—Aún no lo he decidido. Debo tomarme un tiempo para pensarlo, así que espero que en los próximos días pueda daros una respuesta —ellas asintieron satisfechas.

Conforme se iban vistiendo con ropas de más abrigo, pues ya era tarde y en la calle comenzaba a hacer frío, se despidieron de mí y abandonaron la cancha. Apagué las luces y cerré la puerta con rapidez al recordar que debía hablar con _____ antes de que se marchara a casa. 

Narra _____.
 
—_____, ¿qué te pasa? —Alba me miró intrigada al darse cuenta de que pretendía decirle algo importante pero las palabras no me salían— Sólo te conozco de un día y ya sé que hay algo que te preocupa.

—¿Recuerdas que esta mañana te hablé sobre lo complicada que estaba la situación en mi casa? —ella asintió— Pues, es que, esta tarde...

—_____ —me llamaron tras mi espalda. Al darme la vuelta me encontré a Liam saliendo por la puerta del colegio en ese instante. Miró algo confuso en dirección a Alba, y luego me devolvió su atención—. ¿Tenéis a alguien que os lleve a casa?

—Nos íbamos a ir en autobús —respondió mi amiga por mí al darse cuenta de que aún estaba distraída. 

—Entonces os llevaré yo. A estas horas no dejaré que vayáis por la calle solas, es demasiado peligroso.

—Vale —aceptó Alba por las dos mientras se encogía de hombros.

Liam nos guió hasta su coche, donde Alba se acomodó en el asiento trasero y yo, casi obligada por ella, tuve que sentarme al lado de él. Durante el camino, los tres mantuvimos el silencio.

Yo seguía muy nerviosa. Había estado dándole vueltas a lo de la carta durante el entrenamiento y había llegado a la conclusión de que necesitaba urgentemente hablar con alguien sobre eso. Quería desahogarme.

Alba se bajó del coche en cuanto Liam frenó frente a su edificio. Pero antes de entrar en el portal, caminó hasta la puerta del copiloto, la abrió y me dio un fuerte abrazo.

—Si quieres, esta noche puedes llamarme y contarme todo lo que quieras —susurró en mi oído—. No estés triste. Sea lo que sea, seguro que se soluciona.

Ella finalmente se fue, con mucha tristeza al conocer el estado en el que me encontraba. Liam se mantenía quieto y callado minutos después de que nos hubiéramos quedado solos, al igual que yo. 

—¿Te llevo a tu casa? —preguntó inseguro. Yo negué varias veces casi inconsciente de lo que hacía. El último sitio al que me apetecía ahora ir era a mi casa.

—¿Puedo... puedo ir a tu casa? —no sabía si esa pregunta podía ser demasiado atrevida, pero no conocía de otro sitio al que poder ir en ese momento.

—Claro que sí.

Él inmediatamente arrancó el coche y se dirigió a su casa. Después de que aparcara el coche en la calle, subimos por el ascensor y llegamos a su piso. Dejó mi mochila y la suya en unos percheros que habían a la entrada y me llevo hasta el salón.

—¿Estás bien? —quiso saber sentándose en el sofá e invitándome a hacer lo mismo.

—No, sinceramente no —confesé nerviosa recostando la espalda en el respaldo del asiento.

—¿Quieres contarme lo que te ocurre? Quizá te sientas mejor después de contarle a alguien tus problemas. O bueno, no quise decir problemas, yo no soy nadie para denominar a tus sentimientos problemas...

—Liam... —murmuré deteniendo sus palabras. Confiaba lo suficientemente en él como para contarle todo, así que saqué mi móvil y busqué la foto de la carta para enseñársela—, esto es lo que he encontrado entre los papeles de mi padre esta tarde.

Te NecesitoWhere stories live. Discover now