5. Alejo

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Es oficial. Lo estoy stalkeando.

Emanuel me ignora, piensa que estoy trabajando en algún diseño. Es que le pongo la misma atención a sus fotos que a mis dibujos.

Trato de desprender la vista de la PC un segundo y la fijo en mi mejor amigo. Luce raro.

—¿Qué pasa? —le pregunto.

Quizá otra persona me contestaría un escueto «nada», pero Ema siempre fue muy sincero y frontal. No es de los que se guardan las cosas.

—Me pasan cosas con Martina —confiesa y yo asiento. Me lo vengo imaginando hace meses.

Me da bronca no poder hacer nada. Mi mejor amigo me cuenta cómo la chica que le gusta va a volver con el novio que la hace llorar y me siento impotente.

No trato de darle un consejo. Sé que él la tiene más clara que yo, además, no hay nada peor que escuchar la receta de la vida cuando estás pasando un mal momento. Lo escucho hasta que dice todo lo que tiene para decir. Hablar lo hace sentirse más liviano.

Me crie con Ema. Vive enfrente de mi casa en Pergamino. Sus abuelos son amigos de mis viejos.

Sí. Suena raro, pero es que yo soy el hijo «¿menopausia? Ups» y él es «te juro que acabo afuera, te juro que te llamo».

Su mamá es de la edad de mi hermano mayor. Iban a la escuela juntos cuando quedó embarazada de un gil que se las piró dejándola sola con el bebé.

Mis viejos y sus abuelos se hicieron amigos por esa época. Los abuelos de Ema lo cuidaban así la madre podía terminar de estudiar; y así fue cómo empezaron a tener algo en común: pañales.

Lo conozco desde que nací. Es la persona que más me conoce en el mundo. Es un hermano de la vida y el tipo más copado y bueno que existe.

Siento pena por Martina si no lo ve. No importa quién sea el imbécil del novio, sé que Ema es mil veces mejor. Porque es mil veces mejor que la mayoría.

—Creo que voy a salir a correr ¿venís? —me invita cuando nos quedamos en silencio.

—Nah. —«Tengo que perseguir a Damien virtualmente», agrego para mí.

Ema sabe que me gusta Damien desde los quince años. Ema sabe todo de mí; salvo que lo besé anoche. No lo vio llegar, no me vio con él y aún no sé si decírselo. Él está preocupado por Martina y no quiero enredarlo en mis mambos. Yo siempre soy el de los mambos, el de los novios, el de las relaciones complicadas... Por una vez le toca a él. Tampoco es que sepa muy bien qué pasó anoche.

Al rato aparece en el living con un short de fútbol y una remera dry fit. Lo veo sacar las llaves del llavero y esconderla entre los pliegues de la ropa. Lo mismo hace con el celu mientras se pasa los cables de los auriculares por debajo de la remera.

Jamás tuve ni un pensamiento romántico para con él, eso no implica que no pueda admitir que está bueno.

«No tanto como Damien», me grita el stalker que hay en mí y vuelvo mi vista al monitor.

Su Facebook es privado. Sólo puedo ver las fotos de perfil y de portada. No hay muchas de él. Casi todas son de bandas de rock o de cosas de rugby.

De portada tiene una de la playa, sólo se ven sus pies. Me siento frustrado.

Yo parezco Harry Potter, no Daniel Radcliffe, sino más bien el de anteojos de la tapa del libro. Por lo tanto, está bien que yo use un pokemon de foto de perfil. Damien no.

Es hermoso. Posta. No lo digo porque a mí me guste. Es un hecho científico.

Es rubio, con el pelo alborotado, le crece la barba —no como a mí—, es alto y tiene físico de rugbier. No hay razón para que no publique fotos de él.

Hay una de su bici con el filtro de la bandera gay de cuando se aprobó el matrimonio en USA.

Le doy descargar. Me rindo a mi destino de acosador.

Twitter no es mejor, no lo usa hace meses. A decir verdad, yo tampoco. Sólo entro para saber las novedades de juegos y libros.

Instagram lo tiene público, pero sólo sube fotos de paisajes, tazas de café, apuntes...

Me debato entre pedir amistad y seguirlo en todos lados o esperar para parecer menos desesperado.

Quiero hablarle, quiero que me explique por qué se fue así.

«Sabés por qué», me dice mi cerebro.

Lo supe en cuanto lo vi, no lo está manejando muy bien. Pero muero de ganas de estar con él, de ser el primero... puedo apostar que soy el primero. Lo sentí en sus besos, en su huida.

Quiero decirle que está todo bien. Quiero besarlo de nuevo.

Ojalá hubiese salido a correr con Ema.

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Entonces, me besó (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora