Capítulo 33: Una vecina loca y un pedazo de inmaduro

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—Pero no es necesario que te mudes hoy mismo—Dijo Megan por quinta vez esta mañana. Ambas estábamos vistiéndonos para irnos a la universidad. Y ella, no estaba muy feliz con mi decisión de mudarme hoy mismo.

—Si es necesario, Meg. Necesito instalarme en mi nuevo hogar. Además no quiero molestarlos más—Digo mientras subo el cierre y abrocho el botón de mi Blue jeans.

Estaba tremendamente emocionada por tener que mudarme, no es porque no me guste vivir aquí, vivir con mi mejor amiga seria un sueño, pero francamente no quería incomodar más.

—Eres tan terca—Dijo a lo que rodaba los ojos—Me hacía ilusión vivir un tiempo contigo.

—A mí también rubia, créeme que estos días aquí me sentí muy bien y cómoda. Me encanta la idea de vivir contigo, pero entiéndeme, quiero ser independiente Meg. Me encanta estar aquí pero no quiero ser la persona que sobre en esta pequeña familia tan hermosa que formas con tus padres. Creo que es momento de un nuevo comienzo para mí—Sus ojos se llenaron de lágrimas, sabía que para ella era difícil imaginarme viviendo en un lugar en una zona no muy buena y completamente sola.

—Eres como una hermana para mí, siempre ha sido así, desde que tengo memoria han sido tu y Chris mis hermanos. No quiero que la pases mal, no quiero que te sientas sola...

Me conmovía mucho ver a Megan así, de las dos, ella es la más fuerte. Es como la columna que me sostiene y evita que me derrumbe. Verla frente a mí, preocupada y de sus ojos saliendo pequeñas lagrimas deslizándose por sus mejillas, me parte el alma.

—Yo estaré bien...—Le aseguro para calmarla—Además sé que no estoy sola, te tengo a ti y eso es suficiente para mí.

Ella se limpia el rostro con las manos y una sonrisa hace aparición en sus labios.

—¿Me invitarás a quedarme contigo en tú nuevo hogar?—Dijo mirandome sonriente mientras sus lagrimas seguian visibles en sus mejillas, tomo una toalla que estaba encima de la cama y se seco el rostro de una manera poco femenina.

—Las veces que quieras. My house is your houseañadí en inglés.

—Te quiero tanto, pequeña imbecil—Dijo abrazándome. Mi barbilla quedaba en su hombro, Megan era casi una cabeza mas alta que yo.

—Y yo a ti, rubia oxigenada—Dije riéndome bajito, sabiendo cuanto le molesta que duden de su naturalidad.

—¡Que soy rubia natural!


***

Llegamos tarde a la universidad por culpa de nuestro pequeño momento de sensibilidad y cursilerías. Las dos vinimos en mi auto, mis cosas estaban en la cajuela ya que luego de aquí pasaría dejándolos. Era una alivio que mi horario de clases hoy era hasta las doce. Tenía tiempo para ir hacia el apartamento y dejar mis cosas ahí antes de irme a trabajar a las dos de la tarde.

Camine dentro de la universidad luego de haber estacionado mi auto, increíblemente cerca. Había tenido suerte, puesto que llegue tarde y siempre a esta hora ya todos los aparcamientos cerca de la entrada están ocupados.

Megan entró caminando a mi lado. Yo crucé en el primer pasillo y ella siguió derecho despidiéndose con la mano.

Al llegar al aula, ya todos estaban ahí, diciendo un buenos días en tono poco audible y viendo la mirada reprobatoria de la profesora por haber interrumpido el desarrollo de su clase, pase caminando entre las mesas para llegar a una vacía al final del aula.

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