Capítulo 1: Mis antiguos métodos de socializar.

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Miré hacia ambos lados, buscándola con la mirada, pero ella no estaba en ninguna parte. Me frustré, no sabía lo difícil que iba ser encontrarla. ¿No se supone que ella estaría en el mismo lugar de siempre? Al parecer, a ella le gustaba cambiar de sector.

Resoplé y empecé a caminar por la parte más concurrida del patio del colegio, saludando a cualquiera que se pasara frente a mí. No me importaba si conocía o no a esas personas, las saludaba igualmente. No les importaba mi vieja buena educación, aunque para algunos fuera de lo más raro.

Algunos me devolvían el gesto, otros me miraban de una forma rara y no hacían nada. Era gracioso todo el asunto de mis antiguos métodos de socializar. Me daba mucha gracia las reacciones que tenían algunas personas. Estaban aquellos que me devolvian el gesto con naturalidad, estaban otros que reaccionaban alarmados y que después volvían a estar tranquilos. También existía algún que otro mal pensado que me juzgaba a mal, pero dentro de todas las reacciones una me había dejado particularmente cautivado.

Me había reunido con un grupo de conocidos que me habían tomado la confianza suficiente para integrarme en su grupo. Me llevaron a otro grupo más acotado, en el que sólo había chicas, y ahí fue cuando la vi por primera vez.

Eloísa era linda y muy amigable conmigo, me había aceptado el gesto con gracia y no me juzgó en ningún momento. Ella en ése momento estaba hablando con otras tres chicas, por lo que rápidamente supuse que ellas cuatro eran mejores amigas.

La primera vez que la saludé me sentía ansioso y un poco nervioso, pero me había dicho a mi mismo que no debía arruinar mi primer encuentro con ella poniéndome de esa manera. Así que había aparentado ser lo más natural del mundo, mientras la abrazaba por primera vez. Y para mí fue mágico.

Seguí buscando y saludando a todos. Algunos de los chicos no querían devolverme el gesto, pero yo seguía extendiendo mi abrazo. Sí, mi método de saludo es dando abrazos al azar. No era muy normal, pero a mí no me importaba.

La encontré por fin. Estaba con su grupo de amigas, mientras se abrazaba con un chico. Mentalmente fruncí el ceño. Eso no me gustaba, pero no podía hacer nada. Además, podía ver cómo era ella quien lo estaba abrazando a él. La cosa es que no era como uno de mis saludos, sino que estaban ahí abrazados sin querer despegarse el uno del otro...

Me encaminé con paso fluido y me metí en el acotado círculo de personas.

Eloísa estaba contando algo, dos de sus amigas y el chico se reían de lo que contaba, mientras que una se limitaba a observar otras... cosas. No le tomé mucha importancia y me volví a centrar en Eloísa.

Me adentré en el círculo y di un paso mientras extendía mis brazos hacia ambos lados de mi cuerpo, esperando una afirmativa de su parte. Me vio y me dio un abrazo que me pareció de lo más placentero. Una de mis manos, casi imperceptible, acarició su pelo. Fue un toque suave, sólo una delicada caricia, pero Eloísa se apartó de mi abrazo con algo de lo que creí, innecesaria rapidez.

Me limité a realizar el mismo saludo a todos con algo de torpeza, ya que estaba siendo observado por alguien en particular, menos al chico que volvía a tener los brazos alrededor de la causante de mi estupidez. El grupo de amigas de Eloísa era muy variado en personalidades, pero no en aspecto. Aunque no tanto porque cada una parecía tener lo suyo. Les di a todas un abrazo que recibieron con algo de incomodidad. Se van a acostumbrar, pensé.

Al terminar mis saludos me quedé parado en el mismo lugar, apreciando la charla que tenían en aquel grupo. En realidad, me quedé mirando a Eloísa. Podía afirmar que mi expresión era de atónito por su belleza y bobo por sus acciones. En ese momento parecía que ella sería el centro de todo mi mundo. Ya había soñado con ella, también la había imaginado en mi mente mientras transcurría el tiempo. Pensaba que había algo seguro dentro de todo eso, que tenía alguna oportunidad con ella. Sólo devía esperar.

Luego de haber pasado unos minutos, en los que yo no había soltado ni una palabra, me alejé en silencio. Mientras me dirigía hacia otro grupo de personas me dije a mi mismo que seguramente Eloísa se daría cuenta de cómo el tipo de afecto que ella tenía hacia mí cambiaria a algo sólido y poderoso. Estaba ya esperanzado y sumamente ilusionado.

Tal vez algún día me llegues a querer, Eloísa.

Ojos color primavera.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora