Suertuda

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Pasé casi todo el día hablando de Carmilla, siempre había algo bueno que agregar sobre su forma de ser o de tratarme. Kirsh me escuchaba por detrás de la mesada que separaba la cocina de la caja registradora.

-Y ella...

-Te dejó dormir a su lado.-dijo, mientras tiraba de su pelo hacia atrás, cansado de todo el día de trabajo.- Creo que ya me hablaste de eso.

-Oh... lo siento.-dije, bajando la cabeza, un poco apenada de haberlo hecho aguantar todo lo que tenía que decir sobre ella.- En realidad no sé por qué no puedo parar de hablar de Carmilla.

-Yo si lo sé.-dijo, agachándose hasta la altura de mi cabeza y mirándome a los ojos.-Por la cara de perrito que tenes, definitivamente estas un poquito enamorada.

-Hey, no tengo cara de perrito.-respondí, frunciendo el ceño.- Y... quizás si este pensando demasiado en Carm.

El día pasó rápido, no se había llenado muchas veces así que no había corrido y había tenido tiempo para hablar todo lo que tenía para contar. Kirsh ya estaba harto pero no lo admitía.

-Buenas noches, hasta mañana.-dije en voz alta mirando hacia atrás mientras tomaba el picaporte y abría la puerta para sentir el helado aire de la noche entrar a mis pulmones. Giré la cabeza y vi el auto de Carmilla estacionado al otro lado de la calle, ella sentada sobre la puerta del baúl. Un gran saco negro le llegaba hasta las rodillas, un ajustado pantalón le abrazaba las pantorrillas y sus botas de cuero gastadas  fue lo primero que distinguí y luego sus ojos se encontraron con los míos. Una sonrisa se formó en su rostro y también en el mío. Mi estomago ardía un poco, hacía mucho no me sentía así al ver a alguien sonreír y me di cuenta de que en ese momento quería estar en sus brazos. Miré a ambos lados y crucé la calle. – Hola Carm.-dije, mientras alargaba los pasos con impaciencia por llegar a ella. Levanté los brazos un poco y los cerré por dentro de su saco, abrazándola con fuerza. Vi como recuperaba el equilibrio apoyando una mano con fuerza en el metal del auto para no caer hacia atrás mientras la acercaba más a mí.

-Hola linda.-dijo, casi en mi oído con sus manos corriendo por mi espalda y todo el frío de la noche se alejó de mí. Acomodé mi cara en su cuello para sentir su aroma embriagador. - ¿Cómo estuvo tu día?

-Bien, muy bien.-respondí, enderezándome un poco sobre su cuerpo y tomando con suavidad la camisa que cubría su delgada cintura.- ¿el tuyo?

-Agotador...pero bien.- bajó la cabeza para mirarme a los ojos.- ¿Qué te parece si vamos a cenar a algún lugar?

- Me parece excelente.

-Vamos.-dijo antes de dejar un beso en mi frente, y ambas fuimos a las puertas de auto.

-¿Qué te gustaría comer?-preguntó, mientras ponía en marcha el auto y salía a la calle.

-Voy a dejar que me sorprendas. -respondí y tiré la cabeza hacia atrás en el cómodo asiento. Entre el ambiente cálido del auto, el asiento suave, la música relajante y lo largo que había sido el día... decidí inconscientemente que quería descansar los ojos.

-Vamos  cupcake, te prometo que van a ser unos minutos.-escuché decir a Carmilla luego de besar mi mejilla con delicadeza. Abrí los ojos despacio para ver cómo me quitaba el pelo del costado de la cara.

-¿Me dormí? ¿Cuánto tiempo?- fue lo primero que se me ocurrió decir.

-No mucho, unos 10 minutos.-dijo, sonriendo.- Comemos rápido y volvemos a casa así podes seguir durmiendo. Espero que te gusten las hamburguesas y las papas fritas.

Pensé que quizás Carmilla leía la mente o algo así porque hacía tanto tiempo que no comía comida rápida que ya empezaba a extrañarla.

-Este es el mejor regalo después de un día tan agitado.- le dije, sonriendo mientras me refregaba los ojos para despabilarme.- Vamos, muero de hambre.

Ya adentro del local, Carmilla me preguntó que menú quería y dejó que fuera a sentarme, dejándome tiempo para observarla un rato más. Verla parada en la fila para ordenar me hizo agradecer al universo no haber tenido nunca una profesora como ella, hubiese sido imposible concentrarme en nada más que su figura. La forma arrogante en la que miraba su celular mientras marcaba el ritmo con la punta de su bota en el piso. Cuando finalmente llegó su turno en la fila, el pobre chico que estaba atendiendo no podía parecer más nervioso y distraído a la vez. Le pidió que repitiera el pedido más de dos veces, se le cayeron mis papas fritas y tuvo que buscar otras. Al momento de acercarle el papel para firmar de la tarjeta de crédito, se lo podía ver temblando y me recordó a la primera vez que la había visto sentada en la cafetería y lo mucho que me había costado hablarle.

Volvía la realidad cuando la escuché apoyar la bandeja de comida en la mesa.

-Qué bueno que vuelvas a la realidad. No esperaba tardar tanto pero... bueno.-dijo, mirándome abrir mi hamburguesa.- ¿Qué te trae tan pensativa?

"El recuerdo de la primera vez que te vi y como casi no te hablo" pensé pero no lo dije.- Nada, es que tengo un poco de sueño todavía.

-Sí, te veo.-dijo, sonriendo con dulzura.

Tardamos media hora en comer, salimos y subimos a su auto. Con el sueño y el cansancio que tenía, había perdido la vergüenza de mirarla mientras manejaba y me sentí suertuda de estar a esa hora en ese lugar. Su perfil delgado alumbrado por las luces de la calle, su mandíbula filosa le daba ese toque delicado y sus labios eran el final perfecto. Detuvo el auto en la puerta de su casa y entramos a su casa.

-Bueno cupcake, ya podes dormir.-dijo.

-Creo que puedo hacer algo mejor.-dije y fui por sus labios con desesperación. Todo el día había pasado queriendo hacer lo que hacía en ese momento.  Tomé su cara entre mis manos y ella me abrazó con fuerza por la cintura. Sus labios eran suaves y fuertes al mismo tiempo. Mis manos se perdieron en su cabello. Decidí llevar el beso un poco más intenso y use mi lengua para explorar su boca. Saqué mis manos de su rostro para llevarlos a su saco y quitárselo, dejándolo caer en el suelo. Ella hizo lo mismo con mi campera. Se separó de mi boca por un instante.

-Creo que será mejor llevar esto al primer piso.-dijo, casi sin esfuerzo me levantó del piso para que pudiera enredar mis piernas en su cintura. Volvimos a fundirnos en un beso mientras ella caminaba por la casa como si no llevara nada de peso encima, mis pesados parpados estaban dándome mucho trabajo.

Me separé un poco de ella para empezar a desabrochar su camisa pero esos botones eran imposibles. Así que maldije a la camisa en voz baja mientras sentía sus manos recorrer mi espalda, sus labios en mi cuello y no quería que ese momento terminara jamás. Pero mis parpados eran cada vez más pesados. Cuando llegamos al primer piso y entramos en su habitación, sus labios todavía en mi cuello, Carmilla se agachó para dejarme acostada en la cama mientras se quitaba la camisa. Al sentir el tacto de su confortable cama, se me hizo imposible aguantar los parpados que terminaron por cerrar mis ojos y ya no tenía vuelta atrás. Maldije al trabajo,  a mi cansancio y a mí por no poder terminar lo que había empezado.

-Pero... ¿Qué?- escuché decir a Carmilla cuando por fin había terminado con su camisa.

-Maldita sea... yo... perdón Carm.-dije, avergonzada.-Te juro que de verdad quiero hacer esto pero...

-Está bien, linda. Está bien... Igual no podes dormir con la ropa puesta.-dijo, con calma. Puso sus manos en el borde de mi camiseta y solo levanté los brazos para ayudarla mientras me la quitaba. Hizo lo mismo con mis zapatos y mis pantalones, y unos segundos más tarde me levantó un poco para dejarme debajo de las sabanas, acostándose a mi lado.

-Perdona Carm. Yo te juro que quería que esto sucediera pero estoy...

-Ya pasó, está bien. Va a haber otras noches, ahora descansá.-dijo, y me acomodé en el espacio de su cuello mientras acercaba mi cuerpo al suyo, sus manos se encontraron en mi espalda y con un respiro ya estaba dormida.

Café tibioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora