Capítulo 23

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La resaca al día siguiente fue definitivamente peor que vomitar durante toda la noche. Sentía que mi cabeza se partía y mi boca aun tenía ese inconfundible sabor asqueroso que demoré al menos cinco cepilladas de dientes en aminorar un poco.
Decidí que no comería mi fruta de desayuno por temor a volver a vomitar otra vez, así que ignorando que mi estómago estaba vacío y —peor aún— sensible por los calambres de la noche anterior ocasionados por mi improvisada tomatera, me subí a la caminadora y comencé a correr lo más rápido que mis cansadas piernas me lo permitían.

Sentía dolor, pero lo ignoré. Quería olvidarme de todo, aún así sabía que ni bebiendo mi mismísimo peso en alcohol lo conseguiría.
Me gustaba la sensación de plenitud que me daba la bebida cuando comenzaba a beber, pero odiaba la nostalgia y tristeza que me azotaba en cuanto el alcohol surgía efecto en mi.
No podía evitar recordar a mi familia y todas las cosas que había hecho mal cuando estaba en ese estado. Supuse que el alcohol no funcionaba para mi.

Había perdido la noción del tiempo cuando tocaron la puerta una media hora después y supuse que era Liam para darme mi sermón matutino. Pensé en no abrir la puerta pero me pareció raro que el no hubiera afirmado su autoridad como mánager entrando de todos modos, así que bajé de la caminadora y un poco mareada caminé hasta la puerta.

Era Harry. No debí sorprenderme.

—Hola —me saludó—. ¿Cómo estás?

— ¿Es en serio? —pregunté enojada alzando mis cejas involuntariamente. Era obvio que estaba pésimo pero no quise ser dura con el, después de todo había salvado mi vida en más de una ocasión.

—Lo siento. Sólo venia a ver como estabas.

— ¿Por qué? —pregunté, aunque temía de su respuesta.

—Porque supuse que Liam no estaría aquí. ¿O lo está?

Negué con la cabeza y me hice a un lado para que pasara. Me recordé que se lo debía.

—Te traje esto —me dijo y se sacó torpemente la mochila de la espalda. Me tendió un arrugado sobre de aspirinas. Supe inmediatamente que no las había comprado sólo para mi, ya que faltaban unas cuantas, pero el gesto me hizo estremecer por completo. ¿Por qué Liam no podía ser así? No podía olvidar tan fácilmente que cuando estuve en mis peores momentos Liam estuvo allí para mi, pero últimamente el parecía sólo querer librarse de mi, como si me hubiese contagiado de una maldita enfermedad.
Recordé el sabor de sus labios contra los míos el día que me había consolado de mi pelea y quise que Harry se fuera, pero sólo me limité a hablar:

—Gracias —musité al recibirlas.

El asintió y el silencio se hizo incómodo entre nosotros. No sabía como tratar con el, porque no confiaba en el.

—Bueno, ya debería irme —dijo y yo asentí—, voy tarde al trabajo.

Yo reí sin humor y lo vi ponerse su asquerosa y enorme mochila en la espalda, pero una de las correas del viejo objeto cedió y todo el contenido dentro de ella quedó regado por el suelo de mi departamento ya que no la había cerrado.

—Mierda —lo escuché decir, preocupado.

Me pregunté que traía allí tan importante como para que se angustiara tanto.
Caí sobre mis rodillas para tratar de ayudarlo. Vi la cámara que yo le había regalado entre el montón de cosas que se habían caído y adivine el porqué de su preocupación.

—No está rota —soltó el aire contenido en sus pulmones—. Gracias a Dios.

Aunque quería odiarlo, no pude evitar sentirme tan aliviada como el. Aún no sabía si la enfermedad de su madre era cierta, pero no creía que hubiese mentido con algo como eso y sabía que su trabajo era muy importante para el.

Paparazzi » Harry Styles (COMPLETA)Where stories live. Discover now