Capítulo 3: Mentiras.

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—Por enésima vez... ¿Qué te sucede?

La voz de MinSeok llegó como el leve susurro del viento, penas escuchándolo se enfocó en su mirada preocupada, enderezó la espalda, miró hacia la mesa, dónde yacía un tazón de ramen sin tocar.

—MinHo...

—Sí —parpadeó un par de veces—, estoy bien, solo pensaba en cosas del trabajo.

Frunció el ceño, conocía bien a su hermano menor para no intuir que algo sucedía, pero su sentido agudo no llegaba como para apostar por algo en específico.

—De todas maneras lo descubriré —metió sus palillos a su tazón, removiéndolos y enredándolos con los fideos para llevarse una buena porción a la boca—, pero sé que me mientes.

—Ese negocio está poniéndote paranoico —hubo recuperado su tranquilidad se permitió bromear un poco y así evadir el interés de su hermano por su estado de ánimo—, ya cerraste el trato, ¿Qué podría suceder?

—Nada malo, pero nunca se es demasiado precavido.

—"El hombre sabio ha hablado" —se burló, lo que le valió una mueca por parte de su hermano.

Una vez terminó de comer, MinSeok se levantó y llevó su tazón vacío al fregadero, abrió el grifo y un chorro de agua fría hizo eco por la cocina.

— ¿Cuánto ha pasado desde que comiste algo decente? —Le habló de espaldas a la mesa, tomó la esponja con detergente y comenzó a lavar—, creo que es...la cuarta vez que he venido a tu departamento desde que lleguamos a Seúl y hemos comido exactamente lo mismo.

MinHo mascó lento la pasta en su boca, sintiéndose un poco avergonzado de que su hermano le diga eso—, Sabes que no se me da mucho la cocina, el ramen casero es algo fácil de hacer...

—Bien puedes contratar a alguien, es decir, no es que el dinero sea un problema.

—No me gustaría que alguien invadiera mi espacio personal.

—Son pretextos MinHo —habló conciliador—, Nos pasamos mucho tiempo fuera de esta capital, comimos mucho allá fuera, pero no hay nada como la comida de casa.

—Hablas como nuestra madre —se rio—, casi suenas igual a ella.

MinSeok terminó de enjuagar y depositó el tazón boca abajo sobre un pequeño trapo. Se giró, reposando la cadera sobre el granito del fregadero, se cruzó de brazos, frunciendo los labios.

—Te hace falta una esposa...o esposo, ya sabes.

MinHo lo miró con la expresión de: no me jodas.

Y ante esto el hermano mayor hizo una mueca.

—Si te quedas viejo y amargado será tu problema —alzó las manos delante de su pecho—, en mucho tiempo no has tenido a nadie y yo creo que si esperas más morirás arrugado y solo.

—Me sorprende que seas precisamente...

— ¡Shh! —colocó su dedo índice sobre sus labios para callarlo—, yo he tenido mis relaciones, cortas o duraderas las he tenido, pero tú, hermano mío, desde aquel novio que decías tener antes de regresar a casa...

—No he necesitado a nadie para ser feliz —se apresuró a hablar—, cuando alguien llegué llegará.

MinSeok rodó los ojos, se acercó, de nuevo cruzó los brazos delante su pecho.

Cuando te encuentreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora