—Estoy bien —oh, mierda, sangre en el suelo—. Eh... ¿Me puede dar alguien un pañuelo?

—¡Katsue! ¿Estás bien? Dios, te sale sangre de la nariz —Skie me tendió un pañuelo—. Ya te vale, Jp.

—¡He dicho que lo siento! —se excusó, Skie le echó una mirada fulminante—. Perdón.

—Da igual —me enjuagué la nariz con una botella de agua que me había traído Skie (aparte de todo el botiquín) y, a los cinco minutos, se cortó la sangre—. ¿Veis? Como nueva.

—Está bien, sigamos —concluyó el capitán, del que todavía no me había aprendido el nombre—. Venga, dejad a Hartland y colocaos en vuestras posiciones, a ver su vamos a quedar mal ante el equipo B.

—¿De verdad estás bien? —preguntó Jp por enésima vez, yo asentí.

Los del Raimon B sacaron de centro después de que algunos (Arion y Jp) les rogaran de rodillas que volvieran a comenzar el partido.

Pasaron fácilmente la línea de ataque, por lo que eso nos dejaba a los centrocampistas el trabajo.

—¿Por aquí? ¿Por aquí, quizás? ¿O por este lado? —preguntaba yo mientras regateaba el balón después de robárselo—. Bueno, esto se viene conmigo.

Seguí corriendo, ya pasando la línea del medio campo.

—¡Hartland! ¡Pasasela a Víctor! —oí gritar al capitán. Que le den—. ¡Hartland!

—¡Que me la pases! —gritaba Víctor desde el área contraria—. ¡Esto de chicas en el equipo no viene bien, entrenador! ¡No hacen caso!

Pero yo seguía corriendo.

Me regateé a unos cuantos jugadores del equipo contrario en menos de veinte segundos, nuevo récord, y tiré a la portería tan fuerte que se desvió, le dio al palo y le dejó una marca.

—¡Mira lo que has hecho! —exclamó el portero contrario—. El director te va a matar...

—No, te va a matar a ti. Haber parado ese tiro desviado antes de que le diera al palo.

—Hartland, disculpate ahora mismo —me ordenó el capitán—. Vamos.

—No pienso hacerte caso —negué con la cabeza—. Yo hago lo que me da la gana.

—Pero... —masculló—. ¡Entrenador Evans, señor Sharp!

—Se suspende el partido —anunció el entrenador Evans—. Todos a sus respectivas casas.

Me disponía a coger la mochila e irme, pero la voz del entrenador me frenó.

—Katsue, Riccardo, vosotros dos os quedáis.

—¿En qué estabas pensando, Katsue? —inquirió el señor Sharp cuando todos se habían ido, menos el capitán y yo—. Casi revientas un palo de la portería, haces lo que quieres y sólo piensas en ti misma.

—Estoy de acuerdo. —comentó el llamado Riccardo.

—No hemos pedido tu opinión, Riccardo —le reprochó—. Katsue, respóndeme.

—Yo no elegí estar aquí —me limité a responder—. Ustedes lo decidieron. He de admitir que me gusta el fútbol, sí, pero jugando con quien de verdad quiero. Necesito confianza.

—Pero esa no es razón para destrozar una parte de la portería.

—Está bien —respondí—. Lo siento.

—El lunes limpiarás la biblioteca del instituto —dijo el entrenador Evans—. No hay otra opción.

Oh, mierda.

—Sí, señor.

—Riccardo, por favor, acompañala a la casa de Arion. Es hora de comer.

—Pero tengo prisa —se apresuró a decir el capitán—. Otro día será. ¡Adiós!

—Tranquilos, me sé el camino —les tranquilicé al ver la mirada que me dirigían—. Creo...

¡Ho-hola soy yo(?)! ¡Y te apuesto un plátano a que necesitas respirar para vivir!

¿No? ¿No? ¿Soy la única que ve Hola Soy Germán?

Que marginación :v

Especial día del libro con retraso, porque según mi madre, siempre voy con retardo :'3 (mi madre me quiere, ¿vale?).

Feliz semana (?) ♥

CCC Tokio [Inazuma Eleven Go]Where stories live. Discover now