37. Alejo

6.4K 754 114
                                    


Estoy algo preocupado. No me gusta dejar a Damien solo con la familia. De pensar que puede estar su padre, tiemblo.

Lo alcanzamos hasta la esquina de su casa y nos vamos al centro. Estacionar es la muerte, siendo cerca de navidad, todo el mundo está haciendo compras como nosotros.

En casa no somos regaleros, siempre anduvimos algo cortos de plata, así que mis papás ponen algo chiquito para cada uno en el arbolito, una pavada, pero lo que cuenta es la intención.

Sin embargo, este año estamos emocionados y la guita nos quema en la mano. Con mi vieja paramos en cada juguetería, casa de ropa de bebé, perfumería y miramos todo. Algo seguro compramos.

Yo veo un body e insisto.

—No hay cosas de nena o nene —le digo a mi mamá. Imaginar a mi sobrino o sobrina vestido de vaquita de San Antonio me puede.

Le saco una foto y se la mando a Damien. Al final terminamos comprando una de esas cajitas con perfume de bebé, jabón y talco.

—Voy a la peluquería, seguro voy a tardar, me vuelvo en un remís —dice mi vieja cuando terminamos con las compras.

—Dale, yo voy a buscar el regalo de Damien y después a él. Avisame cuando te liberes y te vengo a buscar yo, ¿para qué vas a gastar?

Me da un beso, y me voy al local de remeras. Al loco lo conozco, hace estampas a pedido y un par de veces trabajamos juntos. Esta vez le di un diseño mío hecho especialmente para Damien.

—Quedó buenísima, Alejo. Qué pena que no me dejes imprimir más —se lamenta.

—Te hago otro diseño para vender, no hay drama. Pero este no, es para mi chico.

—¿Hablaste con el negro? También anda pidiendo uno de tus dibujos.

—Le escribí por Face —contesto mientras pago. Estoy agarrando cuanto trabajo encuentro, aunque sea chico.

Le mando un WhatsApp a Damien cuando me libero y no contesta. Lo llamo y no contesta.

Empiezo a desesperarme.

Cuando al fin atiende, escucho en su voz que algo malo pasó.

No vengas. Por favor, Alejo. Se terminó... no puedo... ¡Dios! No puedo. Perdón. No vengas. —Cuelga.

No tengo palabras para explicarles lo que siento. ¿Miedo? ¿Rabia? ¿Desesperación? ¿Incredulidad?

Manejo hasta su casa e intento serenarme para no provocar un accidente.

Pasé infinidad de veces antes por ahí, sé dónde vive y, sin embargo, la casa de dos plantas sigue generando una gran impresión en mí; me resulta algo lujosa para mis estándares, con su garaje para dos autos, su puerta de doble panel y su fachada de ladrillo visto.

Toco el timbre y, sin casi esperar, golpeo la puerta y vuelvo a hacer sonar.

Abre el padre de Damien, Ernesto; su nombre me quema. Está golpeado y siento que la sangre abandona mi cuerpo.

—Vengo a buscar a Damien —le digo y lo miro a los ojos. Dejo que mi mirada transmita cuánto lo odio.

—Mi hijo no existe para vos.

—Buena suerte con eso ¡Damien! —grito.

Ernesto me empuja.

—¡Salí de acá, puto de mierda, o te voy a re cagar a trompadas! ¿Me escuchaste?

Entonces, me besó (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora