Perdida

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Una de las veces que he tenido más miedo en mi vida ocurrió cuando sólo tenía ocho años de edad. Estaba en el centro comercial con mi madre, ella empujando el carrito y yo iba tras ella observando el caminar de la gente a nuestro alrededor. Unos movian más el trasero que otros, algunos daban pasos cortos pero rápidos y viceversa.

De un momento a otro choqué con un gran cuerpo, iba tan absorta en mi mundo que no me había dado cuenta del menudo hombre enorme que se encontraba en mi camino. Era tan imponente y gordo, que me recordaba a los ogros de los cuentos de hadas que mi abuela me contaba.

Volteé mi mirada a otro lado esperando encontrar a mi madre, pero no estaba ahí, el miedo comenzaba a invadir mi cuerpo y comencé a imaginarme un son fin de escenas en donde yo era una niña de la calle, sin madre y pidiendo limosna. Fue horrible.

-Bayley, ¿por qué te separaste de mi?- aquella voz tranquila tan propia de mi madre, hizo que mi pulso decendiera.

-¡Mamá!- salí corriendo con lágrimas en los ojos hacia ella.

-¿Qué pasa, cariño?-me tomó entre sus brazos, sintiéndome aún más protegida, y me limpió el camino húmedo por debajo de mis ojos.

-Creí que te había perdido, que ya no te iba a ver en toda mi vida. ¡Hasta me preocupé de no ver a Justin nunca jamás!- agité mis brazos de modo exagerado y ella rió.

-Cariño, jamás te dejaría aquí.-me sentó dentro del carrito, lo que me hizo fruncir el ceño.- Debes aprender que todos alguna vez en la vida nos podemos llegar a desviar sólo un poco de nuestro camino, pero que teniendo lo más importante en la vida podemos regresar a él. Nuestro camino ya está escrito, nuestros errores, la forma de resolverlo, e incluso algunas caídas y recaídas; todo eso es algo que nos hace nosotros.

-¿Y qué es ese "algo" que nos mantiene?-le pregunté.

-La familia, los amigos, el amor, e incluso tus hijos en un futuro.

-Mami.-tomé su mano, era tan grande a comparación de la mía, pero aún así podria sentila tan protegida que nunca.

-¿Sí?-me sonrió.

-¿Podemos llevar chocolate? El abuelo me dijo que si no llevávamos, me quitaría los míos.

-Sí, vámos por esos chocolates.

Nunca supe si en verdad estaba siguiendo el camino correcto. Bueno, trataba de ser una hija ejemplar, no tener problemas, no salía mucho a fiestas. Pero ahora todo había cambiado, no tenía universidad a dónde ir; no se lo podía decir a Cam, ni mucho menos a mis padres. Estaba segura que me dejarían sin herencia y castigada de por vida.

Odiaba a todos en estos momentos. Odiaba a Cameron, odiaba a Christian, odiaba mi vida. Y es que todos los intentos de poder estudiar y sacar una carrera universitaria se habían esfumado con tan sólo una estúpida carta. Era tan injusto.

Unos golpes en mi habitación se hicieron presentes, pero antes de que pudiera pronunciar alguna palabra unos hermosos ojos azules y una cabellera negra se asomaron por la puerta.

-¿Estás bien?-me dedicó una sonrisa.

No idiota, no estoy bien. Y te odio. Bien... no te odio, pero en estos momentos no puedo mirarte la cara sin querer romperte mis figuritas de pocerlana de los Guns 'N Roses.

-Sí, es sólo que estoy exausta.- me levanté de la alfombra en dónde estaba recostada.- ¿Qué tal tú, chico universitario?

-Bien, estoy bien.-entró en la habitación y se sentó a un lado de mí.- Creo que tengo una cita.

Gay por conveniencia [ SIN EDITAR ] Where stories live. Discover now