11. Somos Los Escarlata (IV)

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El corazón de Ignacio casi se detuvo cuando vio como la caja se movió y algo salió de ella para desaparecer en el suelo. Nuevamente su arma apuntó a cualquier dirección de la oscuridad. Imaginó que un monstruo se estaba escondiendo de él, seguramente era de esa clase que no les gusta la luz, ya había visto a uno de esos en una ocasión y sabía cómo podía hacerle frente.

- ¡Emilio!

- ¿Qué pasa ahora? ¿Encontraste algo?

-Eso creo, necesito que enciendas la luz desde ahí.

- ¿Qué pasa? ¿No te gusta la oscuridad? -dijo Emilio, con tono gracioso mientras encendía los interruptores de luz-. Ya está, espero que valga la pena.

Ignacio ahora podía ver a la perfección todo el escenario, su plan estaba saliendo como él quería, ahora solo debía encontrar al monstruo de ojos negros y matarlo de un tiro. En el fondo del escenario pudo vislumbrar una trampilla abierta, seguramente era ahí donde el demonio había desaparecido cuando lo vio salir de la caja. Se acercó a paso seguro y confiado, las luces ya deberían haberlo debilitado y no podría moverse para atacar. Presa fácil.

Ignacio se acercó hasta el borde de la trampilla y apuntó con su arma al interior, pero lo que vio dentro lo dejo sin habla hasta que su mente lo obligó a reaccionar rápido.

- ¡¡Emilio!!

*****

La rueda delantera de la moto impactó con la cabeza del monstruo, seguidamente de eso el joven dejó caer el peso de la carrocería sobre el zombi y lo pasó por arriba acelerando en el último momento para destrozar lo que quedaba de su putrefacto cuerpo.

-Pensaba que el loco era yo, pero al volante no hay quien te supere, amigo -dijo Zeta, mientras estacionaba a su lado.

-Lo siento, pero esta cosa es genial, quiero intentarlo con la rueda trasera ahora.

- ¡Rex, hombre! Concéntrate, tenemos que despejar esta zona, ellos están ahí atrapados en ese teatro -dijo el joven, apuntando con su dedo al edificio.

-El lugar está repleto, deben haber unos cincuenta o más.

-No te preocupes, yo usaré el ruido de la moto para alejarlos, puedes encargarte de los sobrantes y liberar a los sobrevivientes.

- ¿No quieres que sea yo quien los distraiga?

-No, ya tuviste muchas emociones de camino aquí -explicó Zeta, acelerando el vehículo-. Volveré cuando ya no puedan seguirme.

Zeta dirigió su moto cerca de los monstruos y aumentó las revoluciones para armar un escándalo necesario para llamar la atención de los zombis. Rex por su parte se quedó alejado observando todo. Algunos zombis se perfilaron hacia zeta, dejando la puerta del teatro atrás. El joven aprovechó para llevárselos en fila india, como si se tratase de acarrear un ganado. En el momento que su compañero se perdió de su visión, Rex decidió acercarse a las puertas del teatro.

Aceleró el vehículo acercándose velozmente a un zombi cortador que se había quedado en el lugar, inmediatamente, clavó los frenos delanteros y alzó la parte trasera de la moto, uso su cuerpo para virar la dirección de la rueda y la impactó en la cabeza del demonio. Sin oportunidad de defenderse, el zombi cortador sufrió las consecuencias de ser despedazado por la llanta trasera del vehículo. Pero todavía no terminaba para el joven, el ruido ocasionado había alertado a otro grupo de seis zombis que dejaron la puerta para dirigirse a su dirección. En el segundo mismo en que la rueda de la moto toco el suelo, Rex desenfundó su revólver y lo giró en su mano cuatro veces seguidas. Su velocidad con la práctica había aumentado notoriamente, le bastó apenas dos segundos completar su ritual y su puntería también había sido agudizada, deshaciéndose de los seis monstruos en un parpadeo. Luego de otro giro más de su revólver, lo guardó con naturalidad en su funda.

Z El Señor De Los Zombis (Libro I) Versión ClásicaWhere stories live. Discover now