Capítulo 7: El lobo y el cordero.

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— ¿TaeMin?

MinHo logró ver como el castaño escondía algo en su espalda.

—Hola —ahí iba de nuevo, esa sonrisa que trataba de engañarlo.

— ¿Qué tienes ahí? —señaló con el dedo índice hacia él.

—Ah...no, no es nada.

TaeMin dejó ver sus manos libres por un momento, luego giró hacia la cama dónde terminó de colocar la ropa sucia en el cesto sobre el colchón. Su cuerpo temblaba ligeramente, pudo percibirlo desde que había entrado a la habitación.

—TaeMin —le advirtió con la voz cuando lo vio pasar a su lado y ni siquiera lo miró. El castaño quedó inmóvil un par de segundos pero continuó con su camino hasta el cuarto del baño.

MinHo le siguió con pasos de plomo, lo alcanzó justo antes de que entrara en el cuarto, lo tomó del brazo, haciéndolo girar rápido. En cuanto hizo contacto visual con él confirmó que le estaba ocultando algo.

TaeMin no era un misterio, al menos no para él después de conocerlo de tanto tiempo, pero, en los últimos días, le parecía tan ajeno que le preocupaba.

— ¿Qué sucede?

— ¿De...de qué hablas?

Frunció el ceño, señal obvia de que no estaba contento con las evasivas que recibió.

— ¿Es que no confías en mí?

Oh Dios mío.

El castaño no pudo reprimir el gemido que soltó al escuchar esas palabras, MinHo sabía que algo pasaba y fue directo al grano, sintió su corazón punzar de dolor, por un momento pensó que debía decirle sobre Ian y sus extrañas coincidencias pero al final no pudo, el temor de que algo malo sucediera cuando le contara la verdad estaba desequilibrando su juicio.

—Min...

— ¿Es que no hemos pasado ya por mucho? ¿No he hecho lo suficiente para poder tener tu amor y sinceridad?

Amor y sinceridad.

¿Desde cuándo MinHo había madurado tanto? Hace menos de un año seguía siendo el tonto que flirteaba con su mejor amigo, ahora...vaya, ahora es padre, eso sin duda cambia la forma de pensar de cualquiera.

—No...no...es eso...

No lo estaba mirando, tenía la cabeza gacha, apretando el borde de la cesta de ropa entre sus dedos. Se tomó su tiempo para ordenar o al menos tratar de ordenar sus pensamientos y emociones, y como solo MinHo podía, esperó paciente por sus respuestas.

—Yo...hace un tiempo...

¿Debería decirle?

Sí, sí, hazlo, acaba de una vez con esas dudas en tu cabeza, MinHo entenderá.

Pero ¿y si no? ¿Qué haré si él...?

Era tan molesto tener tantas voces en su cabeza hablando a la vez, cualquiera pesaría que estaba loco y puede que lo estuviera. Desde la visita de Ian al departamento no había momento en que no se sintiera culpable cuando miraba a MinHo por dejar que un desconocido profanara su hogar, más que Ian no era cualquier desconocido. Detestaba ser tan cobarde, detestaba que Ian lograra que hiciera cosas que no quería.

Cerró los ojos por un momento, preguntándose desde cuando dudaba tanto sobre algo, nunca fue un chiquillo asustadizo, siempre fue intrépido y rebelde, pero ahora parecía un hombre totalmente inseguro de sí mismo. Y le dio coraje.

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