Terapia contra la Lejía...

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[ADJUNTO: cuarta entrada del Blog "Palomas y Gorriones"]

Sábado26 de octubre. 18:24h. Terapia contra el legía.

Hoy era mi primer día en mi nuevo trabajo... ¡Uff!

Exigencias de la planificación, pero... no me esperaba que fuera tan complicado. No me refiero al trabajo, me refiero al simple hecho de pasar ahí un minuto sin matar a alguien. Mi jefa, paloma. Los clientes, muchos, demasiados... palomas. Si salgo a respirar... palomas revoloteando. Más palomas, demasiadas palomas. Palomas por todos lados. Desalentador, lo confieso. Parece como si Dios, cual niño al pasar por la plaza del pueblo, con todas las palomas picoteando mugre, hubiera corrido hacia ellas asustándolas, agitando sus celestiales bracitos, provocando su revuelo y ellas, torpes, bobas, se han esparcido por el mundo molestando en todas partes.

Me ha costado controlarme. Sí. Por eso estoy aquí, fuera de rutina, en un banco en mitad de la calle, escribiendo y desahogándome, porque si no lo hiciera... Haría como el agricultor desesperado por una plaga.

He tenido un instante crítico, una tentación tan fuerte que, retenerla, me ha dejado el día torcido.

Llevo varios días sobrevolando mi próximo objetivo. Abundan las palomas, pero por desgracia, más abundan los gorriones tristes. Delgados o abandonados, indefensos u olvidados gorriones que son víctimas de asquerosas palomas... Pero lo que ha pasado hoy, casi manda al traste mi plan, obligándome a improvisar un remedio para palomitas revoltosas que se envalentonan cuando van en grupito, bandaditas de egos retroalimentados.

Bien, resulta que, hacia el final de mi turno, ha entrado un grupito de palomas macho, fanfarrones presumidos arrullando alrededor de una hembra pomposa. Un grupo de esos que les importa una mierda si la cocina cierra en dos minutos, que les importa una mierda si las cocineras tienen familias, hijos que les esperan sentados en la puerta de la escuela; que les importa muy poco si por su culpa, una madre o un padre pierden el tren y el siguiente pasa en dos horas... Con sus pechos hinchados, cediéndose el paso entre ellos y entorpeciendo el del resto, sujetando la puerta a la portadora de unas buenas tetas y olvidándola con la abuela, pavoneándose ante la paloma hembra... entran a voces, gorjeos idiotas, y bromea y desmontan el orden de las mesas, y cogen sillas sin preguntar a otros clientes, y redecoran a su antojo la sala para sentarse donde quieren y como quieren, peleando sutilmente, disimulando, suspirando excitados, por estar cerca de ese buen par de tetas...

Mi jefa, paloma también, ya lo anticipé, con un gesto de impaciencia, me ha indicado que les atienda.

Entre competiciones sobre quién era el más gracioso, con bromitas y gilipolleces varias correspondida por la sonrisa boba de ella, encantada de conocerse y encantada de los arrullos, cómo no, han conseguido pedir "algo rápido" para comer: Unos sándwiches (de artificio), platos combinados (de pose y apariencia) y ensaladas (de erecciones disimuladas).

Eran una categoría superior de palomas. Un escalón o dos por encima del yuppie. Ella contraje de falda (corta) y chaqueta, con uno de esos escotes que puede regular cerrando o no un botón, dependiendo de sus intereses... Medias de rejilla fina: no quiere parecer mojigata, pero tampoco puta. Sus zapatos, de tacón de aguja muy, muy alto, decía que tan segura de sí misma igual no estaba... Una de esas que se dice feminista, de las que dicen renegar de las que usan su belleza para alcanzar sus objetivos, pero su vida social tiene la medida de su canalillo.

Ellos, de uniforme. Del ejército de los puños y cuellos blancos, regimiento de camisas rayadas, batallón del traje gris marengo, pelotón de los tirantes. Algún gurú de la rebeldía se desmarcaba con calcetines de color chillón (tan chillón como su voz), todos con corbatas aburridas de nudo doble. Zapatos italianos hechos a mano, normalmente por un niño asiático que no ganará en su vida lo que cuestan aquellos zapatitos lustrosos. Quiero pensar que tenían alguna celebración, todos tan guapos, aún me cuesta pensar que existen personas que se visten así por puro placer... onanista. Pero claro, hablando de palomas... todo es posible.

Palomas y GorrionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora