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Salí apresuradamente de aquella estancia a la que solía ir todos los días. Todos y cada uno de los días de mi miserable vida. Y de mis estúpidas vacaciones, está claro. Las calles, a simple vista, se mostraban tranquilas. No muchos coches acostumbraban a pasar por aquí, y mucho menos en días en los que se supone que tendríamos un día libre de labor. Sin embargo, Tucker's Company opinaba lo contrario a cada una de las leyes de la ciudad. A mis veintiún años, aún odiaba el que mi padre hubiera renunciado a su empresa, y me haya dejado a mí a cargo. ¿Por qué carajo no había dejado a Ruby? Tenía la suficiente edad como para mantener un trabajo estable los últimos diez años, antes de que la cacharan como ayudante al tráfico de drogas.

Me adentré en el Mercedes plateado a toda prisa, y metí la llave en el switch para después salir del aparcamiento privado de la empresa.

La mitad del camino hacia mi hogar había sido tranquilo, en silencio. Lo único que rompía el silencio era la música de fondo que sonaba por las bocinas traseras. Por otro lado, lo siguiente por lo que me paré fue por nada más y nada menos que un semáforo en rojo. No es que me importasen en lo absoluto, sobretodo cuando en la otra calle en la que el semáforo estaba en verde no había ningún coche. Pero mi atención se volvió hacia un chico, el cual se encontraba en el medio de la calle bailando break dance. Junto a él, un chico sostenía una bolsita marrón de papel. Ésta al parecer contenía un par de aguas. A su lado, una chica de unos quince años sostenía una vieja grabadora como de los años noventa. La música que sonaba quedaba con los pasos que maniobraba el primero. Era admirable aquel chico.

Segundos antes de que el semáforo se pusiera en verde, el chico que bailaba paró en seco y comenzó a caminar de coche en coche, en busca de propina. A unos metros de que llegara al mío, saqué de mi cartera un billete de cinco dólares y bajé la ventanilla. En cuanto llegó a mi lado, le entregué el dinero, y le agradecí en voz baja por aquel buen entretenimiento. El chico me miró con ojos de «¿Esto es una broma?», a lo que yo negué al instante. Me dedicó una hermosa sonrisa y, sin más, siguió su recorrido.

«De verdad, qué hermosa sonrisa tiene.»

South Park "Eres mío, Ángel" [Crenny]Where stories live. Discover now