IX

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Esa misma noche, esperé a que Broflovski se fuera, para así dirigirme hacia aquella calle sin que alguien me preguntase para qué.

Mi corazón comenzó a palpitar demasiado rápido cuando lo vi. Estaba ahí, sentado en el borde de la banqueta, contando junto con sus hermanos el dinero recaudado de ese día. Sonreí.

—Qué hay —saludé, poniéndome detrás del rubio.

No le hizo falta voltearse para saber que se trataba de mí. Simplemente se encogió de hombros, y guardó el dinero del gorrito en su bolsillo. Ahora sí, se volvió hacia mí.

—Hola, Craig —«Qué bonito se oye mi nombre cuando tú lo pronuncias.»— Esperaba con ansias verte —mencionó, y los vellos de los brazos se me erizaron automáticamente.

Traté de contener el aliento.

—¿S-se puede saber por qué?

Mierda.

Sonrió tras ver cómo mis manos comenzaban a temblar dentro de mis bolsillos. «No hagas eso, mierda.» Le hizo una seña a su hermana con el dedo índice que no entendí, sin tan siquiera despegar su vista de mí, y ésta le puso en la mano un billete muy arrugado. Era de veinte dólares.

—Parece que se te perdió algo, ¿no? —dijo, sosteniendo el billete entre dos de sus dedos.

—No es mío —dije temblando. Ahora sí que estaba jodido.

—No te hagas del rogar, Craig. ¿Quién, aparte de ti, pondría un billete de veinte dólares en el sombrero? Déjame decirte que NADIE. Así que, por favor, toma el billete.

No quería hacerlo. Y estaba dispuesto a salir corriendo de allí para que no pudiera obligarme, pero de alguna manera pensé que, aunque saliera corriendo, él me alcanzaría. Su condición física era increíble. Aparte, mis piernas no se movieron ni un centímetro. Realmente no quería irme de allí. Quería estar con Kenny. Por lo menos un rato, tal vez para llenar el espacio que me dejó la última semana en la que no estuvo.

—¿Y por qué no habías venido? —le pregunté, tratando de cambiar de tema.

—Ya sabes, el pie —volvió a alzar su pie. Me dejó ver lo morado e infectado que estaba. Hice una mueca—. No tengo seguro médico y probablemente tenga que amputarme el pie si no consigo un médico que me dé un tratamiento gratis.

Una mueca de dolor se formó en el rostro de Kenny cuando sin querer puso todo su peso sobre su pie izquierdo.

—Yo tengo servicio médico, Kenny —le dije, y me miró un tanto curioso—. Y, en caso de que no te acepten porque no lo tienes, puedo pagar tu tratamiento.

Kenny comenzó a negar repetidas veces con la cabeza.

—Eso sí que no, señor —replicó firme—. Ya me has ayudado bastante estos últimos días.

—Pero...

—No hay peros. No aceptaré tu dinero como repuesta. Si me das aunque sea un dólar, no volverás a verme. ¿Entendido?

Aquel último comentario me dejó helado. ¿De verdad creía que iba a estar de acuerdo con su trato?

—Hecho —dije por fin, estrechando mi mano contra la suya.

—Mejor ayúdame a conseguir un trabajo, ¿te parece?

Me lo pensé unos momentos.

—Hecho —contesté—. ¿Por qué no te unes a mi empresa?

Sus ojos se abrieron como platos.

—¿Eres dueño de una empresa? —tras ver cómo moví la cabeza, él se tapó la boca con las dos manos—. ¡¿Eres el dueño de la empresa Tucker's Company?!

—Algo así. Mi padre es el dueño de la empresa, pero me encargo de ella todos los fines de semana. También en las vacaciones.

—Increíble —contestó, con un brillo en los ojos del cual estaba empezando a acostumbrarme—. Pero gracias. Soy sólo un bueno para nada. ¿Qué haría en una empresa de puro rico? Respirar, comer y... parpadear, tal vez. ¿Sabías que puedo estar sin parpadear durante horas?

—¿C-cómo que no eres bueno para nada? —pregunté—. Todos somos buenos para algo.

—Bueno, soy bueno dando sexo oral, ya sabes.

Por mi rostro un tanto asustado, se echó a reír como si no hubiera un mañana. Cuando paró, me sonrió de soslayo. Sobó un rato el corazón de su estómago.

—¡Que es broma, hombre! Te lo tomas tanto a lo literal.

Suspiré, agotado de sus bromas. Bueno, no agotado, sino que todo me lo creía. O tal vez sólo mentía para no asustarme.

—¿Entonces en qué eres bueno? —le pregunté por última vez, antes de que me diera un ataque al corazón. Mi diabetes iba en aumento cuando estaba con él.

—Supongo que soy buen dibujante —sonrió—. Dibujo cosas deslumbrantes que veo día con día.

Se dio media vuelta, dejándome ahí parado, solo. Tras un par de segundos, regresó con una pequeña mochila de Los Simpsons y la abrió completamente, sacando de ella un enorme aguilucho. Los lados de las hojas eran más amarillos que blancos, por lo que supuse que el cuaderno era viejo. Me lo entregó.

—Ábrelo. Dime qué opinas.

Y lo hice. Abrí el cuaderno en la primera hoja. Con una perfecta caligrafía, había escrito en el medio de ésta un "No tocar. Propiedad de Kenny McCormick." Sonreí. Pasé la página. En la segunda había un dibujo de una chica desnuda. Perfectos trazos pasaban por ella. Y aunque el dibujo fuera algo perturbador, parecía una fotografía con efecto de lápiz. Seguí pasando las páginas. Mientras más páginas pasaba, más me quedaba perplejo. Probablemente estos eran los mejores dibujos que había visto jamás. Eran simplemente increíbles. Seguí pasando las páginas hasta que llegué a una en la que sólo había escrito un "Segundo bloque", en la parte inferior de la hoja. De ahí, estaba en blanco.

Cuando tomé el borde de la página para pasar a la siguiente, la mano de Kenny me detuvo.

—Calma a tu caballo, vaquero —me dijo, y apartó el cuadernillo de mis manos—. Esa fase está en proceso —me informó—. Cuando esté lista, te la enseñaré.

Me limité a asentir. Aún estaba perdido en un mundo superior. ¿En serio él había dibujado esto? Hay gente que pagaría millones por algún dibujo de estos.

—¿Por qué no vendes algún dibujo? —le pregunté—. Ya tendrías una mansión y mil putas en tu habitación vendiendo alguna de estas obras de arte.

Sonrió.

—Prefiero guardármelos. Digo, siempre habrá alguien que quiera robarme los créditos. ¿Te cuento algo? —me dijo, y se acercó lo suficiente a mí como para que pudiera sentir sus agitadas respiraciones en mi oído—. Jamás le he enseñado esto a nadie. Sólo lo sabemos tú y yo, Craig.

Una oleada de calor se posó sobre mi rostro. ¿De verdad estaba compartiendo un secreto conmigo, sin siquiera conocerme?

—Ya sé —dije cuando la bombilla de mi cerebro se encendió—. Podrías dibujarme en ese cuaderno, y yo te pagaría lo que sea con tal de tenerlos. ¿Qué te parece?

Volvió a sonreír, pero esta vez aquella curva se combinó con un abrazo de oso que me dejó inmóvil.

—¡Gracias!

Suspiré.

—Gracias a ti.

South Park "Eres mío, Ángel" [Crenny]Where stories live. Discover now