Tarde del 27 de octubre. Capítulo 2

2 0 0
                                    

Si en la ida reinó el silencio, a la vuelta no paramos de intercambiar impresiones. Yo resumí y anoté en limpio los parámetros que debíamos cruzar con Marlene, la informática. Eran buenos filtros, pero aún con todo, ambos sabíamos que no sería suficiente. Tendríamos que encontrar algo que redujera una lista que imaginábamos extensa, demasiado extensa.

Rot clavaba la mirada al frente. Cuando conducía, incluso si estaba hablando, jamás apartaba la mirada de la carretera. Yo aprovechaba para mirarle. En aquel momento sus ojos brillaban. Era leve, pero brillaban. La investigación provocaba bruscos cambios de ánimo. A la luz de los nuevos datos y del perfil provisional que habíamos extraído, en sus labios se dibujaba algo que podría llamarse sonrisa. En ese viaje de vuelta empecé a intuir que la salvación de Rot pasaba por el éxito de la investigación. Con el fracaso... con el fracaso Rot se perdería.

Serían las 17h cuando me dejó en las puertas de la central. Alegó que tenía un asunto personal.

—Con cualquier cosa importante, si sale algo al cruzar los datos, me llamas de inmediato. Si no tengo noticias tuyas, te llamaré antes de que te vayas a casa —me dijo.

—Te llamaré yo antes —dije saliendo del coche. Antes de cerrar la puerta, me detuve. Sentí la necesidad de decirle algo, pero no sabía el qué. Allí estaba, agachada, sujetando la puerta con una mano, mirando a Rot y él mirándome esperando mis palabras. Un par de segundos después, desistí.

—Hablamos Sam —dije sin más.

—Adiós René —y engranando la marcha, se marchó.

De pie, en la escalinata de la Central, miré como se alejaba. Se alejaba demasiado rápido y a algún lugar donde yo no podría seguirle. Hoy había luz en sus ojos, pero al final resultó un brillo demasiado efímero.

Con paso lento y pesado, subí la escalinata y entré en la central.

—Sanchez... —me saludó Baliteli, que como siempre, custodiaba la recepción apoyando sus rechonchas manos sobre la barriga— ¿No libras hoy?

—No gordo, los buenos no descansamos nunca —contesté con una sonrisa.

—Cierto, cierto —contestó devolviéndome la sonrisa.

Con ese ánimo, subí a mi planta, llegué a mi mesa y me dejé caer en la silla. Tomé aire y comencé a realizar la ficha para subir con todo claro a ver a Marlene, la analista de datos. Era extraño, mirando con perspectiva, la visita a Ribawn debía haberme animado. Y así lo hizo al principio, pero al salir del coche, al ver a Rot alejarse... Al entrar en la Central... Algo oscuro, algo siniestro se cernía sobre nosotros. Una especie de niebla densa que te deja ver lo justo para dar un par de pasos, pero ninguno más.

Al rato fui con Marlene, me senté con mi ficha y le expliqué los datos. Decidimos empezar con una búsqueda más amplia y después ir aplicando filtros más concretos.

—Pues nos quedamos para empezar con: personas de 18 a 22 años, trabajadores sector servicio de la zona centro, residencia en barrios del sur que vivan solos —dije a Marlene que, con sus habilidosas manos, introdujo los parámetros. Yo me quedé mirando con atención la pantalla. Marlene me sonrió.

—En el cine, cariño, no sé qué ordenador usarán... —me dijo—, pero con los que tenemos aquí ya te informo que tenemos para un rato largo, así que te recomiendo ir a tomarte algo.

—Pues te dejo entonces. Tienes mi número anotado ahí —le dije indicando la ficha.

—Te llamo, descuida —me prometió.

Palomas y GorrionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora