El padre...

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El aire frío de la noche golpeó sus rostros mientras cruzaban la puerta de entrada y se encaminaban al auto de Carmilla. Laura no había dicho una palabra desde que había atendido la llamada del hospital.

-Linda, vas a ver qué tu papá está bien. Quedate tranquila.-le dijo, de la forma más calmada que pudo mientras le acariciaba el hombro.

La rubia no pudo decir nada, era como si las palabras no quisieran salir de su garganta, así que sólo asintió con la cabeza y se contuvo de empezar a llorar. Estaba asustada y solo quería que su padre le dijera que todo iba a estar bien pero... Ahora era él quien tenía el problema.

-Ya sé que es complicado pero va a ser mejor que trates de dormir. Tenemos un largo camino hasta el hospital donde lo llevan.- dijo Carmilla después de un rato de manejar. Como el padre de la rubia había tenido un ataque en el camino de vuelta de sus vacaciones, el hospital estaba a varios kilómetros de la ciudad donde vivían.

-Si, aunque no creo que pueda hacerlo. Lo único que quiero es verlo y saber que va a estar bien.- respondió, mientras se giraba a mirar por la ventana.- Sí queres dormir, puedo manejar yo.

-Por ahora estoy bien, pero gracias.- la pelinegra intentó esbozar una sonrisa desde su asiento. Alargó una mano hasta la pierna de Laura y le dio un apretón que quería significar muchas cosas. Significaba que ella no estaba sola, que podía apoyarse en Carmilla para lo que sea, que quería que las cosas se solucionaran y quería que todo volviera a la normalidad...

Laura, después de sentir el contacto de la pelinegra, acercó su mano y entrelazó sus dedos juntos en un solo apretón. Apoyó la cien contra la ventanilla y se dejó llevar por los pensamientos que no paraban de correr en su mente. Todo había pasado tan rápido y tan abruptamente, solo quería desaparecer por un rato y volver para cuando las cosas se arreglaran... pero esa no hubiese sido ella. Laura Hollis se enfrentaba a sus problemas. Pensaba que tenía que recomponerse para ver a su papá, parecer fuerte para no preocuparlo más. Sabía que era un hombre difícil de derribar pero esta vez necesitaría un poco de ayuda, pero en el fondo de su corazón sabía que todo mejoraría.

El tiempo pasaba mientras estaba sumergida en sus pensamientos.

-Linda, ya estamos llegando.- dijo Carmilla, tocando su hombro. Había pasado casi una hora en silencio, pensando.- ¿estás bien?

-Mmm... si. Solo meditaba la situación un rato.- respondió mientras volvía a la situación donde se encontraban y se acomodaba en el siento del auto. Carmilla estacionó su auto en el lugar más cercano que encontraron y ambas salieron de sus lugares.

-Todo va a estar bien.- la pelinegra se paró a su lado y entrelazó sus dedos de nuevo, por un momento, Laura no se sintió tan sola. Caminaron juntas dentro del edificio, la gente en su interior parecía en apuros, la mayoría caminaba apurada a algún lado.

-Estamos buscando a...-empezó Carmilla a la recepcionista pero tuvo que frenar por en verdad no sabía el nombre del padre de Laura.

-Sherman... Sherman Hollis. Es mi padre, tuvo un accidente mientras volvía a la cuidad en la que vive. Me dijeron que lo trasladarían a este hospital.- siguió Laura, casi todo en una oración. Carmilla apretó su mano con delicadeza para ayudar a calmar su ansiedad.

-Hollis... si.-dijo la mujer que atendía en la recepción, mientras miraba la pantalla de su computadora.- Ingresó hace un rato...

-¿Puedo verlo? ¿Está bien?- Laura no dejó terminar a la mujer.

-Me temo que no, todavía están estabilizándolo, señorita Hollis. ¿Sabe que su padre tuvo un ataque al corazón?

-Ay dios...- fue lo único que pudo decir la rubia, tapándose la boca con un mano mientras sentía que sus rodillas se debilitaban. La pelinegra lo notó y, con rapidez, pasó un brazo por su cintura para sostenerla.

- Disculpe, podemos tomar asiento y esperar a que terminen de estabilizarlo ¿verdad?- preguntó Carmilla.

- Si, claro. Sigan por el pasillo y las llamaran en la puerta 80.

-Gracias.-dijo por último, y ayudó a Laura a caminar en la dirección indicada.

La gente apoyada en las paredes blancas las veía pasar, Laura en estado de shock y Carmilla tratando con sus fuerzas de no levantarla y llevarla en brazos hasta la silla cercana a la puerta.

-Linda... mirame...-dijo, con delicadeza tomando su rostro para dirigirlo hacia sus ojos.- Todo va a estar bien, en serio. Tenes que calmarte.

-Pero... pero...-los ojos de la rubia se llenaron de lágrimas que ya no podía soportar. Su cara terminó en el cuello de Carmilla, que la rodeó en sus brazos. Sollozó su angustia ahogada en la piel de la pelinegra, su cuerpo se movía en pequeños espasmos de llanto y los brazos que la rodeaban la hacían sentir un poco más contenida.

Una melodía dulce sonaba en su oído, una que había escuchado hacía mucho tiempo y la hacía recordar su niñez. Carmilla tarareaba con tanta dulzura y tranquilidad, y Laura decidió rodear sus brazos alrededor de su cuerpo también, solo quería abrazarla y deja de sentirse sola.

Así, como estaban, perdieron un poco la noción del tiempo. Cuando se separaron, se perdieron en los infinitos ojos de la otra. Como si nada hubiera pasado, como si el tiempo se hubiera frenado solo un poco para ese momento que estaba teniendo. Como si sus corazones no latieran, y el ruido no se oyera. El aire entrando a sus pulmones la trajo de nuevo a la realidad, su pecho se infló y se desinfló casi en el mismo instante.

-Ya sé que debes estar enojada, y seguramente no tenes ganas de hablar de eso. Solo quería que sepas que no estás sola en esto. Mi hombro siempre va a estar para que te desahogues, mis brazos siempre van a estar para rodearte y mis manos para acariciarte la espalda. No importa lo que pase...

- Gracias Carm...-respondió, con una pequeña sonrisa en la comisura de sus labios.- De hecho, con respecto a eso...

-Linda, te juro que yo...

-No, ya lo sé. Mirándote a los ojos puedo verlo perfectamente, puedo ver que no estás mintiendo.- terminó de decirle, todavía con sus ojos clavados en los de Carmilla.

-Linda... debería decir lo que siento pero, percibiendo tu habilidad para leerme la mirada, supongo que ya lo sabes.

La rubia tomó todo el aire que esa declaración le había quitado, Carmilla tenía razón, no hacía falta que dijera ni una palabra más. Se acomodó en el asiento para poder apoyar su cabeza en el espacio del cuello de la pelinegra y respiró del aroma que emanaba de su piel. Casi que podía escuchar los latidos de su corazón mientras se adormecía lentamente. Carmilla pasó un brazo a la espalda de la rubia para que esta se fundiera más cerca de su cuerpo, y también se quedó adormecida.

Un pequeño toque en su hombro la despertó.- ¿Hollis? ¿Usted está para ver al paciente?- preguntó un hombre de anteojos y vestido de doctor.

-Ehh... yo no, es ella. ¿El hombre está bien?

-Por ahora está estable, ya pueden pasar a verlo.

-Laura...-dijo despacio al oído de la rubia.- Laura tu papá ya está listo para que lo veas.- Los ojos se abrieron como latos.

-¿Ya? ¿Dónde?- preguntó, sobresaltada. Oh... Hola doctor.- le dijo, al hombre enfrente de ella.- ¿Puedo ver a mi padre?

-Sí, señorita. Pase por favor, pero sea suave con él. Su corazón está bien... pero mejor no lo exaltemos.

-Si... está bien.- tomó un bocanada de aire y se levantó del asiento.- Hablaré con él y después... ¿quisieras pasar a verlo, Carm?- preguntó, expectante.

-Claro que si, linda.- respondió la pelinegra con una pequeña sonrisa.

-Bueno, yo te llamo para que entres.- dijo, sin aviso se agachó y cerró la distancia entre sus labios en un beso que se había hecho desear mucho tiempo. La pelinegra había olvidado lo mucho que los necesitaba contra los suyos. Con una mano libre, Laura acarició la mejilla de la pelinegra mientras se separaba del sus labios. Le sonrió una vez más antes de girar sobre sus talones y entrar por la puerta 80.

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Hola lectores! perdón por la tardanza con el capitulo, solo que ya empezó la época de parciales y tengo que ponerme a estudiar u.u

Espero que lo disfruten!

Café tibioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora