—Eso tiene demasiada Coca —se queja de «mi» fernet.

A eso me refiero. Los hombres toman alcohol, comen mucho, no hacen tareas domésticas y miran culos y tetas. Esa es la idea que tiene mi papá de inculcar heterosexualidad.

—Me gusta así —contesto y mi mente vuela al fernet que me preparó Alejo la noche que lo conocí.

Mi viejo niega con la cabeza y yo tiro la colilla del cigarrillo al fuego ya prendido antes de agarrar mi celular.

Yo: En qué cole volvés?

Le escribo a Alejo luego de debatirme sobre qué decir. No se me ocurre nada, pero tengo tantas ganas de hablarle que termino eligiendo esa pelotudez.

Mi papá mira con disimulo mi teléfono, por lo que lo bloqueo y lo pongo en silencio.

Al rato aparece mi hermana. Se tira en una silla con su celular sin decir ni un «buen día». Detrás de ella, mi mamá trae la tabla con la carne.

—¿Cómo la pasaron anoche? —pregunta mientras empieza a poner la mesa. Yo le ayudo a pesar de la mirada de reproche de mi viejo. Mi hermana no se mueve—. ¿Salieron juntos al final?

—No... —contesto y mi hermana me interrumpe.

—Sólo un rato, ma. No sabés, Damien conoce a un chico del Normal que está re bueno. Así que anoche, cuando lo llevó a su casa, estuvimos hablando un montón antes de que me fuera a bailar, se llama Emanuel. ¿Tenés el celu, Da? Me olvidé de pedírselo.

Estoy bastante seguro de que no se olvidó, sino que Ema se hizo el boludo para no dárselo.

—Creo que no...

—¿A ver? Dame tu celu...

—No jodas —la corto. No quiero que vea mis chats con Alejo. No se enoja, por suerte. Mi mamá, al ver que no nos peleamos, sonríe.

—Así que este chico, ¿cómo se llama? ¿gusta de vos? —pregunta mi vieja y yo intento aguantarme la risa. Mi papá escucha y no acota. Alishya se la pasa hablando de chicos, ya todos estamos acostumbrados.

—Ay, ma ¿gusta? ¿de qué año sos? Creo que me tiró onda, pero no sé. Si mi hermano me consiguiese el celu...

Me hago el boludo. Ya le debo demasiado a Emanuel por lo que hizo anoche.

—¿Te invitó a salir? —sigue mi mamá mientras condimenta la ensalada.

—Nah, no tuvo tiempo. —Me atraganto con el fernet. ¡Si se tendrá en estima mi hermana!— Es que Damien estaba hablando con el amigo de él, no es que salimos ni nada, sólo los llevamos a sus casas antes de que yo fuera a bailar. Por cierto, Da, gracias. Te fumaste al puto del amigo un buen rato para hacerme el aguante...

Ni bien salen las palabras de su boca, sé que estoy en problemas. Mi papá se gira y puedo ver cómo se le desfigura la cara por la ira.

—¡¿Que hiciste qué?! —grita. No contesto. Le mantengo la mirada de manera desafiante.

—¡Contestame! —demanda y se acerca a mí.

Mi mamá se queda helada, y mi hermana, aunque parezca increíble, interviene.

—Pa, ¿qué pasa?

—¡Que tu hermano anda con maricones, eso pasa!

—No seas exage... —Alishya se interrumpe cuando mi viejo me estampa contra la pared.

—¡¿Te lo cogiste?! ¿eh? ¡¿te lo cogiste?! —y me pone un cachetazo. Yo lo empujo y es peor, porque ahora me agarra del cuello.

Escucho a Alishya y mi mamá gritar detrás de él, intentando separarlo. Yo trato de aflojar el agarre, pero no lo logro; termino pegándole una piña para sacármelo de encima. Mi viejo me la devuelve.

—¡Basta, papá! —grita mi hermana y veo que está llorando. Mi mamá pone su cuerpo entre el mío y el de mi viejo, tal y como hizo aquella vez—. No hizo nada con el puto, yo estaba ahí, pa. Estuve ahí todo el tiempo, salieron del auto para que yo pudiera hablar con Ema, nada más. Ema y el maricón ese son amigos...

Me quedo sorprendido por la defensa de Alishya. Aunque estoy furioso con ella también, le agradezco la intervención; sólo que desearía que hubiese dicho «y si se lo estaba cogiendo ¿qué?». Porque ese es el jodido punto acá, no tiene nada de malo.

Me arde la garganta, y no por el ahorque de mi papá, sino porque tengo ganas de gritar que dejen de referirse a Alejo de esa manera. «El puto», «el maricón ese», ¡tiene nombre, la puta madre!

Mi mamá me contiene con un abrazo para que no me lance sobre mi papá y reanude la pelea. Me percato de que no emití una palabra desde que empezó, porque me niego a decir una mentira y eso es exactamente lo que quieren escuchar de mí.

—Si ese tal Ema tiene amigos putos, vos tampoco lo vas a ver más —sentencia mi viejo cuando se calma.

No me pasa desapercibido lo que el «vos tampoco» lleva implícito: una orden para mí de mantenerme alejado. Una orden que no pienso seguir.

—¿Adónde te creés que vas? —dice la voz que más odio en el mundo a mis espaldas cuando siento que tuve suficiente y decido dejar el quincho—. Te quedás acá y comés. ¿O te pensás que la comida la cagan los perros?

Lo ignoro.

—Damien... —me llama mi mamá con voz ahogada, logrando que me detenga. Me irrita su actitud, que juegue de mediadora cuando no hay nada que mediar. Mi papá está equivocado y acaba de levantarme la mano. Salvo para recibir una disculpa, no hay razón para que me quede.

—¡¿A tu madre sí la escuchás?! Pendejo mal agradecido. ¡Todo les di! Todo ¿Así me lo pagan? Lo que les falta a ustedes es disciplina. Te vas a sentar en la mesa, vas a comer y por una vez en tu vida, te vas a comportar como un hombre ¡carajo! Nada de ir a llorar al hombro de tu mamá. Yo no crío maricones ¿me entendiste? ¡¿me entendiste?!

Me siento sin contestar.

—Bien —dice mi viejo antes de volver al asado. Alishya agarra una servilleta de papel y se seca las lágrimas. Me mira con culpa. Sigo enojado con ella por la forma en que se refirió a Alejo, sin embargo, la dejo pasar por esta vez y asiento con la cabeza para darle a entender que todo está bien.

Se siente sólo el crepitar del fuego y el ruido del cuchillo sobre la tabla de picar. Agarro mi celu y leo:

Alejo: A qué hora te levantaste? Yo recién abro los ojos, o casi.

Alejo: vuelvo en el de las 8.

Alejo: vos?

Me calmo al leerlo. No contesto, lo dejo aparte para que mi papá no lo agarre, aunque noto su mirada clavada en mí mientras reviso el celular.

Lo sabe.    

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Entonces, me besó (Completa)Where stories live. Discover now