28. Damien

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No puedo creer que me haya negado esto por tanto tiempo. El placer que siento es indescriptible.

Estoy tan duro que, si me rozo apenas, voy a acabar. Siento los dedos de Alejo dentro de mí, tres dedos, moviéndose y volviéndome loco. Y, aun así, aunque esto sea lo más placentero que jamás sentí en mi vida, quiero más.

Quiero que Alejo me la meta. Y lo quiero ya.

Cuando sus dedos abandonan mi cuerpo, protesto. Pronto los reemplaza por la punta de su pene y mis quejas pasan a ser sonoros gemidos.

Resulta que soy un gritón en la cama. ¿Quién lo diría? No importa, no puedo sentir vergüenza en este momento; no puedo sentir nada que no sea el más intenso placer.

—Bajá —me pide y siento el aliento de Alejo en mi nuca—. Metétela tan hondo como puedas, Damien.

Le hago caso y empiezo a deslizarme en torno a su pene. Es grande y está duro, me excita pensar en su tamaño casi tanto como me asusta.

No siento dolor los primeros centímetros. Siento el momento en que atraviesa lo que parece ser un anillo dentro de mí y me detengo.

—No puedo más. —Me muerdo por el placer y la frustración.

Alejo me lame la espalda y me contorsiono. Al hacerlo, siento cómo aprieto su erección con los músculos de mi ano.

—Así está bien, está perfecto. —Su voz me acaricia el oído y luego remarca sus palabras mordiéndome el lóbulo de la oreja.

Pasa su mano al frente de mi cuerpo para tomar mi pene y masturbarlo. Lo hace lento, con movimientos cortos en lugar de los largos y duros que me llevan al orgasmo.

—Alejo... —le suplico. Alejo, Alejo, Alejo... es lo único que hay en mi mente, en mi corazón y es lo único que me sale decir.

«Te amo». Si tuviese fuerzas en este momento para hacer otra cosa además de sentir, lo gritaría con la misma fuerza con la que estoy gritando su nombre.

Me muevo contra su mano, buscando la liberación que se niega a darme. Al hacerlo, me muevo también contra su pene, hasta apenas dejar la punta dentro y luego bajo abarcando tanto como puedo.

Cada vez lo los movimientos se hacen más profundos, cada vez voy más lejos, cada vez lo siento más hondo.

—¡Damien! —lo escucho gritar mi nombre cuando al fin lo tomo por completo.

—Sí, sí.

Sigo moviéndome, ahora con desesperación.

No sentí dolor ni una sola vez. La sensación es extraña y por un momento incomoda, pero a medida que los embisten continúan pasa a ser sensacional.

Siento una corriente devastadora cada vez que Alejo acaricia mi punto G con su pene. ¿Se puede acabar sólo así? No lo sé, aunque supongo que sí. Creo que si hace eso el tiempo suficiente podría llegar al orgasmo. Quizá lo intente, otro día, porque hoy estoy al límite.

—Alejo, necesito...

—¿Qué, mi amor, qué necesitás?

—Verte, quiero verte cuando me la metés. Quiero ver tu cara cuando acabás.

La velocidad con la que me gira me hace reír. Mi risa queda atorada en mi garganta cuando lo miro a los ojos.

Es hermoso ¡Dios! Si tan sólo lo pudiesen ver ahora, me odiarían por la envidia. Sus ojos azules se ven enormes y las pupilas dilatadas hacen que su tono parezca aún más intenso de lo habitual —y eso es mucho decir—; su piel brilla por la transpiración y sus músculos se dibujan por la tensión de un inminente orgasmo; su boca, esa boca que puede provocar el más intenso placer ya sea con un beso o con una sonrisa, está entreabierta para ayudarlo a respirar.

Entonces, me besó (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora