CAPITULO 50: "La princesa de la torre"

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Me quedé callado ante la idea.

No habría felicidad.

― Son el uno para el otro ― esto lo soltó con amargura y veneno ― Ninguno es capaz de sentir nada.

Con esa frase se marchó, no había la iglesia, sino hacia el camino que llevaba al palacio principal. Probablemente se marchaba de los terrenos reales.

No lo culpaba, de hecho, lo agradecía. No me apetecía verlo y sentirme más miserable.

No podría ni mirar a Osiris a la cara al saber cómo me había chantajeado para obtener ese matrimonio, no importa cuando tiempo pasara, nunca podría pensar en ella de una buena manera. No habría felicidad para nosotros, era frustrante.

Todo era un desastre, me estaba conteniendo ara no liberar todo mi enojo en una rabieta, porque sabía que eso no sería adecuado ni apropiado. Asi que solo me quede parado, intentando suprimir el enojo.

Me ponía de malas el pensar en Bannett, ella no se había siquiera despedido, no mencionó nada al respecto, después de todo lo que pasamos juntos, del tiempo. Aun si ella no me amaba, porque básicamente apenas me conocía, esperaba, que su atracción por mí, quizas la hubiera convertido en al menos una amiga, que al menos me considerara uno.

Probablemente todo fue solo un juego para ella. Una divertida aventura, como cenicienta, que visita el palacio solo unas horas, y cuando se ha divertido, se marcha, dejando al príncipe con nada más que una zapatilla de cristal en las manos.

Acomodé mi pelo con la manos y ajuste mi ropa para estar presentable, no importaba que, seguía siendo el heredero a la corana, en unos días, me volvería el rey, no podía perder los estribos.

Tome aire para obtener valor, y entré por las grandes puertas dobles abiertas hacia el ala norte de la iglesia, era un pasillo con altas cúpulas.

Me sorprendí al ver a una chica rubia con un largo y blanco vestido en cuclillas. Cubría su rostro con su largo cabello ondulado que caía como una manta sobre la delgada tela. El ramo de orquídeas estaba en su mano izquierda arrastrando en el suelo.

― ¿Osiris? ― susurré confundido.

La chica volteó a verme sorprendida, sus mejillas estaban rojas y las lágrimas cubrían su rostro cayendo por su barbilla, su maquillaje se había corrido y su guante blanco de la mano derecha estaba manchado por este.

Cuando ella me vio se levantó de inmediato e intentó secarse las lágrimas, eso solo logró que su cara se manchara más y se enrojeciera. La vi sacudir su vestido y sonreír, como si nada de eso estuviera pasando realmente, como si nos obligara a los dos a actuar como siempre.

― Que sorpresa verlo aquí, príncipe.

― ¿Escuchaste? ― pregunté entrecerrando los ojos.

La vi dudar, sus ojos se cristalizar nuevamente, pero apretó la mandíbula, quizas como una técnica para reprimirse.

― Príncipe, no debería ver a la novia antes de la boda, es de mala suerte.

La vi reír, pero su risa, se vio ahogada por las lágrimas, las cuales limpió. Me acerque a ella y le tome de los hombros, quizas con demasiada fuerza.

Lucia débil, quebrada, como una niña indefensa perdida en el bosque.

― ¿Estas bien? ― no sabía exactamente como había sonado mi pregunta.

Me sostuvo de los antebrazos y el ramo de flores se cayó, ella siguió su recorrido con la vista, pero yo lo ignoré.

La oí absorber y encogerse al hacerlo.

Educando a la futura princesa  (Re-subiendo)Where stories live. Discover now