Capítulo 14: Te dije que no pienses.

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Salí de mi cuarto mientras arrastraba los pies sobre el piso y me dirigí hacia la cocina. Era sábado por la mañana y mi cuerpo era híper consciente de eso.

Sabía que eran las siete de la mañana y mi cerebro parecía estar en su natural estado de post-sueño. Yo era la única integrante de la familia que se despertaba todos los sábados a las siete de la mañana. Sentía que apreciaba más el día, lo valoraba más y hacia cosas que no podía en los días de semana. Pero igualmente el único día que utilizaba para dormir era el domingo y más porque lo odiaba con todo el corazón.

¿Por qué?

Yo prefería estar la mitad de ése día durmiendo que despierta, sufriendo porque al día siguiente tendría que volver a ir al colegio. Pero bueno, la vida estaba llena de responsabilidades y, al mismo tiempo, de infinitas oportunidades.

Así que no me amargaba tanto ir al colegio, lo que no me gustaba era despertarme a las seis de la mañana. Y no, despertarte a las siete no es lo mismo que despertarte a las seis. Esa hora de diferencia era mucho para una persona tan rara como yo.

Así que... así son las cosas.

Levanté la cabeza de la mesa, en donde había descansado por unos cortísimos segundos, y miré hacia nada en particular. Había comenzado a pensar en las cosas que podría hacer mientras transcurría la mañana. Podía continuar leyendo uno de los libros que había dejado abandonado por la culpa del colegio, o también podía aprovechar el tiempo para escuchar música en mi cuarto o, mejor dicho, como yo le decía en los fines de semana: mi cueva. Me levanté del asiento con la única intención de prepararme un buen desayuno.

Me hice un café con unas cuantas cucharadas de chocolatada. Mi mamá no me dejaba mezclar el café con la chocolatada, pero bueno, lo dulce era mi debilidad. Yo era una de esas chicas a las que se le salían corazoncitos por los ojos cuando se cruzaba con una panadería. Y como no, si dejaban todos esos manjares en la vidriera; mostraban tortas de chocolate, las facturas de crema pastelera, las masitas dulces con dulce de leche... Basta, me había dicho a mi misma mientras cerraba los ojos con fuerza para disipar todas las imágenes que revoloteaban en mi cabeza.

Aunque... odiaba el azúcar en las bebidas. Ahí una ironía; amaba las cosas dulces, pero odiaba el azúcar. El azúcar prácticamente me hacía sentir como una pelota y me producía unas terribles ganas de vomitar.

Coloqué la hervidora con la leche sobre el fuego y busqué algo para comer. Cuando vi el paquete amarillo con la imagen de varios tipos de galletitas dulces en ella, imaginé que un coro de ángeles pasaba por mis oídos. Y sí, lo repito por tercera o cuarta vez, yo amaba lo dulce.

Ojos color primavera.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora