Capítulo 3

273 41 17
                                    

El Narrador estaba pasmado, sorprendido y algo aterrado ante aquella inesperada y repentina conexión con lo que, podría ser, el mundo exterior. ¿Era ésta acaso otra de las jugarretas del Libro? ¿Otro libro que tenía que narrar? Pero el Libro se hallaba cerrado. Perplejo y con algo de temor ante la situación, volvió a tomar su pluma y escribió.

«No tengo la menor idea. En lo que a mi consta, la que está escribiendo en mi cuaderno es usted.»

Se quedó mirando las blancas hojas, que eran adornadas por dos caligrafías completamente diferentes, con estupor. Su cabeza daba miles de vueltas al no entender lo que estaba sucediendo. ¿Era esta persona real, una creación propia o una ajena? Solo una cosa quedaba clara; su afligido corazón mostraba una chispa de esperanza. Rápidamente entendió que ésta era su oportunidad de demostrar que existía a alguien, de conocer a una persona y tener aquella vida que tanto anhelaba desde hace mucho tiempo. Una carcajada se asomó por sus finos labios, convirtiéndose en una risa, la primera risa real que había tenido en toda su vida, una risa de emoción y alegría. La respuesta de aquella persona no se hizo esperar, mostrándose lentamente por debajo de la respuesta anterior.

«¿Eres tú un fantasma?»

Otra sonrisa alumbró la cara del joven pelinegro. Con su lápiz de tinta en mano escribió lo siguiente.

«No, soy un narrador. ¿Es usted una persona?»


Sus ojos brillaron ante las palabras escritas en la libreta.

«No lo sé, podrías fácilmente ser algún otro personaje ficticio producto de la lectura o de mi imaginación.»

«Dudo que seas capaz de hablar con alguien así, esas cosas no son reales. No puedes hablar con un personaje de ficción.»

El narrador se mostró confuso, ¿a qué se refería aquella persona? Estaba seguro de haber presenciado a aquellos seres tan mágicos existir frente a sus narices, riendo, llorando y amando, ¿qué quería decir, entonces, afirmando que no existían? La idea asustó al Narrador, ya que, si aquellos personajes no eran reales, podía significar que él tampoco lo era. La mera idea le daba escalofríos, pero de una cosa estaba seguro: aquella persona detrás del papel era real, y no podía hacer ni ver lo que él si podía. Mientras divagaba en sus pensamientos, una pregunta se formuló.

«¿Qué eres tú? ¿Un demonio, un fantasma o solamente una mala broma? Sigo sin entender el cómo puedes escribir sin que yo pueda presenciarlo.»

Él poseía la misma duda, tampoco entendía el cómo era posible que ambos interactuaran en aquella libreta que a sus ojos y por el momento era mágica, pero ya no le interesaba narrar, no le interesaba ni dibujar ni presenciar historias, solo quería hablar con aquel humano y saber más de él.

«Ya te lo había mencionado con anterioridad, soy un narrador.»

«¿Qué es un narrador? ¿Cómo esos de la radio que narran partidos de baloncesto?»

Otra carcajada resonó con eco en la vacía habitación. Él había visto partidos de baloncesto narrados en sus historias, por lo cual podría decirse que la definición, si bien no exacta, era cercana o similar a lo que él hacía.

«Algo así.» Escribió con velocidad ante la emoción que empezaba a desplazar aquella angustia que toda su vida había habitado su pecho. «¿Puedo saber qué es usted exactamente?» La respuesta tardó un par de segundos en llegar.

«Soy una joven. No sabría decir más. Por cierto, linda letra.» El joven observó su caligrafía y la comparó con la de aquella chica. Una, fina, cursiva y elegante, escrita pulcramente con tinta negra. Estaba agradecido por aquellas palabras, aunque, al observar con atención las oraciones ajenas, lograba captar más carácter en ellas, como una especie de estilo propio.

La agonía del NarradorWhere stories live. Discover now