas converse. Mejor, aunque no del todo.

Cambio mis bermudas que son muy formales por unas cargo y la chomba me la dejo, pero a medio arremeter en los pantalones.

Cuando termino, estoy transpirando. Hace un calor mortal, sumado a los nervios, no la estoy pasando bien. Me lleva otro buen rato elegir el perfume. Intento apurarme, le prometí a Alejo ir más temprano.

El Ralph Lauren lo descarto junto con las bermudas; ya dijimos que look golfista no. Armani para traje, Calvin Klein para todos los días. Venga.

Un poco de gel para que no se me armen los rulos y se me infle el pelo, y ya estoy listo.

Ahora viene la parte difícil. Salir de mi casa sin llamar la atención. Fuck.

Escondí los vinos que compré como atención en mi mochila, no sabía si tomaban blanco o tinto así que elegí uno de cada, y desde entonces estoy encerrado en mi cuarto esperando que pasen los minutos. Si mis viejos me ven así vestido, se van a dar cuenta de que no salgo con amigos.

A lo mejor no me preguntan... y a lo mejor yo soy Lio Messi.

Llamo el remís desde mi pieza —que no pida el auto los va a hacer sospechar— y mientras espero, me pongo el reloj. Ya sé, es para caretear, si igual miro la hora en el celu.

Bocina; señal de huida.

Agarro la mochila, bajo los escalones de dos en dos, paso como un rayo por la cocina y saludo desde la puerta.

—No vuelvo a cenar...

—¿A dónde vas, Damien? —pregunta mi vieja.

—Se me hace tarde, chau.

Uf. Zafé, mi viejo no estaba. Mañana veré cómo la piloteo cuando me pregunten.

Yo: En camino.

Alejo: esperando en la puerta (emoticón de beso)

Lo amo. Mal.

Y lo extrañé horrores. Él se volvió justo la noche después de mi examen final —aprobé—. Yo, en cambio, me quedé hasta el viernes. Tenía algo importante que hacer, espero que salga bien y pueda contarle a Alejo antes de navidad.

¿No sería un regalo de navidad perfecto? Sin duda, para mí sí.

Salgo disparado del auto en cuanto llego; empecé a pagarle al chofer cuando giró en la esquina y me impaciento por el vuelto.

—Hola. Te extrañé —me dice, y lo beso.

Confieso que tenía miedo de tener que saludarlo frente a los padres, supongo se dio cuenta y por eso me esperó afuera. Cuando mis labios tocan los de él, lo que pensé sería un simple pico, pasó a ser un señor beso.

—Yo también. Nunca dos días se me hicieron tan largos.

Me hace pasar a su casa.

Las casas pueden ser sólo edificios, como la mía, u hogares, como la de Alejo. Se nota la diferencia al poner un pie adentro.

Entonces, me besó (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora