25 ¦ Contacto

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Jimin leía el libro sobre el que había hablado con Hoseok hacía un tiempo mientras que Jinna preparaba la mesa para comer.

—¿Te va gustando?

—Es bastante interesante... Hacía  mucho que no leía un libro. —reconoció Jimin, riendo.

—Ya era hora, entonces —sonrió Jinna—. En esta casa amamos los libros.

Cuando hubo terminado de poner la mesa, se sentó en el sofá a descansar.

Jimin se percató de que tenía ganas de hablar y dejó el libro sobre la mesita de café.

—Te lo ha dicho ya, ¿verdad?

—Sí, no sabía que se iría tan pronto.

—Así es siempre... Si te digo la verdad, Jimin, no me agrada nada vivir así. Me gustaría estar con mi familia todos los días del año.

Jimin asintió, entendiendo cómo se debía sentir la pobre mujer.

—Esta semana estaremos ocupados preparando el cumpleaños de Hoseoki, ¿alguna idea que aportar? —preguntó Jinna, animada.

A Jimin le pareció muy dulce que ya lo hubiera incluído en el plan de aquella forma.

—Bueno, había pensado en algo, pero no sé si le gustará.

—Aprecia mucho los regalos, cualquier cosa le gustará.

—Entonces... Quiero llevármelo de madrugada.

Jinna se extrañó. ¿Qué sería su regalo?

—¿Puedo preguntar?

—Bueno... —Jimin jugó con sus dedos— Cuando era pequeño, en la zona donde vivía, había un pequeño sendero que te llevaba a una cala. Es la cala que hace frontera con la provincia Sur.

Jinna asintió, bastante emocionada. Eso sonaba muy bien.

—Cuando era pequeño y mi maestro me cuidaba, me escapaba por las noches para ir a la playa. Había días que dormía allí, bajo las estrellas. Lo realmente hermoso era cuando amanecía... A las cinco en punto de la mañana, desde un lugar muy exacto, la luz del sol se filtraba por una grieta en la roca y hacía una imagen sobre la arena.

Jimin se quedó callado, recordando aquellos tiempos, y luego terminó la historia:

—Una media luna.

—¿Media luna?

—Sí —confirmó Jimin, y le dedicó una sonrisa a Jinna—. Quisiera explicarle por qué quiero llevarle allí, pero quiero que Hoseok sea el primero en saberlo.

Jinna se levantó del sofá y se agachó para darle un beso en la mejilla a Jimin. Este se ruborizó.

—Jimin, tu encanto no tiene nombre.

Dicho esto, fue a por su móvil para llamar a Namjoon y preguntarle si estaba volviendo ya a casa.

Jimin se quedó pensando en cómo haría para llevar a Hoseok hasta allí, pero gracias al cielo el susodicho entró en casa con su hermana subida a su espalda. Se morían todos de hambre.

***

—¿Qué tal está todo en el trabajo?  —se atrevió a preguntar Jimin mientras miraba a Hoseok hacer los deberes. Este dudó sobre si contestar o hacerse el loco.

—Todo sigue igual. ¿Él ha...?

—No ha llamado. —terminó Jimin.

—Ya veo... ¿Piensa llamarlo?

Jimin vaciló unos segundos. No había asumido aún que su novio, con el que había estado por tantísimos años, hubiera hecho lo que hizo.

—No lo sé.

Hoseok agarró la rodilla de Jimin.

—No lo haga.

Su voz sonó rota y suplicante. Jimin sonrió.

—Si tú me lo pides, no lo haré.

—Está bien... —suspiró, volviendo a su tarea— Hágame caso, por favor. Tiene que ser fuerte, ahora más que nunca. En serio, yo... —No pudo seguir la frase, porque empezó a sentir cosquillas por todo el cuerpo.

Jimin le estaba haciendo cosquillas.

—¡Pare, pare! —siguió riéndose, moviéndose de un lado a otro en la silla.

—Esto es la guerra. —proclamó Jimin.

—¿Ah, sí? —Hoseok se levantó y empezó a hacerle cosquillas a Jimin por todo el torso.

Se sentó encima de él y estuvieron haciéndose cosquillas el uno al otro hasta que Jimin gritó que se rendía.

Ambos pararon de golpe. Hoseok jadeaba sobre el hombro de Jimin, agradeciendo que se hubiera rendido. No hubiera podido aguantar por mucho más tiempo.

Separaron un poco sus cabezas para poder mirarse a los ojos. Se hubieran sentido incómodos en esa postura de no ser porque acabaran de tener una guerra de cosquillas.

—¿Por qué lo ha hecho? —preguntó el menor.

—Te estabas poniendo muy serio.

—Es usted un asesino en potencia.

—Qué manía con tratarme de usted. ¿Empiezo de nuevo?

—¡No! —rio Hoseok, apartándose ya del regazo de Jimin— No, por favor...

Hoseok se quedó de pie, dándole la espalda a Jimin, y se acarició el brazo.

Invonluntariamente, Jimin agarró el borde inferior de su camiseta. Tiró un poco de él.

—Es como un niño pequeño. —dijo Hoseok, dejando que tirara de su camiseta.

—Yo también me estoy dando cuenta. —sonrió Jimin.

El timbre de casa sonó.

—Ha llegado la visita. —dijo Hoseok, animado.

—¿Qué visita?

HopeMin ➼ DiscapacidadOù les histoires vivent. Découvrez maintenant