Querida huésped

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La luz del sol me daba de lleno en el rostro cuando abrí los ojos con dificultad. Podía sentir el embriagante tacto de las manos de Carmilla sobre mi cuerpo, su respiración en mi nuca.

-Buenos días, linda.

-Buenos días, Carm.-dije y me di vuelta en la cama para estar de frente a ella. Su nariz estaba a milímetros de la mía, solo que ella estaba un poco más arriba en la cama. Podía ver por completo el color de sus ojos y podría haberlos mirado toda la eternidad sin cansarme. –Perdona por haberte despertado en medio de la noche es que yo...

-Está bien, no hay problema.- dijo y se acercó más a mí para darme un beso en la frente, sus labios eran suaves. Con un brazo me acercó más a ella, acunando mi rostro en su cuello y pude sentir su perfume. Pasé mi brazo por su cintura.- Tengo el sueño ligero, no interrumpiste mucho.

-Bueno... igual gracias...-dije y me acerqué un poco más para plantar un pequeño beso en su cuello, su piel eran tan lisa y suave, casi pálida.-... por todo.

-Lo haría mil veces más.-dijo, sonriendo.

-No me importaría venir mil veces más.-respondí, riendo un poco.

-Creo que van a tener que ser mil veces después del trabajo.-dijo, moviéndose un poco en la cama.-Si no me levanto ahora, no creo que pueda hacerlo. Aunque podría estar así para siempre.-dijo, mirándome a los ojos con una sonrisa.

-Te aseguro que yo también pero anda, se te va a hacer tarde.-dije, sentí como sus manos soltaban mi cuerpo y la vi salir directo al baño. Me levanté de la cama y me acerqué al espejo que había detrás de la puerta para arreglarme un poco el pelo. Estaba viendo un lunar cerca de mi cuello hasta que noté un marca, un que solo otra persona podía haber hecho, solo Carmilla podía haberla hecho. Debajo de mi mandíbula había un moretón de tamaño considerable. Increíble que me había perdido el momento en que había sucedido. Si lo hubiera sabido... ¡ni siquiera me hubiera dormido! Mis ganas de quedarme en su casa estaban creciendo.

Media hora más tarde, después de haberme dado una ducha fría, estaba bajando las escaleras. Carm había preparado el desayuno con tostadas y café.

-¿A qué hora entras a clases?-pregunté mientras me alcanzaba una taza roja.

-En...-miro su reloj en la pared de la cocina.-unos 30 minutos. ¿a qué hora entras a trabajar?

-También, en unos 30 o 25 minutos.

-Bueno eso nos da tiempo para desayunar y te puedo llevar hasta la cafetería.

-Gracias.-dije, dándole un sorbo al café.- ¿Cómo dormiste?

-Bien... es reconfortante tener a alguien al otro lado de la cama.- respondió, limpiándose las migas de la tostada que acababa de morder.- ¿Estabas...inquieta?

-Tenía insomnio... No podía parar de pensar en hoy y todas las cosas que hay que hacer en el trabajo, en que no le dije a mi padre que no me estoy quedando en mi casa y todo el estrés me cayó encima.- dije, agachando la cabeza.

-Está bien.-dijo, acercándose a mí, tomando mi mano por encima de la mesa y dándole un pequeño apretón. Sus dedos eran tan delicados. Subió por mi brazo rosando mi piel y se quedó en mi hombro.- Hay que darle tiempo. ¿Queres que llame a tu padre para decirle que te estás quedando en mi casa? Puedo poner la voz más seria.- dijo, haciendo su voz más grave.

-No, está bien.-dije, riendo por lo adorable que parecía cuando intentaba ayudarme. Me encantaba ver sus facciones relajadas al sonreír.- Quizás hoy a la noche o mañana lo llame y le cuente que pasó, ahora está de vacaciones.

-Oh, qué lindo sería estar de vacaciones.

-Si... Lamento interrumpir el pensamiento pero ya es hora de salir.-dije y unos minutos más tarde estábamos en su auto, a unas calle de la cafetería.

-Cuando tengas un tiempo libre, pensá si tenes ganas de hacer algo hoy a la noche, o qué queres cenar.-dijo, mientras frenaba en la puerta del trabajo y se giraba a mirarme. Iba a contestar pero me distraje con la visión de sus labios suaves y solo sabía algo...

-En realidad no sé que quiero para esta noche pero sé que quiero ahora mismo.-dije, y puse una mano en su rostro mientras me acercaba, y posé mis labios sobre los suyos. Ella pareció estar sorprendida por un momento pero después puso su mano sobre mi pierna y profundizó el beso. Toda la mañana había querido probar sus besos y eran tal cual los recordaba. Unos momentos más tarde, me separé un poco para poder mirarla a los ojos y luego ver su sonrisa.

-La próxima vez que decidas dejarme marcas en el cuello, me gustaría estar despierta.-dije, mientras abría la puerta del auto y salía.

-Ya quiero que sea la hora de volver para buscarte, linda.-dijo, mientras yo cerraba la puerta y sentía su mirada mientras entraba a la cafetería.

Café tibioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora