Epílogo

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—¿Papi? —Habló la pequeña.

—Dime, Violet.

—¿El narrador fue feliz al salir al mundo real? —preguntó con completa inocencia y curiosidad. Su padre la observó, con una dulce sonrisa en el rostro, antes de acariciar suavemente el cabello de la niña.

—Más de lo que podrías imaginar. Ahora recuéstate y cierra los ojos, mi vida, es hora de dormir.

—Pero, papi, ¿no podrías contarme la historia otra vez? —hizo una adorable mueca de súplica, la cual le sacó una carcajada al mayor.

—Tal vez mañana, porque ya es momento de descansar. Te dejé despierta esta vez solo porque siempre te duermes a mitad de la historia y al día siguiente te quejas porque no recuerdas como termina. —Se agachó desde su silla, recogiendo un oso de peluche que se encontraba a sus pies, colocándolo al lado de su querida hija. —No dejes a Riley en el piso, es de mala educación y lo pondrás triste.

—Lo siento, señor Riley —Se disculpó apenada.

—'Te perdono, Violet'. —Fingió una voz más aguda, moviéndolo como si éste fuese quien hablaba. Finalmente, su padre la arropó con las mantas y le dio un beso en la mejilla, deseándole buenas noches a su pequeña luz de ojos violetas antes de salir de la habitación, encaminándose a la cocina.

—Te apuesto a que volvió a dormirse. —Su esposa habló con tono divertido, ordenando un par de utensilios que acababa de secar.

—Sorpresivamente no, —dijo él, con ligero asombro. —esta vez la escuchó hasta el final.

—Le cuentas esa historia desde hace años y aun así le sigue fascinando. —Se volteó al sentir los brazos de su marido rodear su cintura, quedando ambos cara a cara. — Te has convertido en su héroe sin que ella lo sepa, ¿no es así, Nash? —Su mirada se fundió con los bellos ojos grises del hombre que tanto amaba.

—Ella no necesita saberlo, con que nuestra historia la motive a salir adelante pese a la adversidad me es suficiente. —Sus manos se posaron en las mejillas de su mujer, acariciando su rostro suavemente, como si se tratase de la flor más delicada, mientras admiraba la belleza de su rostro. —Dios, sigues siendo tan hermosa como la primera vez que te vi en esa fotografía. —Las mejillas de Marisa enrojecieron ante las palabras de su esposo, sacándole una sonrisa tímida.

—No digas esas cosas, que me pongo mal. —Intentó ocultar su rostro, pero las manos de Nash, blancas y ligeramente frías, lo impidieron, acercándose para llenar de besos el rostro de su amada, terminando por besar suavemente sus labios. Ella correspondió, sonriendo tontamente al separarse, completamente enamorada.

—Estoy tan feliz de haberme casado contigo, le voy gracias a quien sea que esté observando mi camino ahora.

—Dijo, observándolo con una dulce mirada llena de amor. —Hablando de eso, —interrumpió ella; —¿qué crees que haya pasado con ese mundo?

El hombre pelinegro desvió la mirada, algo triste, antes de contestar.

—No lo sé. —Suspiró. —Tengo la teoría de que alguien tuvo que haber tomado mi lugar. Ese mundo no puedo ser destruido, alguien tiene que narrar las historias que los demás leen y escriben. Mientras existan las letras, existirá el mundo de la narración. —La castaña colocó sus manos en los hombros ajenos, acariciándolos, tratando de transmitirle confianza y calma. —Y si resulta ser cierta, y realmente espero que no lo sea, rezo porque a quien le haya tocado ese martirio tenga la suficiente paciencia para poder esperar los designios de su escritor y luchar por su felicidad.

—¿Cómo tú y yo? — Irrumpió ella, con su suave tono de voz y una sonrisa ladeada, la cual trajo de vuelta a la realidad a su esposo.

Como tú y yo. — Dicho esto, juntó nuevamente sus labios con los de quien había sido la luz que el siempre anheló en su vida, desviándose luego para repartir suaves besos por todo el rostro de Marisa, mientras ésta reía alegremente.
Habían pasado todo tipo de adversidades juntos, y las pudieron superar gracias al gran amor que se tenía, consiguiendo tener una casa, una vida económicamente estable y una bella hija, representación de los sentimientos eternos que se tenían mutuamente.
No importa que desafíos les siga colocando la vida en su camino, si lograron sacar a Nash de aquel horrible destino que le aguardaba, entonces todo en la vida era posible. Ya era hora de que pudieran forjar su propio destino, juntos, lejos de los designios del autor.

La agonía del NarradorWhere stories live. Discover now