Capitulo veintiséis:

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—Lo se y créeme que no habrá próxima vez. Solo necesito tiempo para aprender. 

Yo necesitaba tiempo para poder enfocarme en todo sin sentir que podía perder los estribos de la situación.

—Ven —dijo mientras soltaba mi rostro y me envolvía en sus brazos—. Actuaste de la forma más madura que vi en mi vida de mierda. Estoy muy orgulloso de ti.

—Lo sé, solo espero no tener que actuar madura otra vez —respondí antes de serenarme y poder regalarle una sonrisa—. Definitivamente el maduro de la relación quiero que lo seas tu a menos que algunas situaciones me obliguen.

—No te preocupes —dijo antes de dejar un beso en mis labios—. Ese papel parece quedarte de maravilla.

(...)

—Chicos, necesitamos parar —dije mientras sentía que los tirones en mi abdomen bajo no se detenían y sabía que sin alguna pastilla no lo haría—. Creo que hay un pueblo a menos de diez kilómetros.

—¿Por qué detenernos? —preguntó Roger sin comprender pero me daba muchísima pena explicarle por lo tanto simplemente dirigí mi mirada a Bastian sabiendo que el era el único capaz de entenderme.

Era una ventaja momentánea que pudiera leer mis pensamientos. Me ahorraba la pena de hablar en voz alta.

—Sé siente mal, necesita hacer una parada —respondió mientras sus ojos preocupados iban a mi, queriendo saber si algo más me dolía.

—¿Estas enferma? 

¿Como diablos le explicaba a Roger que menstruar no se consideraba una enfermedad?

—No, solo necesito pasar por una farmacia lo más pronto posible.

—¿Por qué una farmacia? ¿Qué te duele? —preguntó sin intensiones de detenerse y sabía que estaba preocupado.

Que hiciera la fila porque hasta yo me preocupaba cuando los dolores se volvían tan fuertes. Parecía que mi abdomen bajo no lo soportaría demasiado.

—Solo para, Roger.

—Es injusto que el pueda saber más que yo.

Me sentía mal y tenía a dos chicos que se estaban seguramente matando con el pensamiento mientras sus emociones parecían combatir las mías en una situación para nada agradable.

Era entendible que estallara.

—¡Roger, detente! ¡Yo no elegí que el supiera que estoy  menstruando! —Vi su asombro en cuanto sus ojos parecieron mirarme como si no pudiera creer lo que me estaba sucediendo pero ¿que esperaba? ¡es algo demasiado natural!—. ¿Qué coño creías? Soy mujer, estas cosas me suceden y disculpa pero prefiero que me venga la regla antes que me venga en nueve meses un bebé.

—Si tu eres rara no quiero imaginar un bebé que salga de ti. —Entré en el pueblo y estacione justo entre un supermercado y una farmacia pequeña pero que, seguramente, estuviera equipada con lo que necesitaba.

Este era el drama de ser mujer. Tanta perfección era castigada con cinco días de intenso dolor.

—Si, tampoco yo querría imaginarme. —Hice una mueca mientras apagaba el coche y volteaba a verlos a ambos—.  Necesito que entren ustedes, no puedo hacerlo yo.

—¿Quieres que nosotros compremos toallas femeninas? —preguntó desconcertado—. ¿Acaso el periodo te deja invalida?

¿Como podía preguntar algo tan estúpido? Hasta mi hermano era más comprensivo en esas situaciones.

Alguien que lo golpeara con fuerza, por favor.

Ni siquiera pensé en lo que anteriormente había rogado en mis pensamientos cuando Bastian volteo y le dio un puñetazo en el estomago.

—¡Bastian!

—Decídete mujer. Pediste que alguien lo golpeara con fuerza.

Si Dios realmente me había mandado a la tierra para ser la elegida no se porque me castigaba de esa manera. No era justo estar encerrada en un coche con dos idiotas que tenían una gran falta de neuronas y que, las pocas utilizables, estaban dormidas la mayoría del tiempo.

¿Qué diablos había hecho en mi anterior vida para merecer tan castigo?

—Tengo dolores intensos y no quiero ni moverme por lo que al regresar me dejaran en el asiento trasero así puedo estar más cómoda y no acepto quejas, es eso o ir a un hotel.

—No podemos retrasarnos más —dijo Bastian—. ¿Qué necesitas?

—Toallas femeninas y pregunta por cualquier pastilla que tengan para dolores menstruales, solo necesito algo que me alivie un poco. 

Asintió más comprensivo de lo que espere y volteo su rostro en dirección a Roger el cual, para mi sorpresa, aún estaba encorvado en la parte trasera del coche.

—Vamos, marica —dijo Bastian mientras abría la puerta del coche—. No tenemos tiempo.

—¿Me has pegado en la entrepierna y tienes el descaro de decirme marica? —Miré a Bastian de forma acusatoria pero este levanto ambas manos queriendo quitarse cualquier rastro de culpa.

—Tú pediste alguien lo golpeara pero no dijiste donde así que disculpa si saco provecho de las situaciones. 

Vi como Roger se enderezaba con una mueca y lo seguía fuera del coche.

Lo único que esperaba es que lograran dar con las únicas dos cosas que les pedí.

(...)

—Joder, Jazzlyn. No pueden perderse dentro de una farmacia. —Me removí incomoda en mi asiento antes de soltar un gemido cargado de dolor—. Jazz, baja a buscarlos.

—No puedo ni moverme ¿como diablos quieres que vaya por ellos? Es increíble, solo les pedí dos cosas.

—Son hombres —respondió mi hermana—. No entienden el castigo al que nos somete nuestro útero cuando ve que no le hemos dado un bebé.

—No se como alguien podría querer soportar un parto antes que la regla. 

—Oh bueno, hablando de eso... —¿Qué diablos pasaba?—. Puede que seas tía pronto.

—¿De que coño hablas, Rosi?

—Austin y yo estamos buscando tener un bebé. Formar nuestra familia.

Sonreí levemente mientras un calambre volvía a encargarse de mi.

—Será un hermoso niño ¿sabes? y deja de buscar nombre, recién se lo pondrás el día que nazca.

Sería tía de un hermoso rubio de ojos azules, ojos iguales a los que toda la familia posee algo que me encantaba. Ese niño no tendría la sangre pero sería más Stevenson que cualquiera de nosotros y lo sería con un orgullo increíble como su abuelo.

Oh Dios, ya quería ver a papá siendo abuelo.

—Jamás me acostumbraré a que seas una anormalidad del universo.

—Créeme, tampoco yo.

Las puertas del coche se abrió frente a mi y practicamente estaba saltando de la felicidad porque ellos habían regresado con la bendita pastilla pero lo único que fui capaz de ver era una pistola apuntando en mi dirección.

¿Cuanta mala suerte podía tener una persona?



OcultoWhere stories live. Discover now