Trofeos

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En cuanto entré en su piso supe que jamás debería haberlo hecho.

Toda su casa estaba llena de diplomas y medallas colgadas por todas partes. En el salón había una vitrina llena de trofeos.

—Pero... ¿tú quién te crees que eres? O sea, ¿es una broma o algo? Porque no me hace ni p**a gracia. Esto de tener toda tu maldita casa llena de tus logros... ¿para dar envidia, o qué? ¿Qué clase de persona eres? Si es que no sé ni para qué he venido. Mira, me voy. Porque si nada más entrar es así, no quiero ni ver el resto. Es que me parece increíble. Si es que al final no eres más que un hipócrita de mierda. Intentando dar lecciones de vida a los demás, y luego... mira tu casa, reflejo perfecto de la vanidad y el ego tan inflado que tienes. Mira, hasta luego. Me voy, porque como siga aquí al final voy a decir cosas de las que me voy a arrepentir...

—No te vayas, por favor. Lo has malinterpretado. No tengo "toda mi maldita casa llena de mis logros". Solo tengo una habitación que incluye unos cuantos diplomas, medallas y trofeos. Y no tiene mis logros. Solo son representaciones de éstos. Y los tengo expuestos porque a veces necesito que alguien me demuestre que sí sirvo para algo. Y como no tengo a nadie que me lo diga, vengo a esta habitación a recordar buenos momentos, a grandes amigos que dejaron de serlo hace mucho tiempo. En definitiva, a recordarme que existen cosas que se me dan bien, o al menos un poco mejor que a otros, para así poder recordarme que no todo es malo, y que la vida de verdad merece la pena. 

Pequeños fragmentos inconexosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora