1.Mystic Falls, 1864

Start from the beginning
                                    

— Súbanla –ordeno una voz que ella conocía muy bien. — Y llévenla con su padre –ordeno.

— Gilbert –gruño entre dientes mirando al hombre frente a ella con odio. — ¡Suéltenme! ¡Juro que los hare pagar a todos ustedes idiotas! ¡Damon, Stefan! –una última mirada a sus hermanos y después fue subida a la fuerza a un caballo que la llevaría devuelta a su infierno. La última imagen que recordaría por el resto de su vida, era ver como su hermano se encontraba en el suelo perdiendo lentamente la batalla entre la vida y la muerte, tal como el mayor lo había hecho.

***

— ¿Dónde están? –cuestiono la chica entrando al despacho de su padre sin permiso y sin importarle que estuviera en una pequeña reunión con el consejo del pueblo. — ¿Dónde están sus cuerpos? –cuestiono de manera furiosa.

— Anabella –menciono su padre entre dientes intentando mantener la compostura. – Estoy atendiendo asuntos importantes. Sal ahora mismo, por favor.

— ¡¿Qué puede ser más importante que la muerte de tus propios hijos?! –la joven de tan solo 15 años golpeo con ambas manos la mesa donde los presentes se encontraban. — Acaban de asesinar a tus hijos hace más de no de ocho horas. Los asesinaron los mismos bastardos que están en esta mesa.

— ¡Guarda silencio! –Giuseppe se puso de pie de su silla y señalo a la chica con el índice. — No te voy a permitir que me hables asi. Menos delante de la gente. Ahora vete de mí vista, esto tu y yo lo arreglaremos...

— No –aseguro. — No me iré, ni saldré de esta habitación. Y yo voy hablar como yo quiera, esta vez no hare lo que quieras, padre. Es mi casa, y yo hablare contigo, te guste o no. Quien se deben de ir son ellos. Los asesinos de mis hermanos, no deberían de pisar esta casa nunca más.

— ¡Vete! — menciono nuevamente aquel malhumorado hombre.

— ¡No! –afirmo Anabella. — Los cuerpos de mis hermanos no están. No pudieron desaparecer por arte de magia. Devuélvemelos –demando. — Les hare un funeral como lo merecen y los enterrare en la cripta familiar. Y no me iré de aquí hasta que me los devuelvas. Porque hasta este momento entendí que tú tienes que ver con todo esto – la chica camino alrededor de la mesa llegando hasta su padre. — Tu eres quien estuvo detrás de todo esto siempre. Estas con ellos – señalo a los presentes en la mesa. — Con quien asesino a tus hijos y estas como si nada hubiera pasado. Tu mandaste a matar a tus propios hijos. Tú los asesinaste –el rostro de la chica fue volteado gracias a una cachetada en su mejilla izquierda que la hizo girar. El sabor de la sangre llego hasta el paladar de la chica, le había dolido, lo había hecho tanto, pero no se dejaría ver débil. No ante su padre. No esta vez.

— Cállate – gruño nuevamente Giuseppe.

— ¿Sabes que es lo que más odio de ti? – cuestiono la chica mirándolo a los ojos nuevamente — Que ni siquiera lo niegas. No te molestas en mentir diciendo que no y que todavía tienes el cinismo de sentarte en la misma mesa con estas escorias. Si van asesinarme a mí también, les pido que sea igual de rápido que lo hicieron con mis hermanos –la joven se dirigió a los presentes. — Después de todo, siempre fui la hija despreciada. Solo por el simple hecho de ser mujer – sin más la chica salió azotando la puerta a sus espaldas.

***

La joven se encontraba en el jardín de la mansión sentada bajo su árbol favorito, el mismo que compartía con sus hermanos siempre que podía. Se sentía tan mal de no haberles dado a sus hermanos un entierro como era debido, las lágrimas seguían corriendo sobre las mejillas de la chica, ella en verdad amaba a sus hermanos, era todo lo que ella tenía en la vida y ahora el hombre que decía ser su padre los había asesinado.

La Tercera Salvatore - Libro I [En edición]Where stories live. Discover now