21. Alejo

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Necesito darle tiempo para que se recupere, salvo que no puedo.

Lo beso y lo acaricio. Estoy tan excitado que no logro contenerme. Damien me devuelve el beso y lleva su mano a mi bóxer, me rodea con los dedos por debajo de la tela.

Mis manos recorren su cuerpo, desesperadas, hasta que escucho una suave queja.

—Perdón, Damien. Estoy tan caliente... —me disculpo. Él sigue sensible por el orgasmo mientras que yo ardo en todas partes.

Me sonríe satisfecho.

—Vamos solucionar eso —dice y empieza a tirar de mis calzoncillos hasta sacarlos.

No necesito más estimulación. Sin embargo, Damien marca un ritmo lento, casi una tortura.

—¿Por qué presiento que te estás vengando por algo?

—Porque eso es exactamente lo que hago —contesta mientras lleva su boca a mis tetillas y las lame—. ¿No sos vos al que le gusta el juego lento?

No puedo evitar reírme. Mi risa suena ronca y cortada cuando me castiga mordiéndome los pectorales.

Sigue con sus caricias y besos un poco más antes de centrarse en mi pene. Es la primera vez que lo hace y creo que yo estoy más nervioso que él; quiero que le guste, que lo disfrute, que encuentre tanto placer en dar como en recibir.

Pasa la lengua, probándome, saboreándome. Yo aprieto los dientes para contener la corriente de placer que me recorre y me empuja demasiado cerca de mi orgasmo. Necesito disfrutar de esto tanto como pueda.

—Me gusta —dice y me mira antes de volver a lamer—. Todo en vos me gusta.

Largo el aire y vuelvo a contenerlo en una bocanada cuando se mete mi pene en su boca. Puedo ver y sentir cómo sus labios gruesos me rodean. Me lleva tan hondo como puede y siento cada rincón de su boca: su lengua, su paladar, el inicio de su garganta.

Paso mis dedos por sus mechones rubios, lo acaricio mientras me da placer, pero no es suficiente. Quiero tocarlo en todas partes; quiero verlo excitado de nuevo, tan duro como estoy yo.

Damien sigue con su boca, buscando las cosas que me complacen, las que me llevan al límite. Explora con curiosidad, cambiando la presión, la velocidad, alterando caricias suaves con duras.

Le exijo que me bese en los labios, tiro de él hasta que me da lo que quiero. Estoy fuera de control y Damien lo disfruta, le gusta verme desesperado por él.

Busco con mis manos su piel, toco y beso todo su cuerpo. Paso mis manos por su culo, lo abro y acaricio y lo siento gemir. ¿O fui yo?

—Estás duro de nuevo —murmuro en su boca cuando rozo su erección.

—¿Y qué querés? —se queja en broma.

—¿Qué quiero? A vos, Damien. Te quiero a vos.

Usa su fuerza para inmovilizarme en el colchón y vuelve a meterse mi pene en la boca. Lo hace ya sin suavidad. Lame y succiona y acompaña el ritmo con su mano.

—Pará —suplico.

—No. Quiero hacerte acabar.

—Quiero que lo hagas dentro de mí —ruego ansioso. Sí, eso es lo que quiero. Quiero que Damien me la meta, quiero acabar con su pene en mi interior, quiero que él vuelva a acabar y lo haga en mí.

Se detiene, me mira y sus pupilas se dilatan como si de un gato se tratase. ¡Oh, sí! ¡Cómo me pone este tipo!

—Decime cómo, Alejo. ¡Dios! Decime qué tengo que hacer.

Entonces, me besó (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora